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El emperador Augusto

La transmisión, a través de los medios del Grupo, de los discursos orquestados contra el Ministro de Hacienda fueron la comidilla de la semana.

Semana
21 de diciembre de 1992

RESULTA INCREIBLE QUE UN HOMBRE de la comprobada eficiencia del presidente de Bavaria, Augusto López, hubiera cometido una equivocación del tamaño de la que cometió en el episodio "cerveza vs. Minhacienda". La semana pasada no se hablaba sino de eso. De su presencia cual emperador romano en el Senado. Allá hacían de leones los congresistas agradecidos, y de cristiano el ministro de Hacienda, el carnudo Rudolf Hommes.
Al ver tanto político importante haciendo el papel de león, no pude menos que acordarme de la dignidad y decencia con las cuales Andrés Pastrana prefirió pagar una deuda, con su propio carro, antes de entrar en la nómina de los felinos del emperador Augusto.
La transmisión de los insultos orquestados contra el Ministro a través de TV Cable, Caracol y el Noticiero Nacional, medios del Grupo, era la comidilla de la semana, y para muchos una voz de alerta sobre algo que el país presentía pero que hasta ahora había preferido ignorar: el peligro que constituye el manejo de la información por parte de un grupo económico. Si este grupo hasta ahora había logrado disimularlo, cometió con este manejo un error táctico del que difícilmente logrará recuperarse. Los medios de comunicación no deben corear el interés particular de un grupo económico de tumbar a un Ministro que se atrevió a referirse a él. Eso constituye, además de un irrespeto, un inadmisible episodio de manipulación informativa y un acto sublime de torpeza empresarial que sólo viene a sumarse a una cadena de errores que ya arroja un claro resultado: el equivocado manejo que se le viene dando en los últimos años a la imagen en el país de Julio Mario Santo Domingo.
En Colombia hay ricos de todos los sabores, colores y olores. Por ejemplo, está el caso de Carlos Ardila Lulle, un hombre muy rico con temperamento de hombre pobre. Uno podría pensar que gente tan buena como Ardila no hace plata.
Como que su manera de ser no concuerda con la idea que uno tiene de los hombres millonarios. Carlos Ardila es un hombre extraordinariamente sencillo, buen amigo, descomunalmente inteligente, y sobre todo insólitamente popular entre los colombianos, algo que las envidias que por lo general despierta el dinero no permiten como cualidad de los hombres ricos. Con gran habilidad ha logrado identificar el nombre de su organización con causas nacionales nobles como el deporte y la salud. Y eso ha calado tanto, que como me consta que sucedió recientemente en la plaza de toros, el nombre de la organización Ardila Lulle despierta aplausos cariñosos del estamento más difícil que existe: el público, aquella mezcla de chusma anónima que no duda en chiflar una causa cada vez que le facilitan el menor de los pretextos.
Otro rico colombiano con excelente imagen es Luis Carlos Sarmiento. Menos popular que Ardila, pero porque su gran virtud consiste en que mientras más poder adquiere, más discreto se vuelve. Sarmiento no es hombre de fiestas ni de cocteles: es un hombre de trabajo, su único hobby, además de otro que casi nadie le conoce: el de ver televisión, cuando las 15 horas diarias que tiene su jornada laboral se lo permiten. Luis Carlos Sarmiento es un hombre en quien disonaría la más mínima ostentación pública de poder, y sin embargo tiene todo el poder. Con una característica adicional: la de trabajar rodeado de la mejor gente. Su equipo es un semillero de ministros, y si no que lo digan los más recientes: María del Rosario Sintes, y los actuales Luis Alberto Moreno y Noemí Sanín.
El caso de estos dos ricos con excelente imagen hace que sea más dramática la pésima imagen que un mal manejo de la de Julio Mario Santo Domingo ha producido. Algunos ya habían incluso de la "michelsenización" del Grupo.
Hasta hace no mucho tiempo, la discreción y la clase habían sido las principaies características de Santo Domingo en su vida privada y en sus negocios. Seguramente lo sigue siendo en su vida personal, pero no así en la forma como vienen manejándose en su nombre sus intereses en Colombia. Lejos han quedado las épocas en que Pacho Posada y Carlos Cure practicaban la sencillez que exige el manejo del gran poder. Para comenzar, la fortuna Santo Domingo es la única en la historia del país que no sólo llega intacta, sino fortalecida a la tercera generación. Pero súbitamente, los manejos de Augusto López le han cambiado ese perfil por otro de fortuna emergente. A tal punto, que hoy por hoy el Grupo Santo Domingo parece un nuevo rico, de esos que no sólo lo compran todo, sino que además les gusta que se sepa que lo compran todo.
La consecuencia no puede ser peor: el apellido Santo Domingo comienza a sonar en Colombia como en alguna época lo hizo el de Somoza en Nicaragua: el hombre a quien todo el mundo considera el dueño del país.
Es probable que cuando uno es tan rico, le toque permanentemente estar comprando cosas, como una prioridad. Y si la prioridad es producir utilidades, pues Augusto López cumple todas las prioridades. Pero en un país como Colombia, con una guerrilla fortalecida tocando a las puertas de las ciudades, la imagen puede llegar a ser más importante que las utilidades. Y eso es algo que la personalidad napoleónica de Augusto López está impidiendo, a fuerza de construirle a Julio Mario Santo Domingo un alto perfil de tirano económico. Y esta sensación la ayudan a alimentar varios otros hombres de la organizaci6n, que cada vez se parecen menos al dueño de la fortuna y más a la mano derecha del dueño de la fortuna. Excepción hecha de algunas personas como el actual presidente de Caracol, Ricardo Alarcón, a quien todo el mundo quiere y admira por una sencillez y unas buenas maneras que tal parecerían de otra organización.
No es bueno el rumbo que viene tomando la fortuna más grande y en el pasado discreta de Colombia. De pronto no es conveniente centralizar todo ese manejo en una sola persona, tan eficiente como poderosa, y tan poderosa como arrogante. Y la principal víctima de todo esto no es otro que Julio Mario Santo Domingo.

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