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Democratización del Crédito (Por Rafael Rodriguez Jaraba)

Rafael Rodríguez-Jaraba
16 de mayo de 2006

Colombia sigue mejorando su desempeño económico. Ya son claros los síntomas de una recuperación como consecuencia del freno a la inflación, y de una mayor democratización del crédito. En medio del complejo entramado de dificultades que plantea la integración económica regional, y de la dispersión de esfuerzos por la cercanía del proceso electoral, es reconfortante advertir el mejoramiento integral que registra el país.

A los pesimistas y contradictores a ultranza de nuestro perfectible modelo democrático, ya no les resulta suficiente dudar de la exactitud de los indicadores de crecimiento, para negar o desconocer la evolución favorable de la economía en su conjunto. Claro es, que el mejoramiento es tenue, y no favorece a todos, en especial, a los sectores más necesitados que aun no perciben beneficios directos. Con todo, es evidente que hay tendencias favorables que hacen promisoria una mayor esperanza de progreso, invirtiendo la peligrosa inercia que empujaba a la nación hacia su pauperización.

El freno a la inflación, la reevaluación de la moneda, la diversificación de la oferta, la disminución de las tasas de interés y de usura, el aumento de la oferta de créditos para vivienda a tasas disminuidas, y la competencia aparentemente abierta de las instituciones financieras, constituye un nuevo escenario de mercado, donde la democratización del crédito abre opciones ciertas para alcanzar mayor expansión económica y progreso social.

La razón de ser del estado es el progreso. Si no hay mejoramiento en términos de bienestar de la población, la gestión del estado resulta inútil. Crecimiento económico sin redistribución del ingreso, no es progreso; es simplemente, aumento de la concentración de la riqueza. Solo hay progreso, cuando hay expansión económica hacia los sectores tradicionalmente aislados y marginados de la sociedad.

Apalancar el desarrollo exige disponer de un sistema financiero confiable y sostenible. Pero es claro, que en las economías sanas, la intermediación financiera no es el mejor negocio. Por eso, seguir promoviendo la disminución de las tasas de interés como instrumento cierto de democratización de la riqueza y de los medios de producción, respetando las reglas del mercado y los principios rectores de la democracia, debe ser nuestro mayor empeño para enfrentar la vergonzosa estructura de inequidad económica del país.

Debemos insistir, que en el mercado de valores, hay una oportunidad cierta para democratizar la propiedad, fortalecer las empresas, evitar el endeudamiento, generar empleo productivo, eludir los elevados costos de intermediación financiera y combatir la concentración de la riqueza.

También debemos insistir, que para promover la creación de empleo es prerrequisito disminuir la pesada carga impositiva que agobia a las empresas, para ello, debemos eliminar los impuestos a la nomina y del 4 por mil, así como reducir los márgenes de intermediación y los costos de los servicios financieros.

Concluyamos afirmando que, abaratar el capital, eliminar las exenciones de los sectores solventes, y compensarlos con la universalización de un impuesto de renta disminuido al menos de 8 puntos y con un IVA de un digito, sin lugar a dudas, disminuirá la elusión y la evasión fiscal, generará expansión económica y acabará con la contracción que le niega opciones al progreso. En medio de los complejos desafíos que plantea el progreso, Colombia sigue avanzando.


RAFAEL RODRIGUEZ-JARABA*
*Consultor Jurídico y Corporativo. Catedrático Universitario.