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De visita en la caverna

Si usted fustiga a quienes se oponen al aborto, persigue a los homosexuales o condena el condón, corre el riesgo de que lo nombren ministro o se vuelva procurador

Daniel Samper Ospina
13 de diciembre de 2008

Tan pronto leí en la prensa que el senador Víctor Velásquez quería modificar el Código de Policía para que los homosexuales y las prostitutas no puedan estimularse sexualmente en plena calle, ni hacer insinuaciones lascivas, ni vestirse de manera exhibicionista, como pervertidamente el senador cree que lo hacen, miré hacia el techo para meditar y de un momento a otro me trasladé a otra dimensión, en la cual me encontré con él.

Aunque los bordes de la imagen estaban difuminados, vi con claridad que llegaba a una caverna oscura y llena de humedad, desde cuya entrada uno podía ver lo que tenía por dentro: había un altar con la imagen de monseñor López Trujillo, un afiche gigante de Laureano Gómez, una diminuta biblioteca con folletos de monseñor Escrivá de Balaguer. Y en el patio del fondo ardía una hoguera que algunos inquilinos alimentaban con libros de García Márquez.

En las afueras estaba parqueada la caravana presidencial y sentado sobre una pequeña roca descansaba el senador Velásquez, justo a la entrada de la caverna.

Aunque ya sabía que era el mismo que se había quejado de que en un programa de televisión apareciera una pareja homosexual, para ponerle conversación preferí preguntarle si era el autor del proyecto para prohibir que las prostitutas y los gays se masturben en la calle.

--Claro que sí -me respondió con orgullo-. Voy a acabar con tanta inmoralidad.

--¿Eso quiere decir que si el que se masturba en la calle es heterosexual no hay problema? -le pregunté.

--Es que los heterosexuales no son enfermos; en cambio, los homosexuales sí.

--¿Enfermos como de qué? -le pregunté con curiosidad.

--Pues de todo: en cualquier momento violan a nuestros hijos.

En adelante articuló una serie de argumentos que partían de la base de que los gays eran engendros diabólicos dispuestos a descamisarse ante los niños y a copular en las plazas, pero un adolescente que cruzó el andén lo dejó pasmado y le hizo perder el hilo de lo que estaba diciendo.

Lo sacó del letargo Fernando Londoño, que entraba a la caverna a una suite que se compró aparentemente con unas acciones de Invercolsa; lo acompañaban José Galat y Carlos Corsi. Detrás de ellos venía Ernesto Yamhure haciendo méritos para que se metieran con él, pero lo dejaban rezagado: se notaba que les parecía poca cosa.

Un mensajero dejó la suscripción de varias revistas eróticas pero en sobres de manila. Entraban y salían curas y militares. Harold Bedoya se paseaba sin camisa de fuerza. César Mauricio Velásquez recibía extraños personajes en el sótano. En un corredor roncaba Carlos Holguín, y Claudia Rodríguez y Alexandra Moreno pasaban en puntillas, para no despertarlo.

Cuando finalmente pudo hablar, el senador me dijo que su ley también iba a evitar que los homosexuales se vistieran de una manera exhibicionista, con ropa que dejara al descubierto pectorales musculosos, dorsos duros, abdómenes marcados, y demás partes del cuerpo masculino que describió con los ojos entrecerrados y la boca llena de agua durante media hora, en una enumeración que sólo interrumpió cuando salieron de la parte más oscura de la caverna Petro, Iván Moreno y otra gente del Polo, junto con algunos liberales como Juan Fernando Cristo.

--¿Y estos también viven acá? -le pregunté aterrado.

--No -me respondió impasible-. Pero vienen cuando les conviene.

Confieso que en otro momento estos personajes fascistoides me parecían simples caricaturas del folclor político: lánguidos dinosaurios que encuentran en la persecución a los demás la forma menos dolorosa de soportar sus propias represiones.

Pero hoy por hoy si usted fustiga a quienes estén de acuerdo con el aborto, persigue a los homosexuales, sataniza a los divorciados, condena el condón y mira con desdén a quienes no son rezanderos, corre el riesgo de que lo nombren ministro, brille en el Senado, se vuelva procurador o directamente lo elijan y reelijan para presidente: pues desde hace un tiempo estamos en manos de la caverna y no falta mucho para que metan a la cárcel a las minorías y dicten decretos sobre cómo vestirse en este nuevo estado social de derechas, en el que proliferan actitudes como las de Velásquez.

Justo cuando un muchacho pasó de nuevo frente al senador, y él lo miraba con verdadero interés científico, un haz luminoso encendió el ambiente y regresé de nuevo a la dimensión de siempre, desde donde leí esta frase de Millor Fernandes, ideal para el momento: "Pornografía es todo aquello que excita a los moralistas".
 

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