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¿Deberían las Farc negociar con Uribe?

Leonardo Carvajal da seis razones contundes por las cuales la guerrilla debería sentarse a la mesa de negociaciones ya con el presidente Uribe.

Semana
27 de febrero de 2006

En su último comunicado, dado a conocer el pasado 14 de febrero, el Secretariado de las Farc insiste en que no negociará una salida pacífica al conflicto nacional mientras Uribe sea el presidente de Colombia. Aunque ya es conocido que los comunicados de las Farc se leen con asombro en los centros urbanos y globalizados del país, así como que los del gobierno se reciben con desconfianza por la guerrilla, son varios los argumentos que se pueden esgrimir sobre la conveniencia que tendría para el movimiento insurgente más antiguo del planeta entablar contactos con el ejecutivo actual:

1. Un principio básico de cualquier negociación es que se negocia con los enemigos, no con quienes se comparten diagnósticos y políticas, y en ese sentido, será difícil en el futuro que la Casa de Nariño sea ocupada por un interlocutor más antagónico ideológicamente que Álvaro Uribe. Ni siquiera lo sería Vargas Lleras en la eventualidad de que algún día ocupe el solio de Bolívar. ¿O están esperando a que Enrique Gómez Hurtado sea presidente?

2. Las encuestas no habían registrado índices de popularidad tan altos como los que ha mantenido Uribe durante todo su primer cuatrienio. Y, con independencia de que esos guarismos sean creíbles o no, o de los motivos para que el Presidente se haya mantenido en una permanente luna de miel con las mayorías poblacionales, lo cierto es que de esas cifras se deriva una importante legitimidad, que resultará fundamental a la hora de vender los acuerdos a la opinión pública. De manera contraria, el presidente con la mayor impopularidad histórica registrada fue Pastrana, y tal circunstancia fue definitiva para señalar su debilidad al momento de negociar en el Caguán.

3. Derivado de lo anterior, difícilmente la historia del país recuerda un jefe de Estado con mayor acogida entre las élites empresariales, en el Partido Conservador (que por primera vez en la historia tendrá a un liberal como su candidato presidencial), y en general, en las “rancias oligarquías” bogotanas y paisas, lo cual será crucial al momento de convencerlos de las bondades de incluir a las Farc en el marco del sistema político, económico y social colombiano. Esto es más cierto en cuanto tradicionalmente se ha dicho que en tales sectores se encuentran precisamente quienes desde la administración Betancur han sido denominados como los “enemigos agazapados de la paz”.

4. En esta violencia multifacética que enfrenta el país desde hace 40 años, los paramilitares se convirtieron desde hace dos décadas en el tercer actor armado en discordia y con ello la guerra se hizo más compleja y sucia (como si antes ya no lo fuera suficientemente). Con independencia de las críticas que con justeza o no se realizan a las negociaciones de Ralito, lo cierto es que, como los amigos de la paz lo señalaron cuando se acercaba el final de las negociaciones del Caguán, siempre será mejor una paz imperfecta como la que se ha alcanzado en este cuatrienio con los paras, que una guerra perfecta como la que teníamos antes con esos grupos fascistas armados plenamente activos en el conflicto interno nacional. De la misma forma, también será difícil que en el futuro el país tenga un mandatario con mayor ascendencia sobre tales grupos paramilitares en proceso de desmovilización. A tal punto ello es así, que en una ocasión Castaño señaló que con el gobierno de Uribe no había negociación alguna sino imposición de condiciones por parte de los delegados del ejecutivo.

5. Podría afirmarse que Uribe es el primer presidente de Colombia que ejerce verdaderamente su condición constitucional de Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas. Desde los altos mandos hasta los cuarteles sus órdenes se acatan sin discrepancias fundamentales. Independientemente de que en ocasiones se hayan presentado molestias por la costumbre del Presidente de llevarse solitariamente los aplausos de los éxitos a la vez que la alta oficialidad se queda con los regaños de los fracasos, por primera vez en la historia moderna un cuatrienio presidencial va a finalizar sin que se haya presentado ni una sola vez el famoso “ruido de sables” que tenía lugar en el pasado cada vez que un mandatario tomaba o se aprestaba a tomar decisiones controvertidas. (Por ejemplo, cuando Samper pretendió desmilitarizar La Uribe, o cuando se presentó en la administración Pastrana la renuncia del ministro Lloreda en medio de sus críticas por las concesiones a las Farc en el proceso del Caguán). Esta circunstancia será definitiva al momento de alcanzar acuerdos con las Farc que impliquen cambios estructurales.

5. Cualquier proceso de paz con las Farc requerirá de la participación directa de un “mediador con músculo” –cuya capacidad de influencia depende de factores como la persuasión, la extracción, la manipulación y la habilidad de ofrecer o denegar recursos, según el académico Saadia Touval–. En el caso de Colombia, es claro que ese rol puede ser cumplido principalmente por Estados Unidos en su condición de solitario hegemón regional y primera potencia económica y militar del planeta. También en tanto Colombia es el tercer destinatario mundial de asistencia militar estadounidense (superado sólo por Irak y Afganistán), produce el 90 por ciento de la cocaína y el 60 por ciento de toda la heroína consumida en esa nación, que según el investigador del Banco Mundial Paul Collier, le representa a las Farc ingresos por 700 millones de dólares anuales.

Tal involucramiento puede ser definido con relativa facilidad por el gobierno de Uribe, toda vez que la Casa de Nariño se ha erigido en la “cabeza de playa” de la estrategia de Bush en una América Latina gobernada por mandatarios poco afectos a Washington. Uribe representa para Estados Unidos hoy lo mismo que el presidente Menem durante los años 90, época en la que el mismo canciller argentino dijo que esa nación tenía “relaciones carnales” con el hegemón y en desarrollo de esa circunstancia, por ejemplo, accedió a enviar tropas a Haití, los Balcanes y a la primera Guerra del Golfo Pérsico. Una reciente demostración de la importancia que otorga Bush a Uribe, fue el haberlo recibido sin cita previa la semana pasada en medio de las negociaciones para finiquitar el TLC.

Así entonces, si no es ahora con Uribe, ¿cuándo y con quién se decidirán las Farc a negociar por fin una salida política a la ya tetragenaria conflagración doméstica? Y mientras esta pregunta tiene respuesta seguirá vigente la frase lapidaria pronunciada por los negociadores del gobierno y de la guerrilla cuando se levantaron de la mesa en Tlaxcala (México) en 1992 durante la administración Gaviria: “¿Y dentro de cuántos muertos nos volveremos a encontrar?”. Por ahora ya han pasado 84 mil más y la cifra sigue en aumento.
 
Leonardo carvajal es Profesor Titular de la Universidad Externado, M.Sc. de la Universidad de Oxford, lcarvajalh@supercabletv.net.co



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