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La generación sin conflicto

Pasó el 23 de marzo en blanco. Han sido semanas tumultuosas donde sólo nos queda evitar el tedio de la incertidumbre, sobre todo a los de mi generación.

DeJusticia ., DeJusticia .
30 de marzo de 2016

“Lo peor es que los enemigos [de la paz] no necesitaban de tantos recursos de fuerza. Les habría bastado aprovecharse de la confusión en que nos empantanábamos los partidarios de la paz” escribía García Márquez en un prólogo magistral al libro la guerra por la paz de Enrique Santos (CEREC, 1985). Hace 31 años, cuando Belisario estaba sumergido en la soledad de un diálogo cada vez más confuso con distintos movimientos insurgentes, cuando el país llevaba 3 años de diálogos, empezó a pasar lo peor. La renuncia de Otto Morales a la Comisión de Paz demostró lo empantanado que estaba ese proceso, las muertes selectivas y los secuestros, su debilidad. En esa época ya se hablaba de enemigos soterrados de la paz -esos que aún hoy siguen sin nombre- y, consecuentemente, se evidenciaba un mal que padecemos en extremo donde, siguiendo a Gabo, “[l]a opinión pública, incapaz de sacar nada claro, se dejó vencer del tedio, y la prioridad por la paz fue sustituida por la prioridad del desencanto.”

Los hechos de las últimas semanas en el país nos dan la bienvenida al tedio. La incertidumbre sobre lo que está pasando en Colombia nos llena de intranquilidad y confusión. Ya pasó el 23 de marzo sin la anhelada firma. Ya está enfrascada la Mesa desde el episodio de Conejo. Ya van más de 30 líderes asesinados en los territorios. Ya se recrudecen las amenazas. Ya habla Uribe en tono recalcitrante. Ya pasó el paro nacional del 17 de marzo, ya marchará el uribismo el 2 de abril. Lo cierto es que ya ni sabemos qué vendrá pero sabemos nuestra prioridad como sociedad, el fin del conflicto.

Hay que reconocer que los momentos actuales son tan frágiles y a la vez tan esperanzadores que nos piden no sucumbir ante ese mismo tedio que sufrió el país hace 31 años, ese fue el mensaje que nos dejaron las distintas reflexiones que se hicieron durante la semana de pasión. Entre los que alzaron la voz en pro de las negociaciones, quizá la más reconfortante la ofreció El Espectador en su editorial dominical, allí hablaron de reconocernos en el trayecto de lo acordado en la Mesa. Concuerdo. En la memoria de lo que ha vivido Colombia desde 2012, como la reducción sustancial del conflicto asociado a la guerrilla, y en los textos de lo acordado existe una promesa de un cambio para el país. Que no se nos olvide.

Dicho esto sólo quisiera hablarle a mis coetáneos, esos jóvenes que nacimos en los trágicos – por decir lo menos- finales de los 80 e inicios de los 90. Esos que representamos el mayor número de trabajadoras y trabajadores de este país y que, claramente, somos la mayor fuerza de votación; esos donde el conflicto está en el medio entre un libro de historia y una vida familiar victimizada; esos que ahora quizá por primera y única vez tienen que pensarse como la generación que gobernará el post-conflicto.

Sinceramente, somos los que en un futuro cercano ya no sólo sostendremos las bases de este país tan tumultuoso, sino que seremos los que lo encauzaremos como la generación sin conflicto. Esa es la mentalidad prospectiva que debemos tener antes de dejarnos tentar por el tedio e ir hacia el desencanto que nos imponen las azarosas noticias y la más de las veces indolente clase política de Colombia.

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Enhorabuena la novela La cosecha de Felipe Martínez Cuellar. Relato sobre la humanidad en medio de la fatalidad.

* Investigador del Centro de Estudios de Derecho, Justicia y Sociedad- Dejusticia

Twitter: @marintencionado

dmarin@dejusticia.org

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