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Del ataque a Palanquero y otros eventos

En el horizonte del próximo año aún no se vislumbra una salida al problema del narcotráfico, uno de los principales pilares de la violencia e inseguridad que azota al país.

Juliana Londoño
31 de diciembre de 2016

El 31 de diciembre de 1952 en un hecho casi olvidado, cuando se suponía que oficiales, suboficiales y soldados estaban en los festejos con ocasión del año nuevo, un grupo de guerrilleros liberales, intentó tomarse la base de Palanquero, la más emblemática de la Fuerza Aérea Colombiana, ubicada en Puerto Salgar a orillas del río Magdalena.

El frustrado ataque, tuvo honda connotación en el país que se debatía entre la violencia política de origen gubernamental y las llamadas genéricamente “guerrillas del Llano”, que se habían levantado contra el gobierno después del asesinato de Jorge Eliecer Gaitán. En círculos bogotanos se comentaba que los grupos comandados por Dumar Aljure, Guadalupe Salcedo y Eduardo Franco entre otros, surgirían de un momento a otro por el cerro de Monserrate, para llegar al palacio presidencial.

El 22 de noviembre anterior, el gobierno de Roberto Urdaneta Arbeláez, había enviado a Venezuela una nota reconociendo la soberanía de ese país sobre los islotes de Los Monjes. Dentro de las razones que se adujeron para adoptar semejante decisión, fue la existencia un memorando firmado por un oficial subalterno del estado mayor del ejército en el que se afirmaba que las fuerzas armadas de nuestro país, teniendo en cuenta que estaban integralmente empeñadas en la lucha contra la guerrilla, no tenían la capacidad de afrontar un conflicto armado con Venezuela: insólito argumento que se adoptó para hacer aparecer al ejército como “chivo expiatorio” de la incompetencia y la ignorancia.  

Algunos comentaban, que la nota había sido enviada en supuesta reciprocidad, por la extradición a Colombia de uno de los jefes de la guerrilla en el Meta, Eliseo “cheito” Velásquez, que se encontraba en Venezuela. Después del “golpe de opinión” de Rojas Pinilla el 13 Junio de 1953, la guerrilla se desmovilizó y entregó las armas, en uno de los capítulos más conocidos de la historia contemporánea de Colombia.

Sin embargo paulatinamente a partir de 1954 y 1955 algunos desmovilizados retomaron las armas y comenzaron a asaltar a sangre y fuego a indefensas poblaciones, a asesinar alevemente a campesinos y expulsarlos de sus parcelas, así como a rematar después de los encuentros armados a soldados y policías que prestaban el servicio militar obligatorio. Habrá que consultar a la ilustre vicepresidenta del comité noruego del Premio Nobel de Paz, Berit Reiss-Andersen si estas acciones las considera como parte de la “guerra civil” que según ella comenzó en 1964.  

Asoma el 2017 con retos fundamentales en los que todavía se percibe una marcada polarización en el país, que no se veía desde hace muchos años. Entre ellos la implementación del acuerdo con las FARC. No sabremos en un corto plazo cuáles serán sus verdaderos efectos y consecuencias, ni si realmente va a generar la paz en el país, como muchos lo esperan. Ojalá sea así.

Entre tanto en el 2017 el ELN, tratando de “mantener distancia” con las FARC, continúa asesinando soldados y policías, secuestrando, extorsionando y volando oleoductos. Además en el horizonte del próximo año aún no se vislumbra una salida al problema del narcotráfico, uno de los principales pilares de la violencia e inseguridad que azota al país.

También en el 2017 Colombia deberá estar preparada para manejar los problemas derivados de la situación en Venezuela, de la que no podremos abstraernos; así como para enfrentar partes decisivas de los pleitos con Nicaragua en la Corte Internacional de Justicia.

El 2016 fue año bisiesto, seguramente el próximo será mejor…amanecerá y veremos…

(*)Profesor de la facultad de Ciencia Política, Gobierno y Relaciones Internacionales de la Universidad del Rosario

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