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Ecuador, la grata sorpresa (Por Fabio Parra Beltrán)

Semana
20 de junio de 2006

Que Brasil y Argentina avancen en el mundial es un logro apenas natural asumiendo que hacen parte de la elite del fútbol, del selecto grupo de 7 países, de los más de 200 afiliados a la FIFA, que se han coronado campeones del mundo desde 1930. Y en caso de salir vencidos será una noticia fatal para sus seguidores acostumbrados a la victoria, que no afectara la egolatría por los triunfos históricos.

Lo que es un sueño irónico, acto de soberbia, de rebelión al eterno retorno, grata sorpresa, lo origina la clasificación de los ecuatorianos a los octavos de final, cuando su naturaleza futbolística es ser perdedores, como fielmente lo habían demostrado por décadas.
Dentro de las estadísticas favorables a las naciones bolivarianas sobresalen hechos en su mayoría penados como delitos, así que un triunfo honesto no es común en nuestras naciones. No obstante, el fútbol nos ha dado casos como el triunfo de Bolivia sobre Brasil, Colombia 5 - 0 Argentina, o el único empate de Alemania en el mundial de 1990 contra Colombia, que aun enaltecen a estas naciones. ¿Pero Ecuador ganando? Así como te lo imaginas, ellos están triunfando dirigidos por un cuerpo técnico colombiano. Tenía que ser colombiano pues nosotros no nos arrugamos ante nada; Si hay alguien capaz de no acobardarse y romper pautas es un compatriota, y en éste caso es Luís Fernando Suárez, un técnico de la escuela de Francisco Maturana, que fuera de Colombia y Ecuador no es muy conocido; ¿A quién le ha ganado? ¿Qué hizo para que este equipo triunfe con una nomina sin estrellas? Meterle barraquera, huevos y convencer a sus jugadores de que el hecho que un jugador contrario cobre al mes lo que ellos ganan en toda su carrera no lo hace invencible, ni mejor. Nada de eso, como dice el filósofo del gol: en la cancha son 11 contra 11 y cada partido es una historia diferente compañero, compañero; garantizando que para orgullo de nuestra mediocridad perder es ganar.
Ellos no están pensando en ser campeones, lo que no reprime celebrar que un país que en principio pretendía hacer una digna presentación, amparados en la virgen para no hacer el ridículo y esperando el milagrito de Dios para la clasificación, no necesitó de rezos y portentos para demostrar su fútbol y se metió entre los mejores 16 seleccionados presentes en Alemania.

No tengo memoria de una felicidad más grande en el fútbol en los últimos años, pero he visto a mis amigos ecuatorianos envueltos en una alegría frente al televisor con sus cervezas celebrando, disfrutando de las mieles del triunfo, a lo cual me les uní, con la aclaración de ser uno más que los apoya mientras no estén de por medio los intereses de Argentina. Estamos con nuestros vecinos, como debe ser la lógica de las cosas, si el trabajo no es para mi, ojala se lo gane mi amigo. Los apoyaremos enérgicamente como a Brasil y Argentina, los favoritos de este lado del planeta, y sino llegan dos a la final, apoyaremos al que más avance, es la sensatez de la hermandad latinoamericana. Que irreverencia más grata y enorgullecedora la victoria de la casa del lado, donde jactanciosos lucen el tricolor, los que ayer eran desplazados del éxito sin pena.

Entre tanto, como dice Maria Isabel Rueda, para terminar, a manera de apoyo al vicepresidente pachito, trascribiré un párrafo que leí en estos días de Santiago Roncagliolo que es aplicable a Colombia donde la convocatoria a la selección se gana con plata y palancas y no con fútbol: en nuestro país, la frase que en cada torneo nos acompaña, como una liturgia, como un mantra, es la siguiente: “aún es matemáticamente posible”, ese melodioso preludio al momento final del ritual, que se clausura siempre con las mismas palabras: “es el momento de trabajar con las divisiones inferiores”. Cuando llega esa sentencia con su cadenciosa sonoridad, uno sabe que todo ha terminado, y que mi país ha sido fiel una vez más a sus más arraigadas tradiciones.


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