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Reaccionarios, reformistas y revolucionarios

Para los meses que falta de campaña, veremos si los colombianos se dejan capturar por los extremos y acuden a las urnas a expresar el temor o el odio por los otros, o si son capaces de alejarse de la pasión que despiertan las campañas y pensar con la cabeza fría.

Julia Londoño, Julia Londoño
15 de febrero de 2018

Mucho se habla de la izquierda y derecha, pero cada vez se hace más difícil atrapar la realidad política en estos conceptos. No porque no existan, sino porque muchas nuevas realidades superan el tema de la disputa económica y el rol del Estado que han caracterizado esta visión. Usualmente, además, quienes militan en la derecha tienen una actitud más vergonzante sobre su condición y evitan a toda costa que se los encasille con dicho rótulo.

Resulta importante entonces tratar de construir nuevos referentes para entender las realidades políticas. Una aproximación distinta es intentar entender los campos políticos diferenciados entre los reaccionarios, los reformistas y los revolucionarios.

Los reaccionarios son aquellos que defienden el estatus quo. Su principal preocupación es garantizar que los grupos poderosos, económica y políticamente, puedan seguir disfrutando de sus privilegios. Aunque su principal bandera es atacar los acuerdos de paz, su objetivo no es tanto echarlos para atrás, como evitar que las transformaciones que están allí consignadas salgan adelante. Los reaccionarios enfatizan la necesidad de que el país crezca, y plantean políticas para superar la pobreza, pero sus métodos consisten en brindar garantías a los ricos para que generen riqueza y desarrollar políticas asistencialistas para los pobres. En la gama de los políticos reaccionarios se encuentran el ex procurador Ordoñez, que defiende ideas del siglo 19, el candidato del centro democrático, que buscará evitar que la justicia llegue hasta el ex Presidente Uribe y el ex Vicepresidente Vargas Lleras, que busca gobernar con las mismas fórmulas transaccionales creadas en el Frente Nacional.

Los reformistas son conscientes de que los cambios de una sociedad suelen ser graduales para ser exitosos, entienden que en democracia el diálogo es fundamental para conseguir avanzar y apuestan por el cambio en las estructuras del poder político y económico como fórmula para superar la inequidad que ha caracterizado el país a lo largo de su historia. En lugar de defender el estatus quo buscan transformarlo pero sin desbaratar la institucionalidad, eso implica reconocer que no todos los cambios son posibles y la necesidad de priorizar aspectos claves como la lucha contra la corrupción, y  la remoción de los elementos que sustentan la inequidad. Al contrario de los reaccionarios, saben que una transformación del campo es fundamental para conseguir la competitividad y la productividad del país. Aunque saben que es imposible no tocar callos, reconocen que nadie puede ser atropellado. Tanto Humberto de la Calle como Sergio Fajardo representan este espectro.

Finalmente, los revolucionarios, consideran que sólo con grandes transformaciones inmediatas y en todos los frentes es posible conseguir que Colombia avance. Más allá de reconocer el carácter conflictivo de las transformaciones, promueven la confrontación y consideran que la política pugnaz es la que puede modificar las relaciones de poder en el país. Para ellos, la institucionalidad hace parte del estatus quo, así que sus niveles de respeto por la misma son relativos. Si la institucionalidad permite sacar adelante su agenda no hay problema, pero si se opone entran a desafiarla. Su poca capacidad para el diálogo y la construcción de consensos implica que para sacar adelante sus propósitos acudan a la acción extra institucional. Su prioridad es la lucha contra la pobreza, pero para conseguirlo deben acabar con las estructuras que reproducen la riqueza excluyente. En este campo se encuentran tanto Petro como las Farc, sin embargo estas últimas actúan con mayor ponderación en su campaña dado que apuestan a conseguir ser aceptados como demócratas, mientras que Petro ya ha padecido las obstrucciones del establecimiento a sus intenciones y apuesta al apoyo popular para contrarrestarlo.

En condiciones normales, los candidatos reformistas deberían tener un mayor apoyo de la sociedad, pues la mayor parte de los ciudadanos se encuentran en esta franja. Sin embargo, el crecimiento de la polarización hace que los extremos crezcan y se empeñen en enviar mensajes radicales para conseguir la adhesión de sus bases. Al estilo Trump. En un escenario de polarización, muchos de quienes se encuentran en el centro son empujados a tomar partido y en esa medida ayudan al crecimiento de los extremos en una espiral polarizante.

Para los meses que falta de campaña, veremos si los colombianos se dejan capturar por los extremos y acuden a las urnas a expresar el temor o el odio por los otros, o si son capaces de alejarse de la pasión que despiertan las campañas y pensar con la cabeza fría.

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