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EL COME MINISTRISMO

Semana
10 de mayo de 1999

Comer ministro en Colombia se ha vuelto un deporte nacional. Lo practica la oposición, para
minimizar la carga moral que marcó indeleblemente al anterior gobierno. Lo practican los congresistas para
salir del anonimato. Lo practican los periodistas como tema (yo misma lo he hecho en innumerables
ocasiones). Y lo practicamos en el país, por esa fácil disposición que hemos desarrollado los colombianos
contra cualquier cosa que huela a clase política. El 'come-ministrismo' no es necesariamente malo, porque
forma parte de la opinión libre, y porque los gobiernos necesitan que los controlen. El ideal sería, sin
embargo, que lo que se busque sea la verdad, y no sencillamente tirarse al ministro de turno por puro
deporte. Habría que analizar cuál de estas ha sido la meta en el caso de dos de los ministros
recientemente cuestionados: ¿Será acaso cierto que el Ministro del Interior es el oportunista que pintan, que
pasó de ser la mano derecha de Samper a la de Pastrana, en cuyo gobierno practica el más descarado
clientelismo? ¿Será cierto que el Ministro de Transporte es tan inteligente y tan preparado, que ya no
pertenece a la dimensión en la que los funcionarios se dan cuenta de que les están saqueando las arcas
públicas? Siendo periodista, una noche fui testigo personal de la forma como el entonces ministro de Justicia,
Néstor Humberto Martínez, obligó a Ernesto Samper, bajo la amenaza de renunciar, a aparecer por la
televisión a descalificar el inminente narcoproyecto que estaba a punto de aprobarse en el Congreso en 1995.
Mientras tanto Serpa, ministro del Interior, se escondía convenientemente en Barranca. Acusar a Néstor
Humberto de haber sido tolerante con el régimen anterior por haber colaborado en él es ignorar estas y
otras muchas faenas que lidió contra el narcotráfico, a riesgo de su seguridad.En el gobierno actual la
acusación principal contra Martínez consiste en que el Ministro de la política está haciendo política. Armar una
coalición parlamentaria que le garantice al Presidente la gobernabilidad es la diferencia que existe entre la
vida y la muerte de un gobierno. Néstor Humberto ha permitido que hasta ahora las iniciativas de máxima
urgencia para garantizarle al país los primeros auxilios que requerían la economía y el orden público hayan
sido viables: ojalá el país entendiera las consecuencias de la posibilidad contraria. Para la muestra, la
reiteración de la buena calificación de riesgo de inversión extranjera dada a Colombia por la firma Moody's,
en la que pesó indiscutiblemente la comprobada viabilidad de la agenda legislativa del gobierno en el
Congreso. Pero además, han convertido el interés del Ministro en sacar adelante una reforma política en
cuyos beneficios realmente cree, en una especie de acto delincuencial. Irónicamente, si Martínez hubiera
tomado la actitud de cruzarse de brazos para evitar correr riesgos, sin optar por ningún intento de modernizar
la política, les habría parecido mejor Ministro.En cuanto a Mauricio Cárdenas, me parece que el debate en el
Congreso lo graduó de Ministro técnico en Ministro político. Su manejo fue tan serio y tan aplomado, que la
primera frase que todo el mundo dice cuando va a comentar el caso de Dragacol es que el Ministro de
Transporte "es un ministro honesto".Es obvio que debates que, como este, tienden a destapar la
ineficacia administratriva del Estado colombiano, son más que bienvenidos, como parte del ejercicio más
provechoso del control político que ejerce el Congreso. En el caso de Dragacol se hizo obvio que en los
contratos celebrados desde hace años por parte de esta empresa con el Estado hubo fallas en la ejecución
de los mismos, demora en los pagos y posible corrupción de funcionarios que intervinieron en su trámite, y eso
es bueno haberlo destapado. Lo malo es intentar confundir a la opinión con que un trámite administrativo
inapropiado por parte del Estado a lo largo de diversos gobiernos equivale a un caso de corrupción de un
ministro en el gobierno actual.El resumen es que Cárdenas optó por el camino menos malo en medio de
una situación muy mala que heredó.Si al frente del Ministerio de Transporte hubiera estado, en cambio de un
hombre joven, educado en la empresa privada y ejecutivo integral, otro tipo de funcionario, el caso de
Dragacol no se había arreglado con la premura con que se hizo. Por el contrario, más cómodo habría sido
que la administración hubiera continuado peleando con la empresa, con lo que el taxímetro de la
conciliación habría seguido subiendo. Guardadas las proporciones, es como el caso de la Caja Agraria:
todos los gobiernos han permitido que empeore, y al funcionario a quien pongan a arreglarlo... ¡lo
crucifican!Por fortuna, el Ministro ha logrado salir más o menos intacto, porque la idea que dejó el debate es
que a Cárdenas lo engañaron, lo que, dada la gravedad de la situación, es el menos malo de los resultados.
Habrá que ver, ojalá que no, si alcanza a afectarlo como valiosa reserva en la lista de posibles sucesores de
Juan Camilo.