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Padre Javier de Nicoló: Una vida para los jóvenes

Tal vez fue él quien logró que , con la creación del Idipron, que en Bogotá dejáramos de hablar de los gamines, para verlos y entenderlos como jóvenes en riesgo.

Semana.Com
28 de marzo de 2016

El padre Javier de Nicoló dejó una huella indeleble en el alma de más de 100 mil jóvenes bogotanos y colombianos. Todos aquellos que vivieron en las 40 Casas de Juventud que tuvo en el país, encontraron en él, a un hombre que con amor y disciplina logró que la esperanza renaciera para reencontrar su camino en la vida.

Tuve la oportunidad de conocer al Padre Javier de Nicoló a lo largo de mi vida, primero en el Acueducto de Bogotá, él, como director del Instituto para la Protección de la Niñez y la Juventud –Idipron-,  logró que sus jóvenes fueran los primeros voluntarios en la recuperación y mantenimiento de canales y  quebradas. Nicoló decía “Si tienen trabajo y se sienten útiles a la ciudad, su vida tiene sentido”. 

La experiencia que más me marcó fue cuando me invitó como Director del ICBF a una de las casas de la Fundación Servicio Juvenil en Engativá; esa noche, en una infraestructura austera pero muy digna, pude ver cómo la alegría era el eje principal para lograr recuperar a miles de jóvenes que venían de la calle y de las drogas. Más de 50 jóvenes ensamblaron una banda,  tocaron con entusiasmo y pasión, otros cantaron,  los demás acompañaron con marchas y bailes y desde  los balcones el resto de jóvenes, con risas permanentes, alentaban a sus compañeros. Eran niños y jóvenes felices.

Ese día, cuando algunos de ellos me contaron sus historias de abandono por parte de sus familias, de maltrato y en la mayoría de ellos, la vida de miseria en las drogas, entendí que la tarea del Padre no solo era encomiable, sino una, de profunda espiritualidad. Todos los muchachos lo abrazaban, a todos les hacía bromas y de muchos contaba cómo había ido a sacarlos de unos sitios tenebrosos.

Todo en esta Casa de Juventud estaba en orden,  se notaba la disciplina y el cuidado, pero sobretodo el amor para que cada espacio fuera una posibilidad más para darles felicidad a estos jóvenes que venían de la calle. Muchos de los profesores o acompañantes eran jóvenes que se habían recuperado y ahora contribuyen con la fundación. Una obra de vida, que como buen Salesiano y movilizando la solidaridad de muchos,  construyó a lo largo de su existencia.

Tal vez fue el Padre Javier de Nicoló que logró, con la creación del Idipron, que en Bogotá dejáramos de hablar de los gamines, para verlos y entenderlos como jóvenes en riesgo; en muchos casos como habitantes de la calle pero con todas las posibilidades para lograr su resocialización.

Hoy en día se habla de jóvenes “Nini”, Ni estudian , Ni trabajan. Uno de cada cinco jóvenes latinoamericanos esta clasificados en esta categoría. En la región hay más de 20 millones de jóvenes Nini,  en solo la ciudad de Bogotá se calcula que son alrededor de 300 mil. Son una generación en riesgo, pues el hecho de retirarse del colegio y no tener tampoco un trabajo, hace que se acentúen otros factores que perjudican su desarrollo. En particular, en las áreas urbanas, son objeto del microtráfico y los más propensos, al consumo de sustancias psicoactivas. El embarazo adolescente en este sector de la población puede llegar al 20%, es decir que 20 de cada 100 jóvenes antes de los 18 años está embarazada o ya ha tenido un hijo. Son los más afectados por enfermedades de transmisión sexual y los de más altas probabilidades de vincularse a actividades delictivas. Mientras que la tasa de desempleo en Colombia es del 10,9%,  para los jóvenes de 15 a 24 años es del 14%.

El padre Javier de Nicoló fue el primero en entender la realidad de estos jóvenes en riesgo y por ello, dedicó su vida a ellos, siempre decía que le gustaba trabajar con los jóvenes entre 15 y 24 años. “cuando a ellos se les trata y enseña con cariño, aprenden más rápido”, decía. Fue siempre a través de la promoción de estudios técnicos,  de la cultura y las artes que buscó que todos estos muchachos reconstruyeran su proyecto de vida.

El tributo que le rindieron más de 40 mil  personas con globos blancos y otros colores en las exequias del Padre, es una muestra fehaciente de que transformó la vida de cientos de miles con su obra; es también un llamado a la sociedad bogotana y colombiana para que no abandonemos esta generación de jóvenes.

Solo en la medida en que la ciudad enfoque sus esfuerzos en este grupo poblacional, para asegurarles una educación de calidad, mejores oportunidades para desarrollar sus talentos deportivos, artísticos, culturales y tecnológicos, vamos a poder aprovechar de una mejor manera la posibilidad de ser una sociedad con cada vez más jóvenes adultos.

En el siglo pasado, los niños y jóvenes formaban su carácter y sus valores en la familia, en la iglesia y en la escuela. En pleno siglo XXI, los espacios de formación se dan allí mismo, pero también en la televisión, el internet, la calle y con los parches, en donde se desarrollan los procesos de incorporación de los nuevos valores de la sociedad. Tendremos que innovar en la forma cómo logramos una política social y educativa que asegure a que estos jóvenes tengan todas las oportunidades para crecer con una adecuada calidad de vida y que si por algún motivo perdieron el rumbo, la misma sociedad y el Estado les ofrezca la protección social necesaria para que puedan retomar el rumbo. El Padre Javier de Nicoló demostró que es  posible, aprovechemos su legado

*Concejal de Bogotá

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