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'Divide et impera

La América Andina, no apta para maquila, con miedo de integrarse e incapaz de competir, paró de patito feo del hemisferio

Semana
25 de julio de 2004

Eso de "globalización" es un término piadoso para describir el dominio aplastante de Estados Unidos sobre la economía, la política y la cultura del planeta Tierra. La cosa es un escándalo: los gringos son menos del 1 por ciento de la humanidad pero controlan el 28 por ciento de la riqueza del orbe. Peor: dos quintas partes del producto mundial total de los últimos 20 años se creó en ese país. El presupuesto militar del Tío Sam iguala al de las ocho potencias que le siguen, juntas. Bush es el único gallo que canta en el gallinero, como saben Chirac, Putin, Hussein y los demás. La Internet y CNN -como quien dice el motor y la conciencia de "nuestra" aldea global- son inventos gringos y propiedad de gringos. Así que más de medio mundo cree que "América" es un país en vez de un continente. Para bien y para mal, por acción o reacción, ese país-América está partiendo al continente en otras tres américas cada vez más distintas y distantes: la del Centro, la del Sur y la Andina, con México, Brasil y -vea usted- Colombia, como los tres países decisivos. "¡Pobre México! -decía Porfirio Díaz- tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos". Yo no tengo manera de saber si México se ha acercado a Dios o Dios a México. Pero sí sé que los manitos están cada vez más aferrados a los gringos: el 70 por ciento de las exportaciones y 40 por ciento del empleo formal dependen de ellos. México, igual que El Salvador y sus vecinos, se pegó a la locomotora del Norte, se llenó de maquilas, y por eso este pedazo de América logró seguir creciendo. Ni Brasil ni Argentina tienen condiciones para la maquila, y por eso optaron por una vía alterna: agrandarse uno a otro los mercados y tratar de producir cosas distintas. Es la expansión tan veloz de Mercosur (40 por ciento de las exportaciones gauchas, 25 por ciento de las brasileñas), la reconversión agrícola e industrial, el apalancamiento del real sobrevaluado, el tropezón de 1998, el crack de hace dos años, la entente Lula-Kirchner y el forcejeo de Brasil con USA en torno al Alca. Chile tomó un camino solitario y regresó, con éxito, a venderles metales y frutas a los gringos. Pero la América del Cono Sur en su conjunto ha caminado si acaso a trompicones. Queda la América Andina, lejos de Dios, lejos de Estados Unidos y lejos de Brasil. No apta para la maquila, con miedo de integrarse e incapaz de competir, paró de patito feo del hemisferio. Su negra crisis se resume en tres palabras: petróleo en Ecuador y Venezuela, coca en Perú y Bolivia, cocaína en Colombia. La caída del precio del petróleo desbarató esas sociedades rentistas, esos Estados rentistas y esos partidos políticos rentistas que se llamaban Ecuador y Venezuela. Lucio es el tapón hechizo del uno frente al caos, Chávez es el salto del otro hacia el vacío. El alza por la invasión de Irak ha traído un respiro para ambos (16.000 millones de dólares para Caracas, unos 600 millones para Quito). Pero todo mundo sabe, hasta ellos mismos, que el cañazo no puede sostenerse. Perú y Bolivia están que se revientan. Toledo no se cae porque no hay quién se encarte, y Mesa se mantiene porque no hay más remedio. Pero ambos países tienen minerales para ir sobreaguando y aplazar otro poco la ira de los indios. Ambos en todo caso hacen bien el mandado de la DEA, tanto es así que acabaron por mandarnos los sembrados de coca. Y en Colombia se juntaron la coca y la cocaína, la agricultura y la industria, el raspachín y el sicario, las guerrillas y los paras. La droga desgarró al país entre dos fuerzas titánicas: la fuerza económica de los consumidores gringos y la fuerza política del gobierno gringo, la rentabilidad irresistible por un lado, la rigidez prohibicionista por el otro. Los Andes son el área del ciclón y Colombia es el vórtice. Son tres américas al sur del río Bravo que no hablan entre sí sino que esperan instrucciones de Washington. Y Washington quiere cosas distintas de cada una: quiere la mano de obra barata de México, quiere el mercado grande de Brasil y quiere que Colombia no le mande droga. Por eso los andinos no debemos hacernos ilusiones.