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El examen del Icfes, ¡qué maravilla!

En el examen de filosofía para bachilleres hay preguntas erradas, otras confusas y todas revelan una educación que prepara a los estudiantes para memorizar y no para pensar.

Semana
13 de septiembre de 2008

En mi última columna, me preguntaba cómo puede creer el Ministro de la Protección Social que todos los trabajadores independientes en Colombia tienen una cuenta bancaria, acceso a Internet y el dinero disponible para pagar pensiones, incluso cuando son personas cuya edad ya no les permitirá jubilarse.

Ahora me pregunto cómo hace el Ministerio de Educación para creer que los estudiantes que están a punto de terminar el bachillerato en Colombia han cursado prácticamente una carrera entera de filosofía. Dado que esta es una disciplina a la que he dedicado gran parte de mi vida, miré por curiosidad la separata dedicada a este tema que se publica actualmente en El Espectador como preparación para el examen del Icfes. Supongo que las preguntas de estos exámenes se basan en los lineamientos curriculares que da el Ministerio de Educación para la enseñanza de la filosofía en secundaria y que deben reflejar, por lo tanto, lo que se estudia realmente en nuestros colegios en todo el país.

De acuerdo con las preguntas (31) que aparecen allí, podríamos inferir lo siguiente: los estudiantes deben demostrar una comprensión completa de la historia de la filosofía, que incluye a los principales autores clásicos y modernos (Platón, Aristóteles, Descartes, Spinoza, Hume, Locke, Kant, Hegel, Marx y Nietzsche), a autores contemporáneos (Heidegger, Foucault, Adorno, Popper, Baudrillard), una serie de escuelas filosóficas (el epicureismo, el estoicismo, los sofistas, el fatalismo, el hedonismo, el empirismo lógico, el existencialismo) y, como si lo anterior fuese poco, hay dos preguntas sobre arte, en las que se pide caracterizar la posición de Marcel Duchamp, “el principal exponente del “ready-made”, así como el significado del análisis que ofrece Foucault de Las Meninas de Velásquez.

Dada la increíble extensión del programa en que se basarían las preguntas, supondríamos que éstas se centrarían en las ideas más básicas de estos autores o escuelas. Mas no es así. En el caso de Kant, por ejemplo, no sólo se supone que se conoce su teoría del conocimiento, sino también sus ideas sobre estética; en el caso de Hegel, habría que estar familiarizado con su ontología y su filosofía del arte.
 
Las preguntas incluyen esta asombrosa diversidad y cantidad de temas, y además utilizan el lenguaje más rebuscado posible; en los casos en los que – con dificultad – se entiende la pregunta, muchas veces resulta casi imposible entender las opciones que se dan como respuesta. Ejemplo de una pregunta: “Jean Baudrillard ve al individuo de hoy como un sujeto fractal que, en lugar de trascenderse en una finalidad o conjunto que le supera, se difracta en una multitud de egos miniaturizados, absolutamente semejantes entre sí.”

A lo anterior habría que agregar que, aun cuando muchas veces pueda ser objeto de interpretación la caracterización que se hace de las posiciones de un filósofo, decir que “para Platón el atributo era la sustancia” es una afirmación problemática; lo mismo puede decirse de la afirmación según la cual “La ontología cartesiana es vista como metafísica por su carácter racionalista; además pareciera que lo ontológico quedara subsumido en lo epistemológico...”
 
Si bien estas interpretaciones son cuestionables, por decir lo menos, decir que en Kant los juicios sintéticos a priori deben hacerse independientes de la experiencia es, sencillamente, un error, pues eso es lo que significa sintético.

Confieso humildemente que, a pesar de haber enseñado filosofía durante más de veinte años, creo que no hubiera pasado este examen. Ignoro si las preguntas correspondientes a las otras disciplinas adolecen de iguales dificultades. Pero sí lamento que, al menos en filosofía, la educación se siga centrando en la memorización de una cantidad de información, en el ejercicio de asignar rótulos, en su mayoría incomprensibles para los estudiantes, a diversas posiciones teóricas, y no como el desarrollo de habilidades para pensar, analizar, argumentar, obtener una mayor claridad conceptual.
 
Se pierde, como me temo que sucede también en otros muchos campos, la oportunidad de preparar realmente a los alumnos mediante el manejo de herramientas conceptuales básicas que sienten las bases para posteriores desarrollos teóricos y prácticos en cualquier área del conocimiento.

Más que el problema del examen del Icfes, que no es un problema menor si se tiene en cuenta que de sus resultados depende el acceso a la educación superior, lo que preocupa fundamentalmente es el tipo de enseñanza que refleja, las pedagogías que al parecer se propician, los criterios y prioridades que revela.
 
Honestamente, no creo que nadie pueda decir que en Colombia, en una asignatura de secundaria – si es que no hace parte de la asignatura general de ciencias sociales – se haya desarrollado de manera seria y responsable un programa de filosofía como el que presuponen las preguntas.

Como en el caso de las medidas del Ministerio de la Protección para el pago de los aportes en salud y pensión, en el caso del Ministerio de Educación, lo que más impresiona es el total desconocimiento de la realidad a la que se dirigen las medidas que se adoptan, y un evidente desinterés por sus destinatarios.

 


 
*Magdalena Holguín es profesora de filosofía y asesora del Grupo de Derecho de Interés Público de la facultad de derecho de la Universidad de los Andes (G-DIP), de la Universidad de los Andes, un  
ente académico que persigue tres objetivos fundamentales: primero, tender puentes entre la universidad y la sociedad; segundo, contribuir a la renovación de la educación jurídica en nuestro país; y tercero, contribuir, a través del uso del derecho, a la solución de problemas estructurales de la sociedad, particularmente aquellos que afectan a los grupos más vulnerables de nuestra comunidad.

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