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El cinismo de Esguerra

Minimizar el papel de las altas cortes en el destape de las cañerías putrefactas del país no le queda bien al ministro de Justicia.

María Jimena Duzán
17 de marzo de 2012

El ministro de Justicia, Juan Carlos Esguerra, me ha hecho reír con su concepción virginal de nuestra prostituida democracia. Sin sonrojarse, pronunció esta frase la semana pasada en una entrevista en Caracol Radio, probando que él en realidad ha vivido en Dinamarca, no en Cundinamarca, desde que asumió la cartera de Justicia:
"No sé de dónde haya sacado el presidente de la Sala Administrativa del Consejo Superior de la Judicatura la idea de que Mancuso podría haber sido ministro de algún gobierno", fue su frase.

La convicción con que el ministro la bordó, como si se tratara de un exabrupto, sin el mayor fundamento, me pareció un chiste. Para sostener esa frase con la vehemencia con que lo hizo se requiere tener una dosis de cinismo importante. Y por lo visto el doctor Esguerra la tiene de sobra. En un país donde cerca de la mitad del Congreso está tras las rejas por la parapolítica, donde la Justicia captura a diplomáticos, a gobernadores y a alcaldes por sus vínculos con los paramilitares y el narcotráfico, mientras los más cercanos colaboradores del gobierno Uribe están siendo investigados por la Fiscalía, acusados de haber participado en las chuzadas del DAS y la Yidispolítica, no se necesita ser adivino para saber qué habría pasado si las altas Cortes no cumplen con su función de impartir justicia y de destapar las estructuras de poder que se escondían detrás del narcoparamilitarismo.

Que le quede claro, ministro: si las altas cortes no hubieran actuado como actuaron -investigando las relaciones de los paras con la política, con los empresarios, con los militares-, el peligro que corría el país no era que Mancuso hubiera llegado a ser ministro, sino que a él y a sus amigos los hubieran terminado nombrando, como de hecho alcanzó a suceder con varios de los presidentes de Fedegan, un gremio en el que presuntamente él era el poder detrás del trono. Minimizar el papel de las altas cortes en el destape de las cañerías putrefactas del país no le queda bien al ministro de Justicia.

De esas declaraciones dadas a Caracol Radio se desprende también otro hallazgo: que el ministro de Justicia se resiste a aceptar la verdad de a puño esbozada por el presidente de la Sala Administrativa del CSJ en el sentido de que si las altas cortes no hubieran adelantado la investigación de la parapolítica, esta se habría tomado el país. Para el ministro la ecuación es otra. No solo porque nuestra democracia es una fortaleza que, según él, ha sabido mantener a raya a la mafia y al narcotráfico -¿será que vivimos en el mismo país, querido ministro-, sino porque desde su orilla la única explicación para que el presidente de la Sala Administrativa del CSJ hubiera insinuado semejante barbaridad es que estaba "respirando por la herida", debido a que la reforma a la Justicia propuesta por el gobierno plantea la eliminación de esa sala.

Puede que los señores del CSJ estén respirando por la herida, pero lo que dice el presidente de la Sala Administrativa del CSJ es cierto: Colombia le debe a las cortes no haber caído en las manos de esa mafia paramilitar que por poco se queda con el país. Y lo que no se entiende es que en lugar de fortalecer esa Justicia, que le ha devuelto la dignidad al Estado porque por fin se ha empezado a correr el velo de la impunidad, el gobierno de Santos proponga una reforma a la Justicia diseñada para acabar con la autonomía de la Rama, a sabiendas que eso va a tener un impacto negativo en investigaciones claves que buscan seguir desatando los entronques que sectores poderosos del país tienen todavía con el narcoparamilitarismo. En el fondo, lo que se está debatiendo en esta reforma es si se le va a permitir a la Justicia que siga investigando estas alianzas malditas o si se le va a maniatar para que volvamos a la impunidad de siempre.

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