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El detallito

Bernardo Moreno, detenido por las ‘chuzadas’, deberá responder por la compra de un congresista que votó contra la reelección de Uribe en 2004.

Daniel Coronell
7 de enero de 2012

La yidispolítica, que lleva años esperando alguna decisión judicial en los casos de los exministros Sabas Pretelt y Diego Palacio, tuvo la semana pasada un desarrollo inesperado. Bernardo Moreno, el exsecretario general de la Presidencia, detenido dentro del proceso por las ‘chuzadas’, deberá responder por la compra de un congresista que en 2004 votó en contra de la reelección de Uribe.

La historia tiene más elementos cómicos que trágicos. Tony Jozame, un pequeño político de Caldas, formado en la escuela clientelista de Víctor Renán Barco, era por aquella época presidente de la Comisión Primera de la Cámara de Representantes. La misma célula legislativa en la que alcanzaron la fama Yidis Medina y Teodolindo Avendaño.

Allí se daba el definitivo paso inicial para cambiar la Constitución –como quería el gobierno– para que el presidente y sus amigos se quedaran cuatro años más en el poder.

Aunque Jozame era claramente uribista, unas semanas antes empezó a decir, por ahí, que el proyecto no lo convencía. Primero fue en los pasillos, después en emisoras chiquitas como para que solo se enterara alguien con gran oído y un buen día, su anunciada oposición apareció en letras de molde en los periódicos de Bogotá.

La ingenuidad, que es siempre una linda virtud, llevó a varios a pensar que el politicastro caldense se estaba convirtiendo en estadista. Claro, sostenían algunos, le preocupa el equilibrio institucional. Cómo no, argumentaban otros, él no quiere conferirle tanto poder a un solo hombre. Otros más escépticos pensaron que a Jozame no le habían dado aún lo que quería.

Cuando llegó el día definitivo –el mismo día en que Yidis Medina cambió su negativa por el apoyo a Uribe y Teodolindo se ausentó después de haber anunciado que votaría en contra–, Jozame tuvo dos actitudes que parecían contradictorias.

Por un lado, con la ayuda de funcionarios públicos, evitó el trámite de una recusación fundada contra Yidis, lo que le permitió a ella votar y al entonces jefe de Estado conformar la ansiada mayoría. Al mismo tiempo, Tony Jozame votó en contra de la iniciativa que por lo demás ya no necesitaba su apoyo para seguir el trámite en el Congreso.

El cuarto de hora de Jozame pasó y no fueron pocos los que creyeron que había sido una especie de ‘Rodrigo Rivera’ del proceso. (Cuando ese nombre significaba otras cosas). Los flashes de los fotógrafos pararon, el periodo de Tony en la Presidencia de la comisión terminó, pidió una licencia para dejar a su suplente sesionando y desapareció sin mucha pena ni gloria.

Su lugar lo ocupó Leonardo Antonio Arboleda Patiño, un sencillo exalcalde de Viterbo y miembro ayudado de UTL, una de esas personas que en Bogotá definen con el nombre de un saurio. Cuando nadie lo esperaba un milagro sucedió. El apacible Leonardo se rebeló, decidió contradecir abiertamente la posición de su jefe político Tony Jozame y votar afirmativamente la reelección.

El prodigio no acabó ahí. El gobierno, que solía odiar con todas las fuerzas a los que habían osado oponerse a la reelección presidencial, terminó premiando al antes rebelde Tony Jozame. Cuando terminó su periodo legislativo fue designado viceministro de Vivienda y Desarrollo Territorial por el entonces ministro de Ambiente Juan Lozano.

La generosa mano del ejecutivo no lo desamparó tampoco cuando salió del Viceministerio. Tony Jozame fue nombrado, poco después, embajador en Brasil.

Las malas lenguas empezaron a sospechar, cuando en el listado entregado por el exsuperintendente Cuello Baute, apareció Jozame como uno de los beneficiados con las notarías de la reelección.

Ahora se viene a saber que Bernardo Moreno ordenó que un ahijado de Tony Jozame fuera nombrado director de la ESAP en Caldas. Quien debía hacer el nombramiento no cumplió la orden y en consecuencia le pidieron la renuncia. Todo aparentemente para pagarle su papel y el voto de su suplente.

Un detalle minúsculo en medio del festín burocrático y de contratos con el que pagaron la permanencia del gobierno. Sin embargo, ese pequeño descuido puede abrirle el camino a la justicia, que hasta ahora ha sido severa con los sobornados, pero lenta y perezosa con los sobornadores.