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¿Dónde están los ministros?

Los únicos ministros de este gobierno son Relaciones Exteriores, Hacienda y Trabajo. Los demás parecerían viceministros o secretarios

Semana
12 de noviembre de 2001

El ‘ministrometro’ de esta oportunidad, habitual sección de esta columna, arroja un curioso resultado: el de que este es un gobierno de tres ministros, y punto. Los demás son inexistentes, y no necesariamente por su culpa. Un ministro es, desde luego, subalterno del Presidente de la República. Pero subalterno de primer orden.

El problema es que, salvo por los tres ministros que a continuación mencionaré, los demás parecerían más bien viceministros o secretarios: carecen absolutamente de representatividad gubernamental, tanto en cuanto a lo que dicen como en cuanto a lo que hacen, y prueba de ello es que muy pocas veces los medios los buscan para hacer noticia.

Los únicos ministros que existen en este gobierno son Relaciones Exteriores, Hacienda y Trabajo.

Las malas lenguas, o las buenas, aseguran que el ministro de Relaciones, Guillermo Fernández de Soto, es más importante de lo que parece. No sólo es evidentemente un vocero autorizado del gobierno, sino un asesor en la sombra del Presidente, de los pocos que se han ganado el permiso de hablarle al oído. Las mismas lenguas aseguran que son muchas las ‘embarradas’ que este gobierno ha evitado por cuenta del Canciller. Y en relación con los logros propios de la cartera que desempeña, aun los peores enemigos del gobierno son los primeros en reconocer que el avance de la posición de Colombia en el plano internacional es indiscutible, incluyendo en primera línea la forma como el mundo ha cambiado su visión acerca de la guerrilla colombiana: hasta hace apenas tres años era vista como una manada de ‘Robin Hoods’ criollos. Ahora comienzan a verla como una parranda de violadores de derechos humanos.

Otro de los ministros que existen es el de Trabajo. Angelino Garzón ha resultado sorprendentemente hábil, es simpático, cae bien en la opinión, tiene posiciones que no siempre son las que el resto del gobierno ve con buenos ojos pero se las arregla no sólo para defenderlas sino, en muchas ocasiones, para sacarlas adelante. Me parece mucha gracia que a pesar de la cantidad de declaraciones que entrega a diario a los medios no haya sido desautorizado en público —ni en privado, parece— por el Presidente (como sí le ha sucedido a otros ministros, como la de Comercio Exterior, que recibió un jalón de orejas cuando se atrevió a ponerse del lado de Avianca en medio del cacareado proyecto de fusión). El ministro Garzón tiene teflón, es indudable, a pesar de que claramente es un hombre “de ideas distintas”. Pero es quizá por eso mismo que el Ministro de Trabajo se ha convertido en una especie de pararrayos del gobierno frente al descontento social que despierta la situación económica.

El tercer Ministro que existe es el de Hacienda. No me extenderé en el papel de Juan Manuel Santos al frente de una de las carteras más complicadas e ingratas del gobierno: en varias ocasiones se ha analizado desde esta columna. Pero sí valdría la pena decir que no me preocupan para nada las frecuentes divergencias públicas que mantienen los ministros de Hacienda y de Trabajo, porque es el reflejo perfecto de que de dos posiciones tan distintas puede resultar lo que más le convenga al país. ¡Lo que sí no nos daría ninguna garantía sería que Santos pensara como Angelino, o Angelino como Santos!

De los demás ministros sólo voy a hacer referencia a tres: Defensa, Interior y Justicia.

En el caso del vicepresidente Bell, claramente un hombre bueno, su timidez lo hace intangible. Lo poco que ha dejado entrever de su gestión es que rápidamente venció las prevenciones que despertó su nombramiento y que ha logrado ganarse a los generales. Pero no es tan claro que mande allá adentro.

En el caso del Ministro del Interior, pocos habrían podido llenar, como él, los requisitos para el cargo. Liberal: chuleado. Político: chuleado. Antioqueño: chuleado. Con entrada al Congreso: chuleado. Buen orador: chuleado. Entonces, ¿por qué no brilla? Porque el Ministerio del Interior se quedó sin funciones cuando gobernadores y alcaldes se volvieron de elección popular. A partir de ahí el Ministro del Interior conservó el título, la cartera, el edificio, el prestigio, pero se quedó sin funciones.

Y en cuanto al Ministerio de Justicia, hay que abonarle a Rómulo González que logró existir él, el Ministro, al frente de una cartera inexistente. (Lo único que hoy hace el Ministerio de Justicia es ‘cuidar’ al Inpec). Fueron muchas las polémicas nacionales que Rómulo ha liderado a nombre del gobierno. Pero elegido el nuevo Fiscal, Rómulo también desaparece. n

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