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EL CASO DE TURRA

Semana
17 de marzo de 1997

Tras de cuernos palos, decía mi tía. Después del informe del gobierno de Estados Unidos a propósito de los derechos humanos, la Unión Europea, a petición de Italia, contempla la posibilidad de suspenderle a nuestro país las preferencias arancelarias por culpa del caso Turra. ¿No es algo desproporcionado? Dichas preferencias le fueron otorgadas a los países andinos como retribución a su lucha contra la droga. ¿Cuántos muertos, ilustres y anónimos, y cuánto dinero le ha costado a Colombia esa lucha? ¿Todo ello merece ser anulado por un infortunado caso de policía? ¿No hay algo de precipitación en considerar la morosidad _indudable, inaceptable_ para castigar a los culpables como impunidad definitiva?Para mí, este fue por largo tiempo un litigio entre certezas e hipótesis. El embajador italiano, Francesco Capece Galeota, tuvo desde un principio, como lo tuvo el profesor Sisto Turra, padre de Giacomo Turra, la certeza de que la policía había matado a golpes al muchacho. Varios indicios graves apuntalaron su convicción. Uno, la autopsia: indicaba que la muerte se había producido por golpes recibidos y no por sobredosis de droga, como llegó a explicarlo la policía. Dos, presiones y aun amenazas a los testigos. Tres, la presencia de los policías en el apartamento de Turra en el Hotel Los Delfines, luego de su muerte, y la afirmación del administrador de dicho hotel de que habían dejado allí, sobre una mesa, rastros de coca. Ante estas manipulaciones, no sólo el embajador Capece sino el gobierno y la prensa italianos asumieron como un hecho la responsabilidad de la policía en esta muerte. Y al no ver detenidos a los agentes, estalló el escándalo.En realidad, pese a estos indicios, había campo para otras hipótesis y la consiguiente investigación. El 3 de septiembre de 1995, Giacomo Turra salió de su hotel a las nueve de la noche. A las 11 irrumpió sin camisa y gritando en un restaurante chino de Bocagrande, donde sólo se encontraban sus dos propietarios, dos hijos suyos y dos amigos. ¿Por qué? ¿Qué le ocurrió en esas dos horas? Los propietarios declararon que, presa de un extraño frenesí, se había dado fuertes golpes contra los muros y arrancado un lavamanos, pero la autopsia demostró que los golpes que causaron su muerte no habría podido inflingírselos él mismo. ¿Por qué dijeron esto, por qué llamaron a una patrulla de la policía? ¿Lo presentaron a los agentes como un asaltante, un loco furioso o un drogadicto? Luego, ¿por qué los policías lo llevaron dos veces a un hospital de Bocagrande? ¿Qué ocurrió en los 27 minutos que estuvo en su poder?Ante tal variedad de circunstancias y de posibles culpables, era indispensable abrir una investigación. Igual cosa habría sucedido en Italia. De modo que, como embajador, mi empeño fue el de hacérselo ver así a la familia Turra (en carta publicada por Il Corriere della Sera) y a la ministra Susana Agnelli y demás funcionarios de la Farnesina. Le pedí al propio vicefiscal Adolfo Salamanca, de vacaciones en Italia, acompañarme a la Cancillería italiana para que explicara en qué punto se encontraba la investigación. Y para aclarar las inquietudes de la prensa y la opinión italianas, le propuse a Gabo que organizara en Cartagena un taller de periodismo para investigar el caso, e invité a dos conocidísimos periodistas italianos: uno del Corriere, Maurizio Quierici, y otro de la televisión, Franco Catoni, a fin de que participaran en esta tarea. Obtuve, además, con el general Rosso José Serrano, autorización para que pudieran entrevistar a los policías sospechosos. Los dos periodistas , muy limpia y objetivamente, dieron cuenta de las diversas hipótesis y penumbras del caso. Quierici me dio su presunción personal: algo grave podría haber ocurrido en el restaurante. Pero Il Corriere della Sera, dando por confirmada una de las hipótesis, publicó su crónica bajo el título: 'Los golpes de la Policía mataron a Giacomo'. Quierici se excusó por tal titular: no lo puso él. García Márquez envió una carta de protesta al periódico. (Sí, en todas partes se cuecen habas). Pues lo malo es que el 80 por ciento de los lectores leen sólo los títulos. Tal vez la Farnesina también, pues me fue suspendida y aplazada (indefinidamente) la firma de un importante acuerdo judicial de los dos países para la lucha contra la droga. ¿Puede un caso de policía, por doloroso que sea, prevalecer sobre algo tan importante, tan vital, para los dos países? No lo creo. Tampoco los tres generales que tienen a su cargo en Italia la lucha contra el narcotráfico. Me lo dijeron.Pero seamos claros: la investigación de la Fiscalía dio la razón a las certezas del embajador Capece y del profesor Turra: según su informe, los golpes que causaron la muerte del muchacho fueron recibidos mientras estuvo en manos de la policía. Ante indicios tan aplastantes, la Justicia Penal Militar no puede quedarse cruzada de brazos. Y esa es la impresión que existe. La que nos expone a ser sancionados por la Unión Europea. En un país donde hay ex ministros, ex embajadores y senadores en la cárcel y donde la Policía tiene al frente suyo un hombre limpio e insospechable, sería absurdo proteger indebidamente a cuatro agentes. Tenemos que demostrarle a Italia que todavía existe en Colombia un Estado de Derecho.

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