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Manos a la obra

La ciudad no está dispuesta a esperar otros dos años, mientras se construyen y ponen en operación otras troncales. Ni tampoco a escuchar que la responsabilidad del mal servicio la tienen los anteriores alcaldes.

Semana.Com
15 de febrero de 2016

En el año 2015, Enrique Peñalosa volvió a tener posibilidades políticas, después de haber sido derrotado por Samuel Moreno y Gustavo Petro en las anteriores elecciones Distritales. La gestión pública de ambas administraciones dejó mucho que desear. La mayoría de la ciudad reclamaba un cambio, que fue lo que impulsó la llegada del actual Alcalde. 

Es una práctica universal darles a todos los gobiernos los primeros cien días, para que marquen el rumbo que quieren imprimirle a su cuatrienio. Es el tiempo necesario para que la administración entrante pueda conocer de primera mano lo que recibe, pero también para iniciar la ejecución de su programa de gobierno. El alcalde Peñalosa no había completado aún cuarenta días, cuando los manifestantes comenzaron a salir a las calles, a expresarse por el pésimo servicio del transporte público masivo de la ciudad. 

La mayoría de los usuarios están insatisfechos con el sistema. Las colas para entrar, la espera de las rutas, la inseguridad, la estrechez de las estaciones, las puertas dañadas, la insuficiencia de baños públicos y los colados, son solo algunos de los problemas apremiantes por resolver. A pesar del aumento de algunas plataformas, en las horas pico se ven cientos de buses parados esperando turno para entrar a las estaciones. Hoy el Transmilenio no es sinónimo de un servicio eficiente y rápido. Lo anterior no justifica bajo ninguna circunstancia el vandalismo.

Y qué decir del SITP. Rutas calcadas de los mismos recorridos que hacían las busetas tradicionales, sin buscar eficiencias sobre todo en los corredores principales. Y adicionalmente los SITP provisionales, que por ausencia de autoridad en declararles la caducidad a dos operadores que no le cumplieron a la ciudad, estos no han podido ser retirados del servicio.  

Esta realidad que viven todos los usuarios a diario, es a la que hay que darle respuestas prontas. La ciudad no está dispuesta a esperar otros dos años, mientras se construyen y ponen en operación otras troncales. Ni tampoco a escuchar que la responsabilidad del mal servicio la tienen los anteriores alcaldes. Precisamente por eso, entre otras razones, se decidió cambiar la orientación política del gobierno de la capital. Corresponde a la nueva administración buscar soluciones audaces, incluyendo algunas temporales, mientras se construyen los nuevos corredores viales. El remedio puede implicar sacrificios para los vehículos particulares, renuentes a cualquier limitación. El interés general debe primar sobre el particular. 

Ya el Alcalde se dio el palo de aumentar de $1,800 a $2,000 el pasaje. Con el mayor recaudo se busca reducir un déficit acumulado de $1,9 billones de pesos que tiene el sistema. Paralelamente, la administración ha hecho un esfuerzo en reducir el número de colados generando un ingreso mayor. 

El 70% de los bogotanos se moviliza en transporte público masivo. El mejoramiento del sistema genera un inmenso bienestar, y es por eso, que todos tenemos que apoyar al Alcalde, en cualquier medida que tenga como propósito remediar el servicio existente. Los usuarios estamos dispuestos a tener algo de paciencia, si sabemos que el mejoramiento viene en curso. Pero para esto, se deben dar respuestas claras y concretas que le permitan a la ciudadanía saber que el caos que todos ven por delante, sí tiene una salida. Más aún si comprendemos que la construcción del Metro va a tomar muchos años, y que una vez concluido, éste solucionará el transporte solo de una parte de los bogotanos. Los demás seguiremos utilizando el Transmilenio. 

Alcalde, ¡manos a la obra!

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