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El doping en ciclismo: una mácula transparente

Los casos de presunto dopaje de Alberto Contador y de Óscar Sevilla están frescos como lechugas. El éxito deportivo español también sufre su lado oscuro.

Semana
25 de octubre de 2010

Leyendo me encuentro con que el actor Matt Damon hará el papel de Lance Armstrong, el ciclista estadounidense séptuple campeón del Tour de Francia en una película biográfica que, basada en el primer libro que escribió el atleta, It’s not about the bike (No es sobre una bici), contará cuando un pequeñín Lance correteaba por el vecindario en Plano, Texas, o cuando le diagnosticaron cáncer de testículo en 1996, o aquel día cuando nació su primer hijo. Pero sobre las implicaciones por dopaje que se le imputan, nada.

Hoy la investigación contra Armstrong está en los tribunales federales de Estados Unidos, y es un lío tremendo. Lance ganó de 1999 a 2007 todas las ediciones del Tour, pero en 2005 los resultados de unos análisis de unas muestras de orina del corredor que estaban congeladas, tomadas en 1999, establecieron eritropoyetina (EPO) en su cuerpo, sustancia ilegal utilizada para aumentar la capacidad de oxígeno en la sangre con más glóbulos rojos. La tecnología había crecido. En 1999 aún no existían los métodos para detectar la EPO. Fue a partir de los Juegos Olímpicos de Sídney un año después, que empezó su búsqueda a punta de microscopio.

La Unión ciclista internacional (UCI) no encontró méritos para sancionar a Lance tras las pruebas con orina. El tema es que si hubiese sido castigado, él habría pedido que analizaran la muestra B, que estaban ya manipuladas. Así, el atleta no tiene posibilidad de defensa pues no hay posibilidad de contraanálisis, principal derecho en esa situación. Y caso trabado. Los especialistas afirman que científicamente el ciclista fue atrapado, pero deportivamente y dentro del marco jurídico, no.

Según la Agencia mundial antidopaje (AMA), todavía hay sustancias indetectables. Por eso en el Código mundial se estableció un período de prescripción de ocho años para la detección, forzando a que el desfase de la lucha antidopaje entre las sustancias nuevas y las maneras de descubrirlas se achique.

Igual no hace falta irse tan lejos. Los casos de Alberto Contador, último campeón del Tour de Francia, y de Óscar Sevilla, segundo en la tabla de general de la pasada Vuelta a Colombia que ganó el local Sergio Luis Henao, están frescos como lechugas. Hoy ambos están suspendidos temporalmente por la UCI, y hacen parte de los siete jinetes de ese país que están siendo investigados por presunto doping. Aunque falta ver el resultado de la muestra B, que el 99 % de las veces coincide con el de la muestra A, esas noticias como que entristecen la pasión que uno siente. Me acuerdo que escribí sobre Sevilla admirado (cómo si no) por su ciclismo íntegro y por su manera de pedalear. Y vea: en primer plano la otra cara del deporte, la sombría, la hipócrita. Como en los años 50, cuando jinetes como Jacques Anquetil o Fausto Coppi utilizaban gafas de sol para taparse sus pupilas dilatadas.

El positivo de Contador con Clembuterol se demoró en salir a la luz casi dos meses. Las federaciones internacionales de cada deporte son las que ‘mueven primero’ como en el ajedrez, para manejar cada hallazgo positivo, amén de la limpieza de su ética. Contador adujó que la sustancia, que es una cantidad muy chiquita pero por no por eso deja de ser ilícita, llegó a su cuerpo por ingerir una porción de carne contaminada. Contador detalló en su versión todo sobre la fatídica ingesta, menos, en dónde compró el producto vencido. Además, declaró sin consecuencias jurídicas en la Operación Puerto, la mayor acción contra el dopaje realizada en 2006 en España pero que desbordó banderas y disciplinas. Sevilla, también implicado en ese escándalo, se vino al continente americano a empezar de cero, nunca volvió a ser contratado por un equipo Pro Tour.

El diario deportivo francés L´Equipe, que en agosto de 2005 publicó en portada ‘Las mentiras de Armstrong’, y la información del positivo de 1999 con los análisis retrospectivos aquellos, dice también que el caso Contador podría estar vinculado con transfusiones de sangre. Sevilla y Contador son españoles, dato no menor. El éxito de España es notable deportivamente, sin embargo un lado oscuro también los cubre. La Operación Puerto no es casualidad. España no fue sede para los Juegos Olímpicos 2016 que se harán en Rio de Janeiro por su floja labor en la lucha antidopaje; como llamado de atención por parte del Comité olímpico internacional. Dentro del ciclismo de élite, en el Tour de Francia de 1903, año de su primera edición, hasta 1987, sólo dos españoles salieron campeones: Federico Bahamontes en 1959 y Luis Ocaña en 1973. De 1991, año en que apareció la EPO, a 2010 se corrieron 20 versiones del Tour, y en 10 de ellas los españoles salieron victoriosos.

Pat McQuaid, presidente de la UCI, aseguró hace días que lo que está pasando con Alberto atenta contra el ciclismo. Aunque después lanzó un salvavidas presumiblemente desinflado: "La gran mayoría de los ciclistas están limpios". Me parece que no basta, señor Pat. Los sucios siguen siendo los campeones, las luminarias, el Gran producto. Los ejemplos de los niños. ¿Por algo será?

“Y qué se le va a hacer”, dijo un periodista nacional especialista en ciclismo sobre la noticia del positivo de Sevilla. Este flagelo se ha vuelvo una especie de mácula transparente. La matica de la trampa está arraigada. Abrir los ojos, indagar, investigar, esa es la tarea periodística que nos compete. Y condenar cuando sea necesario. El ‘vaya y pase’ es una forma indiferente y aparentemente eficaz de tolerar el engaño. Gran ejercicio: sacarse las gafas.

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