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El acabose de la dirigencia cafetera

Entre el gerente de la federación y el ministro de Agricultura no se sabe quién es más impávido y flemático.

John Mario
1 de febrero de 2013

Los cafeteros pasaron en pocos lustros del mejor al peor de los mundos. De representar más del 50 por ciento del valor de las exportaciones del país, el 30 por ciento del PIB agropecuario y cerca del 7 u 8 por ciento del PIB nacional a mediados de los años ochenta hoy viven de limosna. Y ya no representan ni el 4 por ciento del total de las exportaciones.

Parte del cambio era sin duda inevitable y saludable. La economía nacional tenía que diversificarse. Pero los cafeteros no contaban con tener que vivir resignados a la medianía de su dirigencia y como corolarios a la fuerte caída de la productividad y a que su actividad dejara de ser rentable.

Una de las mayores autoridades cafeteras del país me decía: “La dirigencia cafetera se perdió. Antes estaba en manos de gente de altísima respetabilidad y credibilidad. Los de ahora no tienen la misma capacidad de diagnóstico ni de visión.”

Y razón no le falta. Llevan cuatro años echando los mismos cuentos, que la baja de la producción se debe al cambio climático, a la renovación, los bajos precios, la revaluación, la disminución del uso de fertilizantes, la roya o la broca. Frente a la grave crisis del sector, al gerente de la Federación, Genaro Muñoz Ortega, no se le ocurre otra frivolidad que apostar su barba a que la producción del año 2013 será superior a los 10 millones de sacos.

El año pasado el país registró su peor cosecha en tres décadas, apenas 7,74 millones de sacos. Y no es que la actividad haya dejado de ser negocio o que la demanda mundial por el grano esté de capa caída. De hecho, la producción mundial alcanzó el año pasado un record cercano a los 140 millones de sacos. Casi todos los otros países cultivadores, que también han debido sortear los mismos problemas que Colombia, han aumentado su producción. Ahí están Brasil, Vietnam, Indonesia e incluso Etiopía y Honduras que en la actualidad amenazan la cuarta posición como productor mundial a la que Colombia ha sido relegada.

¿Será acaso que la barba del gerente vale tanto como para compararla con las angustias de los cafeteros, quienes están quebrados porque venden la arroba de café a 58 mil pesos mientras que producirla les cuesta 63 mil?

En otra de sus osadías y muestras de parsimonia, Muñoz Ortega dice contar con el respaldo de las 550 mil familias cafeteras como si la masiva protesta de productores en agosto pasado no lo inmutara. Fueron miles y miles de caficultores de Caldas, Risaralda, Quindío, Antioquia, Cauca, Valle y varios otros departamentos que están quebrados y que por ello atiborraron las calles de Manizales.

Lo que no dice el Gerente, quien hizo carrera en la Federación, pero le falta capacidad y liderazgo, es que así el país produjera en el 2013 al menos 10 millones de sacos tendría problemas para ponerlos en el mercado, porque con los incumplimientos de los últimos años se perdió una clientela que es difícil volver a recuperar.

No sorprende entonces que los codirectores del Banco de la Republica, César Vallejo Mejía y Carlos Gustavo Cano, llegaran a la conclusión en un reciente estudio “El mercado mundial del café y su impacto en Colombia” que el país fue, tal vez, el único que no logró aprovechar las ventajas y neutralizar las desventajas del rompimiento del Acuerdo Mundial del Café y el Pacto de Cuotas en 1989.

También concluyen que la pérdida de importancia de la caficultura en Colombia se explica en buena parte por la caída dramática de su productividad. Mientras en Colombia una hectárea apenas rinde 8.5 sacos de 60 kilos en Costa Rica y Honduras es el doble y en Brasil de más de 21 sacos. Al elevar la productividad habría además más mano de obra que quiere recoger café.

Pero sí asombra lo impasible de las autoridades. Y no es que el gerente desconozca los problemas de productividad. Tampoco el Ministro de Agricultura, Juan Camilo Restrepo, otrora gerente comercial de la Federación de Cafeteros, hace 25 años, quien decía: “aquí podemos estar durmiéndonos un poco sobre los laureles… La productividad promedio del país es de 7 cargas por hectárea, mientras que la de Costa Rica es de 10.”

Pero el Ministro no solo es impasible y flemático para contribuir al gremio que tanto lo promovió, sino que se la ha pasado disfrutando de la aureola de conocedor del sector, pero sin proponer ninguna solución de fondo, a lo sumo un subsidio como paño de agua tibia. Como diría Weber, hay funcionarios que viven para el sector público y otros que viven del sector público.

Como gerente comercial de la misma Federación, y a pesar de que el Departamento de Estado de Estados Unidos ya había mostrado su desacuerdo con prolongar el Pacto Cafetero, hizo caso omiso de las dificultades que se veían venir y los cafeteros tuvieron que afrontarlas de súbito. Siempre defendió la devaluación como instrumento para mantener la competitividad del sector exportador, pero su impavidez le permite solo murmurar ocasionalmente sobre el tema.

Y es que ni siquiera el presidente Santos, que tanto habló en el pasado de los riesgos de padecer la "enfermedad holandesa", parece preocuparle en serio que el país la esté padeciendo.

Si las autoridades cafeteras no tienen soluciones deberían cuando menos presentar alternativas sobre cuál puede ser la vocación agrícola de las tierras de ladera. A no ser que estén esperando que los salve temporalmente una helada en Brasil o que los campesinos terminen de inmigrantes o vendedores ambulantes.

Twitter: @johnmario

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