Home

Opinión

Artículo

OPINIÓN

El analista

Yo fingía que el asunto era trascendental, y en los foros me acostumbré a soltar frases como "analicemos el escenario si Iván Marulanda retira su candidatura"

Daniel Samper Ospina
16 de mayo de 2009

Creía que el chiste de lanzarme a la Presidencia estaba agotado hasta cuando vi que me lo copiaban Alfonso López, Héctor Elí Rojas y otros candidatos que, como yo, tienen el 0 por ciento en las encuestas.

Por eso seguí adelante en mi aspiración, pero para financiarla tuve que conseguir un trabajo extra. Encontré dos vacantes: una para ser analista político; la otra para ser analista coprológico.

Me decidí por la sacrificada labor de analizar desperdicios pestilentes: es decir, opté por ser analista político. La coprología me gustaba, pero nunca pude acomodarme a los almuerzos de trabajo.

Lo peor de ser analista político era inventarse teorías, lanzar hipótesis y crear una retórica medio académica en torno a algo tan cómico como el político criollo.

Para empezar me propuse analizar al Partido Liberal con toda la seriedad del caso. Por eso, cuando el doctor Alfonso López Caballero se lanzó a la Presidencia, en lugar de soltar la carcajada aclaré la voz, fruncí el ceño y dije en una emisora que seguramente lo hacía para bloquear las fuerzas del lopismo que podía tener Alfonso Gómez Méndez.

Me daba pena decirlo, porque para una persona joven ¿qué es el 'lopismo'? ¿La gente que sigue a Andrés López, el de La pelota de letras? ¿Y bloquearle qué, si Gómez Méndez tiene el 0,5 de las encuestas? ¿Y con qué lo va a bloquear, si López tiene el 0,2? ¿A alguien le puede importar de verdad lo que pase entre ellos?

Sin embargo, fingía que el asunto era trascendental y en los foros me acostumbré a soltar frases como ésta:

— Analicemos el escenario en caso de que Iván Marulanda retire su candidatura.

Pobre gente, pensaba después. Todos ellos se disputan a muerte el 0,5 contra el 0,3 de su rival. Deberían hacer una gran alianza para unirse y derrotar entre todos el margen de error.

Hablar de ellos con seriedad de por sí era absurdo, pero había algo que hacía bastante tediosa la rutina: y es que los candidatos liberales, en su mayoría, eran estructurados. El único cantinflesco era Héctor Elí, y a veces la doctora Cecilia López, que salía a trotar embutida en unas sudaderas de falso terciopelo morado que dejarán en alto el nombre del país cuando gane la Presidencia y haga ejercicio ya no en el parque de El Virrey, sino en las calles de Manhattan, en plenas cumbres de la ONU.

En cambio los conservadores somos mucho más entretenidos. Pongo un ejemplo: no sabíamos si apoyar el referendo o presentarnos a las elecciones con un candidato propio. Increíblemente decidimos hacer las dos cosas. Aún recuerdo esa reunión. Carlos Holguín llegó en taparrabos.

— ¿Por qué andas en taparrabos, Carlos?

— Pues para prevenirme contra la gripa -dijo desorientado-.

- No, Carlos: era tapabocas: ta-pa-bo-cas. Con el taparrabos te puede dar más gripa. Corre y te vistes.

Las reuniones eran aburridas, pero José Galat las volvía amenas contando anécdotas de cuando trabajaba en el gobierno de Rafael Núñez, por allá en su juventud. (En la juventud de Núñez, digo: la de Galat fue bastante anterior).

Aquella vez discutíamos sobre la consulta del partido hasta cuando apareció el doctor Valencia Cossio. El ambiente era de camaradería. Comentábamos el trasplante de cara que le hicieron recientemente a una señora gringa, y echábamos indirectazos a ver si Fabio también se animaba. Ya durante el almuerzo nos dijo que podíamos continuar con nuestras campañas, siempre y cuando las retiráramos cuando el Presidente se lanzara. Yo dije que mientras nos dieran puestos, no le veía mayor problema al asunto. Todos me apoyaron. Cuando llegó el café, el 'Pincher' Arias nos hizo salir al jardín, se trepó en un pony y trató de tomárselo sin regar, imitando quién sabe a quién. Pero casi se cae, nos salpicó a todos, y acabamos tan untados como José Obdulio con lo del DAS.

Después de esa reunión tuve que salir a opinar como analista sobre lo que acababa de hacer como candidato. Es decir: hice un autoanálisis. Y llegué a la conclusión de que ser candidato y a la vez apoyar a Uribe era no tener un gramo de dignidad.

Como político me dio rabia lo que dije sobre mí mismo como analista, de modo que salí a defenderme. Es decir: hice una autodefensa. Pero fue un error porque comenzaron a creer que era de La U.

Renuncié cuando me invitaron a un foro sobre el referendo. No aguantaba más. Cualquiera sabe que con referendo o cualquier otro invento que parezca democrático Uribe va a seguir de presidente de este país hasta que se reviente: él o el país o los dos, que es lo que terminará pasando. Fundido, tiré el puesto. Si se trata de seguir engañando a la gente, lo hago mejor como periodista.

Noticias Destacadas