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DE JUANCHACO A VIETNAM

Antonio Caballero
6 de julio de 1998

Escribí aquí hace unas semanas que la desestabilización de Colombia, necesaria para cambiar este régimen incapaz por otro que le sirva para algo a alguien (y no sólo a un puñado de corruptos) es una empresa en la que está implicada la CIA. Pero me dicen que no, que no sea idiota. Que la CIA no existe, y que si existe, es buena. Como es bueno el gobierno de Estados Unidos, ya lo sé: lo dice él mismo. ¿Cómo no vamos a creerle? A mí me preocupa, sin embargo, ver que donde el gobierno de Estados Unidos pone el dedo sale sangre. Y, así sea por nuestro propio bien, la cantidad de sangre que sale de Colombia cada vez que el gobierno de Estados Unidos pone el dedo empieza a ser angustiosa.
Temo que va a seguir saliendo. Y además acabo de descubrir, a pesar de lo que me dicen mis amables contradictores, que la CIA sí existe, como yo sospechaba. La citan, como fuente, aunque en letras muy pequeñas, los autores de un largo artículo publicado en el periódico norteamericano The New York Times el martes pasado, 2 de junio, para ilustrar un mapita de América Latina en el que de Colombia figuran sólo dos grandes capitales: Bogotá y San José del Guaviare. Señala el diario: "Source Central Intelligence Agency". No es que yo pretenda saber mucho inglés, pero me da la impresión de que eso es la CIA.
El largo artículo, del que voy a citar sólo un par de párrafos, está firmado por Diana Jean Schemo y Tim Golden, y fechado en Washington. La información, según ellos, fue recogida entre "funcionarios de la administración", "funcionarios del Pentágono", "funcionarios de las agencias antidroga", "documentos del gobierno", y "cifras del Departamento de Estado". En la opacidad de esa nebulosa sobresalen dos nombres propios, ambos de militares: el del general Charles Wilhelm, jefe del Comando Sur del Ejército norteamericano para América Latina y el Caribe, y el del general Barry McCaffrey, 'zar antidroga' de la administración Clinton.
Cito, para empezar, el título del artículo: "Ayuda a Bogotá: ¿para combatir drogas, o rebeldes?".
Y ya la sola palabra "ayuda", referida a lo que brinda el gobierno de Estados Unidos, basta para que le corra un frío por el espinazo a cualquiera que conozca la historia del mundo en los últimos 100 años.
Las drogas y los rebeldes del título, una vez leído el texto, resultan ser la misma cosa. Dice el general McCaffrey: "Ellos (los guerrilleros colombianos) están protegiendo drogas, moviendo drogas, cultivando drogas. Son una fuerza narcoguerrillera, y punto". Y el general Wilhelm, aclarando el alcance que puede tener la "ayuda" contra las narcoguerrillas, dice por su parte: "En términos de geografía y de uso de recursos, yo personalmente no sé que exista ninguna restricción".
De manera que se vienen con todo, y se vienen contra todo: contra la 'Coca republic' en que, según ellos, (y a lo mejor por culpa del consumo de coca de ellos) se ha convertido Colombia.
Ya conocemos el guión de la película. Lo vimos en Guatemala, en El Salvador, en Nicaragua. Y lo vimos antes, en unas dimensiones más parecidas a las de Colombia, en el desventurado Vietnam. Llegó la "ayuda" del gobierno norteamericano porque la situación era complicada y confusa, y porque la llamaron los ineptos gobernantes locales: el presidente Ngo din Diem de Vietnam empezó por pedir una escuelita, como hizo hace unos años César Gaviria para el pueblito de Juanchaco en Colombia (y ojalá al doctor Gaviria no tenga que matarlo por inepto la CIA, como tuvo que matar en Vietnam al presidente Diem cuanto dejó de servir). Después otros presidentes (algunos son hoy meseros en restaurantes vietnamitas de Los Angeles; otros, que no consiguieron visa, se ahogaron en el mar) pidieron más "ayudas": hasta medio millón de soldados llegaron a ayudar. Destruyeron Vietnam. Dejaron dos millones de muertos, cinco millones de mutilados, un país devastado para varias generaciones. Y ahora _no sé si mis lectores lo saben: son informaciones que sólo salen en las páginas interiores del New York Times_ el gobierno de Estados Unidos le está cobrando a los vietnamitas supervivientes indemnizaciones de guerra.
En unos cuantos años, si es que sobrevivimos a la ayuda que nos prometen los generales Wilhelm y McCaffrey, las estaremos pagando nosotros también.

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