Home

Opinión

Artículo

OPINIÓN ONLINE

Dividendos de paz

El estudio realizado por Planeación Nacional arroja resultados ampliamente positivos para Colombia si se logra poner en marcha el eventual acuerdo con las FARC. Ojalá tenga razón.

Jorge Humberto Botero, Jorge Humberto Botero
10 de junio de 2016

Hacia el año 2005 la administración Uribe se encontraba inmersa en la negociación de varios tratados de comercio e inversión y trataba de echar mano de ejercicios prospectivos para mostrarle al país los logros espléndidos que Colombia podría obtener si persistía en esa línea de acción. No recuerdo las cifras del estudio que aquel entonces realizó el DNP pero sí las conclusiones: una notable aceleración del crecimiento económico, del empleo formal, de la tasa de inversión y, por supuesto, impactos muy positivos en el desarrollo rural.

Quien aquí escribe optó por no incorporar los mensajes positivos que de tal ejercicio resultaban en los discursos que pronunció en defensa de las negociaciones comerciales. Me parecía que los ejercicios de extrapolación de resultados para aplicarlos al país propio suelen tener escaso valor, en especial si son elevadas las diferencias en la estructura económica y social de los países que sirven de referencia. Igualmente creía que la naturaleza multicausal del desempeño económico determina que, en rigor, las predicciones tengan un valor reducido, sobre todo si abarcan periodos relativamente prolongados.  Es lo que sigo pensando.

En aquella época la economía mundial crecía a tasas elevadas, la demanda china por importaciones de todo tipo, no sólo de bienes básicos, parecía una fuente inagotable de progreso para países como el nuestro. Como el comercio mundial crecía incluso más rápido que la economía mundial, era razonable apostarle a este como motor de crecimiento.

Pero miren lo que sucedió: Estados Unidos padeció, a partir del 2008, la crisis financiera más profunda de su historia desde el colapso de la bolsa en 1929; China redujo sustancialmente su tasa de crecimiento y cambió su modelo económico para dar énfasis al desarrollo endógeno; nuestra moneda se revaluó arrasando con las posibilidades del agro y la industria para competir en los mercados externos y defender con éxito los internos. La agenda nacional de productividad y competitividad todavía no arroja resultados suficientes. Por este motivo las expectativas que se tenían no han podido cumplirse a plenitud.

Lo hasta aquí dicho provee el contexto para referirme al documento “Dividendo de Paz” publicado por Planeación Nacional.  Allí se concluye, luego de examinar un amplio número de países que han padecido conflictos armados, que el dividendo de la paz se encuentra entre 1,1 y 1,9 puntos porcentuales de mayor crecimiento económico.

"Aplicando este resultado a la economía colombiana se tiene que un dividendo de 1,9 puntos porcentuales adicionales implica una tasa de crecimiento potencial del 5,9% en un escenario de paz, que se basara´ principalmente en la mayor confianza en el futuro del país”. Como la tasa de crecimiento promedio de nuestro país ha sido aproximadamente del 4%, la aceleración sería enorme.

Quisiera equivocarme, pero tengo dudas sobre esas proyecciones optimistas. El supuesto esencial de ese ejercicio consiste en la finalización, simultánea o casi, de todos los conflictos armados que devastan el campo colombiano. En realidad, el pronóstico más probable es que, en el futuro previsible, solo se celebre un acuerdo con las FARC. Aún si todos sus frentes se desmovilizan, lo que genera algunas dudas, nos quedan el ELN y la vasta colección de grupos delincuenciales que denominamos “Bacrim”. El combustible para atizar la hoguera lo provee el narcotráfico, que pasa por uno de sus mejores momentos, la minería ilegal del oro y, en años más recientes, la del coltán, un metal de enorme valor en los mercados externos.

La reciente visibilidad que como consecuencia del secuestro de unos periodistas ha tenido la zona del Catatumbo -calificada por el Presidente como el “Bronx” de nuestro país-  ha puesto de presente que esa es tierra de nadie, al igual que tantas otras que carecen de adecuada presencia estatal. Como lo ha señalado Claudia López en su reciente libro, el Estado solo logra cumplir sus funciones básicas de proveer justicia, seguridad y recaudar impuestos en una porción acotada del territorio. En muchas partes esas funciones las cumplen actores ilegales.   

De otro lado, es preciso advertir que la relativa marginalidad del conflicto armado, que se concentra en zonas remotas de escasa población, determina que su impacto económico sea reducido y, además, decreciente como lo muestran las cifras de homicidios por razones políticas y de desplazamientos poblacionales. No es menos cierto que cuando los conflictos son prolongados la economía genera una cierta capacidad para mitigar los efectos de la confrontación.

Por lo tanto, aún si logramos resolverla por completo, podría suceder que el aumento de la tasa de crecimiento potencial no cambie de manera dramática. En fin de cuentas, el desempeño de Colombia ha sido uno de los mejores de la región en un horizonte de cincuenta años, el mismo tiempo durante el cual, según la debatible teoría que comparten el Gobierno y la guerrilla, la “guerra” ha tenido lugar.

En último término, cabe mencionar que reducir el gasto en seguridad, que es muy elevado en comparación con el de muchos países, no parece posible en el corto plazo como el propio Gobierno lo ha reconocido. No cabe tampoco, por esta vía, esperar un dividendo de paz.

No se me entienda mal.  Erradicar la violencia rural es un imperativo ético y político de la sociedad colombiana, así lograrlo no mueva la aguja económica.  Tienen precedencia las consideraciones humanitarias en relación con los varios millones de compatriotas, pobres en su mayoría, que padecen fenómenos de violencia estructural. Concluyo, pues, reiterando lo que dije al principio: ojalá el acuerdo con las FARC (si se materializa, es refrendado por los ciudadanos y convalidado por la Corte Constitucional) nos abra una nueva era de progreso y bienestar, en especial para las víctimas del conflicto en el Chocó, Putumayo, Meta, Nariño y Caquetá.  Y en el nuevo “Bronx”.

Noticias Destacadas

Luis Carlos Vélez Columna Semana

La vaca

Luis Carlos Vélez