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El coto de caza de los ricos

La decisión de hacer este hotel tiene un mensaje de exclusión ciertamente odioso e inaceptable: que los parques nacionales ya no son para todos, sino para unos cuantos privilegiados.

María Jimena Duzán
22 de octubre de 2011

Uno de los pilares sobre los cuales se sustenta un buen gobierno es el de la transparencia del gobernante a la hora de ejercer el poder. Por eso sorprende la falta de transparencia con que el gobierno ha empezado a desempolvar su idea de darle luz verde a la construcción de un hotel de siete estrellas en el Parque Tayrona.

La primera sorpresa que nos ha dado este gobierno, que se ufana de tener buenas prácticas, es que está impulsando un proyecto hotelero que va en contravía de una normatividad existente en el país desde hace 40 años en materia del cuidado y preservación de los parques nacionales. Bajo esa política, estos hermosos y paradisíacos sitios eran considerados un bien público que debía servir para el esparcimiento de todos los colombianos, razón por la cual se llegó a la conclusión de que no se debían permitir construcciones hoteleras en ninguno de ellos. Gracias a esta política es que hoy el país, mal que bien, ha logrado preservar estos lugares, y en el caso específico del Parque Tayrona se ha evitado que termine convertido en otro Rodadero, una bahía cuyo esplendor y belleza quedaron hace rato sepultados por el cemento y la basura.

El hecho de que este gobierno esté pensando otorgar el permiso para la construcción de este lujoso hotel en el Parque Tayrona significa que de puertas para adentro anda en la tarea de acabar con esta legislación, así siga mostrando de puertas para afuera las pulseras que le dieron los koguis, almas tutelares del Parque Tayrona, por haberse comprometido a cuidar la naturaleza y respetar el medio ambiente. Ya se habla incluso de la existencia de un nuevo decreto que permite la construcción de este tipo de hoteles y del otorgamiento de licencias para pequeñas operaciones de ecoturismo en el Parque sin que los indígenas ni la opinión pública hayan sido consultados ni debidamente informados.

Pero, además, el silencio de la directora de Parques, Julia Miranda, es elocuente porque confirma que el gobierno está decidido a sacar adelante este proyecto, así vaya en contra del interés nacional y solo beneficie a unas cuantas familias poderosísimas de Santa Marta que hacen parte del proyecto hotelero, como sucede con el grupo Daabon, el mismo que resultó beneficiado con los dineros del programa AIS, concebido para favorecer a los campesinos y no a los grandes dueños de tierras, como ellos. Y un dato más: cerca del 70 por ciento del Parque Tayrona está en manos de estas mismas familias. Y en lugar de que los gobiernos hayan comprado estas tierras que hacen parte de un bien público, estas familias han ido presionando por todos los medios para privatizar el parque.

Lo peligroso de este paso que está dando el gobierno de Santos es que con este permiso se abre la puerta para acabar con los parques naturales. Detrás de este hotel vendrán otros y otros, y parques como el Tayrona quedarían convertidos en el coto de caza de los más ricos. La privatización de los parques naturales sería inevitable. El impacto que este proceso va a tener en las golpeadas poblaciones indígenas será fulminante: hay quienes insisten que Mamo Valencia, el más importante de los koguis, murió el año pasado por la pena que le causó ver cómo perdieron en Dibuya una salida al mar que era considerada un lugar sagrado de los koguis, porque se decidió construir en ese sitio un puerto carbonífero.

Yo fui fundadora de la Fundación Pro Sierra Nevada de Santa Marta al lado de Juan Mayr y de otros soñadores. Allí conocí de cerca la idiosincrasia de estas familias que hoy se quieren apoderar del Tayrona y vi cómo su interés por la Sierra consistía en lograr hacer un teleférico desde Ciudad Perdida hasta las playas de Santa Marta como si estuviéramos en Disneylandia.

Afortunadamente este proyecto nunca ha prosperado, pero si logran construir su superhotel en el Tayrona, el próximo paso va a ser el tan ansiado teleférico.

Más allá de todo lo que se nos vendría encima si el gobierno decide dar este paso, la decisión de hacer este hotel tiene un mensaje de exclusión, ciertamente odioso e inaceptable: les está diciendo a los colombianos que los parques nacionales ya no son para todos, sino para unos cuantos privilegiados. Los koguis dicen que cuando sus hermanos menores los traicionan, los espíritus del mal se salen de sus tumbas y empiezan las plagas, los problemas y los desastres de la naturaleza. No voy a decir que los problemas que ya empieza a enfrentar este gobierno sean producto de una eventual conjura, pero en algo deben estar ayudando los koguis para que el gobierno ande enfrentando tantas protestas sociales y poniéndole la cara al peor de los inviernos.

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