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El gato y el ratón

El analista Pablo Enciso cree que Álvaro Uribe tiene que replantear su política de seguridad democrática si quiere seguir siendo popular.

Semana
24 de abril de 2005

En la medida que transcurre el primer tercio del 2005, parece estarse incubando un cambio en la dinámica del conflicto interno. En cada uno de los primeros cuatro meses del año, las Farc en particular, han logrado atacar exitosamente a las Fuerzas Armadas, dejando como saldo un número de bajas importante.

Paralelamente, para el disfrute de los opositores políticos del Gobierno, los hechos han afectado la susceptible mentalidad de la opinión pública, optimista y confiada en tiempos recientes, por cuenta del palpable progreso en relación con la seguridad.

El Gobierno y los altos mandos militares se han apresurado a dar su versión de los hechos: estos ataques demuestran desesperación y debilidad de los grupos armados; son más la "reacción de un animal herido", que una ofensiva consistente y calculada, etc......son algunos de los argumentos. La lectura, por supuesto, tiene tanto de largo como de ancho, y de cierta manera refleja la tendencia de algunos militares colombianos a subestimar y menospreciar a su enemigo, viéndolo por encima de los hombros. 

Dentro de este juego del gato y el ratón, que es una forma bastante simple pero no por ello menos precisa de describir a un conflicto de carácter irregular como el colombiano, podría interpretarse que las Farc han sabido mover bien sus fichas.

Entre tanto, el Gobierno, a través del Plan Patriota, se la ha jugado a incursionar en la retaguardia del grupo subversivo, comprometiendo en esta operación un número importante de recursos y efectivos. Y como respuesta, los rebeldes pretenden desvirtuar el valor estratégico de esta acción y quitarse parte de la presión de encima, forzando al Estado a retirar parte de las fuerzas comprometidas en esta ofensiva, para atender el deterioro de la situación en otras áreas, donde la presencia de Fuerza Pública no es significativa.

Todo parece indicar que el gobierno tiene que ceder al juego. Si no lo hace, el Ejecutivo deberá entonces asumir el desgaste y el costo político que implica la repetición de atentados durante los próximos meses.

Y es que a pesar del "significativo" incremento en el pie de fuerza y el presupuesto militar, las Fuerzas Armadas aún no tienen los recursos humanos y materiales necesarios para hacer presencia efectiva en todas partes, y difícilmente llegarán algún día a tenerlos. Es una realidad que vale la pena aceptar, ojala más temprano que tarde, pues la extensión territorial de Colombia y sus fronteras requeriría en este sentido de un esfuerzo fiscal que sencillamente esta más allá de lo posible.

Esta eterna falencia origina entre otras cosas que la capacidad de las Fuerzas Armadas para reforzar y apoyar unidades en locaciones remotas, quede frecuentemente en entredicho. Nada más ilustrativo a este respecto, que casos recientes como Iscuandé, Mutatá y Toribio, que se creían propios de "otras épocas".

Estratégicamente hablando, el juego es más sencillo para el ratón, que se oculta en un lugar de difícil acceso y espera a que el gato se duerma (algo que en algún momento necesariamente tiene que suceder), para eventualmente tomar el queso.

Además, cuando el gato decide adentrarse en los intrincados vericuetos que son el día a día del ratón, frecuentemente corre el riesgo de quedar atrapado en terrenos que desconoce, por donde pasa y se mueve con facilidad su oponente más pequeño (como el tiempo parece estar a su favor, el ratón además se desgasta menos).

Entre tanto, lo acontecido en el departamento del Cauca en los últimos días merece un análisis particular. Tiene connotaciones y consecuencias diferentes a lo sucedido en otras regiones en lo corrido de este año. En primera instancia, era un ataque avisado. La guerrilla además, se dio el lujo de permanecer en la zona, sitiando, o al menos simulando sitiar el casco urbano, por un tiempo inusualmente prolongado para la "era Uribe". La imagen que está quedando del episodio ante la opinión pública en general pone en entredicho los importantes avances que se han logrado obtener en los últimos dos años, y afecta sin duda la credibilidad del gobierno y de su política de Seguridad Democrática, que parecería estar entrando en una fase de desgaste, en un momento político crucial: ad portas de un proceso electoral.

La guerrilla ha venido asimilando paulatinamente la sorpresa inicial y los nuevos elementos tácticos que introdujo al escenario del conflicto interno la administración de Uribe y su política de seguridad. Por esta razón, el Ejecutivo estaría ante la imperiosa necesidad de implementar nuevos componentes a su estrategia, para tratar de conservar la iniciativa que ha ganado en los últimos dos años, y que a pesar de los hechos recientes aún mantiene.

Lo que está en juego no es de poca monta. Sostener la credibilidad del proyecto de Seguridad Democrática, resulta vital a la hora de aspirar a la reelección (además por supuesto del fallo de la corte constitucional).

A los organismos de seguridad del Estado les llegó la hora de probar qué tan capaces son y qué tanto han mejorado, pues en la medida que la campaña política se vaya desenvolviendo y se acerque la hora de las elecciones, los grupos armados harán hasta lo imposible por tratar de influenciar la volátil mentalidad de la Opinión Pública, usando el arma del terrorismo para mostrar que la alternativa de la guerra, que planteó este Gobierno, no es la adecuada y ha logrado poco, y por esta vía "convencer" a los votantes que es necesario considerar otra opción política, más inclinada hacia la solución negociada.

El progreso en el campo de la seguridad es el gancho que está usando el Ejecutivo para atraer la inversión local y extranjera. Del desempeño de la seguridad democrática dependen en algún grado los logros que el Gobierno pueda obtener, en relación con indicadores como el desempleo y el crecimiento económico. Un desempeño económico mediocre, acompañado de una sensación de colapso de la política de seguridad, es sin duda la combinación perfecta, entre otros, para los opositores políticos de la actual administración.

Se acerca la hora del "ultimo round". Para bien o para mal, el último año de este Gobierno será el que quede en la mente de los jueces.    

* Ingeniero Naval. Master en Ciencias Políticas U. Javeriana. Especialista en Negociación y Relaciones Internacionales U. De los Andes.

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