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Día de siembra por día sin carro

El primer jueves del mes de febrero de 2018 todo se detuvo.

Germán Calderón España, Germán Calderón España
5 de febrero de 2018

Los clientes llamaron a cancelar las citas de trabajo; no hubo retiros ni consignaciones en las entidades bancarias; la nana llegó tres horas tarde y nuestros hijos no pudieron salir al colegio; las entidades públicas organizaron horarios especiales para que los servidores no tuvieran problemas a la entrada y a la salida.

Sin embargo, en forma equivocada muchos salimos pensando que podríamos evacuar dos o tres diligencias. Pero oh sorpresa: la ciclovía habilitada por doble carril en las avenidas principales de la ciudad impedía cualquier intento de locomoción.

Según los informes económicos, las pérdidas para el sector automotriz y el de los comerciantes ascendieron al 40 por ciento. Los parqueaderos dejaron de percibir el 70 por ciento de lo habitual. Así mismo perdieron los restaurantes, los cafés y hasta las notarías.

Como el valor superior que se pretende proteger es el medioambiente, la pregunta es ¿por qué no se programa ese día sin carro para un domingo en el que todos podríamos sacrificarnos para ayudar a ese propósito?

Los domingos aparentemente no sacamos carro, pero eso es en las horas de la mañana, porque a mediodía todos queremos almorzar en los centros comerciales o en los municipios aledaños o vamos a visitar a nuestros padres y abuelos, o simplemente vamos a toros, a fútbol o a las diferentes escuelas de arte o deportes donde nuestros hijos reciben sus entrenamientos. Además, porque el domingo ya tiene implementada la ciclovía sin causar el caos que produce instituirla un día entre semana.

Porque si de proteger el medioambiente se trata, ¿por qué la ciudad está infestada de basuras por no prever el resultado previsible? O por falta de conjurar por las vías legales un paro que a todas luces, como lo presagiamos en el de Avianca, es inconstitucional, por recaer sobre un servicio público esencial.

El medioambiente se protege cuidando los humedales, el agua, evitando el tránsito por la ciudad de los miles de tractocamiones que la atraviesan, recogiendo las basuras y sometiéndolas a un tratamiento idóneo de reciclaje y transformación.

No se conserva causando los traumatismos que ocasiona a los ciudadanos en un día hábil que se convierte en un festivo con ciclovías sin usuarios, entidades sin servidores, centros comerciales sin compradores, mientras que los recibos de servicios públicos y de la cuota hipotecaria llegan sin dejar de computar ese día, porque para ellos si es hábil. Las cuentas no se detienen.

Un día sin carro contamina más que un día normal, porque mientras unos tenemos que quedarnos en nuestros hogares cuidando los hijos o en nuestras oficinas haciendo memoriales, quienes tienen carros blindados se pasean campantes sin límite alguno.

Si bien hay un mandato popular de hace 15 años, las circunstancias han cambiado y si la Corte Constitucional en las diferentes sentencias ha defendido la medida, lo hace bajo el supuesto de propender por una mejor calidad de vida de los capitalinos, pero hoy se exige a los gobiernos mayores esfuerzos en sostenibilidad ambiental.

Por ejemplo, llegó el momento de estrechar los lazos de la Corporación Autónoma de Cundinamarca -CAR- con los ciudadanos quienes por primera vez podemos advertir acciones positivas por la recuperación del río Bogotá o de los humedales y los cerros orientales.

Con esa motivación y sin estar radicalmente contra la medida, proponemos cambiar el día sin carro por un día en el que toda familia bogotana siembre un árbol y en el que los padres le den una cátedra de preservación del medioambiente a sus hijos emulando a Medellín o ciudades líderes en esta materia como Copenhague, Melbourne y Múnich.

Por ahora, todo se detiene en el día sin carro, como si la ciudad no se detuviera en los tantos festivos que tiene nuestro calendario.

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