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EL COMUNISMO QUE NUNCA EXISTIO

El comunismo fue incapaz de producir riqueza, y al final ya ni siquiera era capaz de repartir la pobreza.

Antonio Caballero
7 de octubre de 1991

SE ACABO EL COMUNISMO. EL TREMEBUNdo fantasma conjurado por Marx en su ~Manifiesto~ de 1848 ya no hace temblar de miedo a nadie. Ni a los reyes, que vuelven en bandadas a sus tronos; ni a los papas y los popes, que empiezan otra vez a repartir hostias y baculazos; ni a los banqueros, que se precipitan a especular en los nuevos mercados. Se acabó el comunismo, y se acabaron los comunistas, y en un supremo espasmo de oportunismo están a punto de acabarse inclusive los ex comunistas, convertidos, como Boris Yeltsin, en anticomunistas. Sólo queda Fidel, sitiado por hambre en su isla rodeada de tiburones. Y los chinos, que reciben palmaditas de ánimo de Occidente porque a su totalitarismo político, que no molesta a nadie, le han mezclado fuertes dosis de capitalismo salvaje, que es lo que importa. Porque sigue teniendo razón Marx: la economía es el motor de la historia.

El comunismo fracasó justamente porque le falló ese motor. Fue incapaz de producir riqueza, y al final ya ni siquiera era capaz de repartir la pobreza. Pero el fallo económico vino de que nunca cumplió su oferta política original, que era la liberación de todos los hombres. Lo único que hizo fue cambiar la cara del agente opresor: al pope lo sustituyó el comisario político, al banquero el burócrata, y al rey el secretario del partido. La realidad burocrática ahogó la ilusión lírica.

Tal vez eso también era inevitable. Lenin, que inventó el instrumento capaz de hacer la revolución -el partido- creó a la vez el instrumento destinado a sofocarla: el partido. Como tantas veces en la historia, los medios corrompieron el fin. Y por añadidura, al hacer la revolución en Rusia (simplemente porque

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