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Documental sobre el olinguito

Este olinguito pantallero gusta en especial de las mieles del poder.

Daniel Samper Ospina, Daniel Samper Ospina
24 de agosto de 2013

Como varios medios de comunicación lo dieron a conocer recientemente, genetistas del Instituto Smithsonian encontraron una nueva especie animal que habita en las zonas montañosas de Colombia: se trata de una mezcla de gato y oso de peluche; un mamífero chiquito, pero trepador; regordete y de mirada tierna, cuyas garras le permiten ir de rama en rama sin caerse, y al que sin duda alguna dan ganas de espichar y de comercializar para su uso en espejos de taxi. La comunidad científica lo presentó en sociedad con el nombre de olinguito, pero coloquialmente, en la zona andina, los habitantes siempre lo han conocido como Luis Carlos Villegas. 

En esta filmación podemos observar un ejemplar: allí está, dentro de esa fila de funcionarios que se están subiendo a un avión con rumbo a La Habana. El olinguito es aquel que va de último: carga un maletín en la mano mientras se deshace de sudor, incómodamente apretado en unos pantalones que ya le tallan las tetillas. 

Pese a que su capacidad de adaptación es notable –en especial de gobierno a gobierno–, el olinguito no es una especie apta para el calor: de ahí que se le observe descompuesto, con un rocío de sudor en frente y labios, pese a que esta secuencia haya sido filmada en el aeropuerto bogotano de Catam. 

Acá observamos cómo la camisa se le sale por la parte de atrás mientras deglute, desprevenidamente, las achiras que ha acumulado en los últimos vuelos. Porque, al igual que otras especies de la familia de los prociónidos, el olinguito acumula alimentos de los que da cuenta sentado en sus cuartos traseros (muslos y glúteos), como lo notamos en estas otras imágenes en la que despacha, con evidente alegría, un tamal con pata de pollo: su condición de carnívoro neoliberal así se lo permite.
 
Sin embargo, como pariente lejano del oso, el olinguito que se observa en la pantalla –este olinguito pantallero– basa su dieta en la ingesta abundante de todo tipo de mieles, en especial de las mieles del poder, aunque también gusta de la mermelada, en concreto la que cocina y reparte el gobierno de la Unidad Nacional. (Ahora lo vemos lamiendo el sirope de una tostada que acaban de tirarle desde el alto gobierno).

Tiene una sola cría por parto, y es probable que este ejemplar macho, que saluda en la imagen a un comandante guerrillero, se encuentre en estado de gravidez (probablemente de una cría hembra, dada la forma ovalada de su barriga). 

Por similitudes morfológicas, y como lo reseñaron diversos zoologistas de redes digitales, durante muchos años esta especie fue confundida con olingos mayores, como el exgeneral de la Policía Royne Chávez; se diría también que con mapaches carnívoros, como Angelino Garzón, y aun con algunos anfibios, como el lagarto de coctel (Poncho Batracae en latín) debido a semejanzas de comportamiento.

Sin embargo, analistas del Museo de Ciencias Naturales del Smithsonian pudieron catalogarlo como especie nueva al tomar las medidas de su cráneo y constatar que este especimen, vertebrado pero blandito, mitad coatí mitad líder gremial, exuda tal nivel de ternura y segrega tanta gratitud ante el potentado criollo, que no se parece a ningún otro. 

Su hábitat natural es el poder, como lo vemos ahora en esta secuencia en que el presidente Santos, un tipo de camaleón que se da en las zonas andinas, le ofrece durante la clausura de la Andi el cargo de embajador en Estados Unidos. Noten cómo el presidente Santos le hace el ofrecimiento en vivo y en directo, y observen la reacción del rollizo olinguito, entre desconcertado y divertido. Escuchen el aplauso del respetable, absorbido por una creciente música de violines que permite a los miembros de las dos especies acercarse poco a poco y fundirse en un abrazo, mientras la concurrencia aplaude a rabiar y el presidente Santos caza un mosco con la lengua. 

Como es una especie que puede hallarse en vías de extinción, el olinguito de este documental será enviado a Washington para que científicos del Instituto Smithsonian puedan estudiarlo de cerca. El decreto de su nombramiento será firmado por María Ángela Holguín, un ejemplar de la subespecie de las holguinitas. 

La foto que pegarán en el pasaporte diplomático servirá también para imprimir su mona en el álbum de chocolatinas Jet, lugar al que ingresará como miembro oficial de la fauna colombiana: allá compartirá páginas con delfines, elefantes, micos, sapos, lobos y lagartos que habitan en los árboles autóctonos de Colombia, principalmente en las tres ramas de su sistema imperante.

Reemplazará en funciones a Carlos Urrutia (Abogatus Abusivis en latín), una garza de vuelo de avión que regresará al país para montar un negocio de parqueaderos dada su vocación para cobrar por fracción (los papeleos correrán por cuenta de Néstor Humberto Martínez, un tipo de zorrillo perfumado y volador cuyo pelaje impermeable, al que nada mancha, causa bastante intriga en el mundo de la ciencia: en parte porque las intrigas siempre han sido su fuerte). 

En la imagen miembros del gobierno nacional atraen con achiras al olinguito para que ingrese al guacal en que viajará a su nuevo destino, mientras este se deshace del calor. 

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