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DE LA DEUDA Y OTROS DEMONIOS

Semana
26 de julio de 1999

Si no saben quien es el nórdico Olaf Gronlie ya es hora de que lo vayan sabiendo porque el
país está tan jodido que nuestro futuro depende en parte de él. El rubio Olaf es el jefe de la división de
Colombia en el Fondo Monetario Internacional y está en el país mirando con lupa el estado agónico de
nuestra economía. Esta semana Olaf se reunió con la crema y nata del mun-económico criollo y muy pronto
se devolverá a su cubículo en Washington a sacar números. Cosa que debe tener en vela a nuestro gueto de
economistas. Y no les falta razón: de su informe dependerá el destino de Colombia en los mercados
internacionales.Lo más interesante de la visita del FMI _y del rubio Olaf_ es que se produce en una coyuntura
económica nacional y mundial muy particular que nos debería llevar a repensar las estrategias que hemos
utilizado frente a la banca multilateral y la ayuda económica externa. En concreto, frente a Estados Unidos
y 'Los Tres Grandes': el Banco Mundial, el FMI y el BID. Porque va siendo hora de que el gobierno empiece
a buscarle salidas al tema de la deuda y la financiación externa en un país que está al filo de la bancarrota. El
gobierno colombiano actualmente le debe a la comunidad internacional 11.000 millones de dólares y pagará,
sólo en intereses, casi 1.200 millones de dólares en 1999. Lo que quiere decir, en plata blanca, que sólo en
intereses de deuda estamos girando al exterior más del doble de lo que el Estado invierte en salud.
Desembolsos que se vuelven críticos para la inversión social a medida que empeora la situación económica y
crece la devaluación. La política del gobierno durante los últimos 15 años ha sido la de pagarle, a pesar de
las dificultades, a nuestros acreedores internacionales. Política con la que nos ha ido bien y nos ha
posicionado ante los inversionistas extranjeros. Pero esa luna de miel se está acabando con la recesión
económica y la inestabilidad política. Hoy es tal la escasez de recursos, que el gobierno tiene que encontrar
_o inventarse_ nuevas fórmulas de recaudo tanto en el frente interno como en el externo. Entonces,
porqué no, por ejemplo, explorar la posibilidad de refinanciar nuestra deuda externa pública (tratando de no
poner en peligro nuestra credibilidad crediticia). Que le dieran al gobierno colombiano préstamos blandos para
pagar parte de la deuda costosa. O tener acceso a créditos menos onerosos.No se trata aquí de que
Colombia se haga pasar por un país paupérrimo, como Haití o Malí, para que nos condonen parte de la
deuda, como acaba de suceder con los países del Africa subsahariana (su efecto sería negativo en los
mercados internacionales). Pero sí de aprovechar una coyuntura internacional en donde el tema de la deuda
externa está en el epicentro del debate de los países ricos, en especial en Estados Unidos, para empezar a
discutir opciones distintas a la de pagar los monstruosos y crecientes intereses. Al respecto, el periódico The
New York Times ha publicado varios editoriales abogando por una reducción de la deuda en ciertos países, en
el Congreso estadounidense hay un proyecto de ley en la misma dirección y poderosas ONG están
ventilando el tema. Colombia, a diferencia de los demás países del continente, se encuentra en una posición
geopolítica privilegiada para buscar ayuda económica del Tío Sam por su condición de 'país amenaza'. Nuestro
galopante conflicto interno está poniendo cada vez más en peligro los intereses estratégicos de Estados
Unidos: la droga, el Canal de Panamá, el petróleo en Venezuela... De tal forma que si Washington quiere
salvaguardar sus intereses políticos en la región es necesario buscar los mecanismos para que nos ayude
económicamente a conseguir la paz. Ya sea por la vía de la deuda externa o por cualquier otro medio
que trascienda su contraproducente caridad bélica. Conviene recordar que muchos de esos préstamos
bilaterales, o a través del FMI y el Banco Mundial, son un ropaje elegante que esconden los intereses políticos
de los países ricos. Como sucedió en el Africa para contener el comunismo. En estos momentos, la mejor
ayuda que nos puede brindar la comunidad internacional, y en particular Estados Unidos, es con plata. Y
para conseguirla, hay que diseñar nuevas y novedosas estrategias. Y, claro, golpear puertas. Porque si las
cosas siguen como van, en el próximo viaje del FMI el mono Olaf ya no vendrá a mirar cifras sino a
cogobernar la política económica del país.

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