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El grave error de Chávez

El propósito del presidente venezolano de establecer la reelección presidencial indefinida permitirá que lo identifiquen con la tradición dictatorial de su país y con ello le aportará una importante bandera a la oposición.

Semana
16 de diciembre de 2006

No hay duda alguna: el presidente Hugo Chávez ha demostrado ser una verdadera aplanadora electoral.

Desde 1998 ha triunfado en todas las elecciones en las que ha participado: en las presidenciales de 1998 y 2000; en el referéndum para la convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente, en la elección de la Constituyente y en el referéndum aprobatorio de la nueva Constitución, todos en 1999; en la revocatoria de mandato que fue convocada por sus opositores, en 2004, y en las elecciones presidenciales realizadas en los días pasados.

El gobierno de Chávez ha sido cuestionado en muchos aspectos. Entre ellos se encuentran su estilo confrontacional, el control que ejerce sobre las demás ramas del poder, las presiones sobre sus oponentes, sus relaciones con los llamados “países parias” de la comunidad internacional, sus provocaciones a los Estados Unidos, la carrera armamentista en que se ha comprometido, su intromisión en la política interna de los demás países de la región, el uso masivo de los dólares del petróleo para apoyar su estrategia internacional, etc.

Pero lo cierto es que hasta ahora el presidente Chávez ha salido airoso de todos esos cuestionamientos. La mejor prueba de ello son las últimas elecciones presidenciales.

Sin embargo, creo que todo puede cambiar con la última medida que ha anunciado Chávez. Él ha manifestado su intención de que se modifique la Constitución para establecer la reelección indefinida del Presidente de la República, con lo cual podría aspirar a continuar en el poder luego de culminado el período que se inicia en 2007 y culmina en 2012.

El aviso de Chávez prende las alarmas en torno a los peligros del surgimiento de una dictadura en Venezuela, pero además reaviva y redimensiona los cuestionamientos de que ha sido objeto su gobierno.

Durante muchas décadas, la reelección presidencial inmediata fue muy mal vista en la región, pues constituyó un instrumento fundamental para el establecimiento de largas y oprobiosas dictaduras. No obstante, se puede advertir que esta actitud de desconfianza ha empezado a cambiar luego de que en los últimos años varios países latinoamericanos establecieron constitucionalmente la posibilidad de la reelección presidencial inmediata, por un solo período, siguiendo el modelo presidencial de los Estados Unidos.

Sin embargo, entre esta fórmula y la que contempla la posibilidad de reelección indefinida del Presidente hay una enorme distancia. A pesar de las críticas que podrían hacerse a la autorización para la reelección presidencial inmediata por un solo período, lo cierto es que permitir que los gobernantes exitosos o populares puedan ser reelegidos por una única vez constituye una forma apropiada de armonizar el fin constitucional de controlar el poder político con el objetivo de garantizar gobernabilidad.

Distinta es la situación en relación con la reelección presidencial indefinida. Para que en estos casos puedan existir controles reales sobre el poder político sería necesario que existiera un verdadero equilibrio de poderes –de tal manera que el Presidente no tuviera bajo su égida ni las ramas legislativa y judicial, ni los demás órganos autónomos de control–, y que en la sociedad predominaran libertades como las de prensa, de expresión y de asociación. Empero, no es esa la realidad que han experimentado históricamente los países latinoamericanos, y menos aún Venezuela, que ha sido tierra fértil para las dictaduras.

Por todo lo anterior, considero que constituye un grave error del presidente Chávez el anunciar su decisión de proponer la reelección presidencial indefinida. Si su propuesta tiene éxito –que es lo más probable–, ello permitirá que lo vinculen indefectiblemente a la larga tradición autoritaria de la región, y de su país, y que todas las críticas que hasta ahora se le han formulado –sin mucho éxito– se fortalezcan, ahora galvanizadas en torno a un concepto, “la lucha contra la dictadura”. Así, le hará un gran favor a la oposición, nacional e internacional, que podrá unirse e identificarse alrededor de esa consigna.

Con todo, hay que aceptar que, muy probablemente, Chávez no tenía otra opción. Como buen caudillo, él es el alma y el nervio de su movimiento. Así, ¿en quién podría confiar para que lo reemplazara en la realización de su misión? Ese es precisamente el drama de nuestros caudillos. Tarde o temprano, e independientemente de su voluntad inicial, se aproximan a las fórmulas autoritarias, para suplir la carencia de partidos políticos que puedan asegurar la continuidad en sus programas de gobierno.

(*) Profesor de la Universidad Nacional y miembro del Centro de Estudios de Derecho, Justicia y Sociedad –DeJuSticia– (www.dejusticia.org). El Centro fue creado en 2003 por un grupo de profesores universitarios, con el fin de contribuir a debates sobre el derecho, las instituciones y las políticas públicas, con base en estudios rigurosos que promuevan la formación de una ciudadanía sin exclusiones y la vigencia de la democracia, el Estado social de derecho y los derechos humanos.