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El helicóptero fantasma

A la oficina de registro aeronáutico jamás llegó una escritura que oficializara el traspaso del helicóptero a otra compañía o persona

Daniel Coronell
15 de diciembre de 2007

Al terminar la semana salió a flote otra maniobra para ocultar información en la Presidencia de la República. Están implicados el asesor José Obdulio Gaviria -quien se precia de no tener Procuraduría que lo revise- y el secretario de prensa, César Mauricio Velásquez, empleado de este gobierno desde mucho antes de tener sueldo oficial.

Los dos decidieron guardarse una información determinante que recibieron de Gerardo Reyes, laureado periodista del Nuevo Herald y reconocido internacionalmente por su rigor en la investigación.

En un correo electrónico, enviado también por fax, Reyes preguntaba la opinión del Presidente sobre la declaración que —en 1984 y bajo juramento— dio la hermana del asesinado ministro de justicia Rodrigo Lara Bonilla.

Doña Cecilia Lara Bonilla juró ante la justicia, hace 23 años, cuando pocos se imaginaban que Álvaro Uribe Vélez llegaría a la presidencia, que el ministro Lara consideraba que el narcotráfico había entrado en todos los estamentos del país y citaba, como ejemplo de esa infiltración, el caso de un helicóptero de la familia del ahora Presidente, encontrado en el complejo coquero de Tranquilandia.

La hermana de Lara Bonilla recordó así las palabras del Ministro: "Dijo que lo de Tranquilandia era muy grave y comprometía gente muy importante de la política del país, que el helicóptero que habían cogido en Tranquilandia era del papá de Álvaro Uribe Vélez".

El presidente Uribe no respondió al testimonio. José Obdulio, primo de uno de los dueños de Tranquilandia, le recomendó quedarse callado.

Tampoco le dijeron nada al Zar anticorrupción, Rodrigo Lara Restrepo, hijo del ministro asesinado por la mafia. Lara no conoció las partes del expediente que había mandado Reyes un mes antes. Vino a enterase de su alcance cuando las publicó el Herald. Dos días después renunció a su cargo por "razones personales".

La reacción presidencial sólo se produjo cuando todo esto había pasado. El secretario de prensa, en una carta al director del periódico de Miami, aseguró que cuando el helicóptero fue incautado en Tranquilandia ya no pertenecía a la empresa Aerofoto Amórtegui, de la que fue socio el padre del Presidente. Para confirmar sus palabras, anexó un aviso pagado, publicado en la revista Cromos del 22 de mayo de 1984.

¿Por qué el Presidente, que otras veces ha puesto a sus subalternos a certificar su inocencia, no acudió a un documento oficial sino a un simple anuncio comprado?

La respuesta es sencilla. El folio de matrícula aeronáutica, el documento apropiado para certificar la propiedad de una aeronave, demuestra exactamente lo contrario de lo que hoy dice el gobierno: "ese helicóptero siempre perteneció a Aerofoto Amórtegui, desde su importación en 1981 hasta cuando su matrícula fue cancelada en 1993". (Ver semana.com)

A la oficina de registro aeronáutico jamás llegó una escritura que oficializara el traspaso del helicóptero a otra compañía o persona. Sólo una declaración firmada en una notaría de Envigado por Pedro Fidel Agudelo -hombre de cuestionada reputación- en la que aseguraba que el hermano del Presidente, Jaime Uribe Vélez, le había entregado el helicóptero como pago de una deuda de 25 millones de pesos (unos 300.000 dólares de la época).

Según el papel, eso sucedió un mes antes de la operación Tranquilandia. El mismo papel prometía legalizar el traspaso cuando terminara la sucesión de Alberto Uribe Sierra. Pero esa legalización jamás se cumplió.

Álvaro Uribe Vélez y sus hermanos, como herederos de Uribe Sierra, eran los legítimos dueños de la mitad del helicóptero incautado en Tranquilandia en marzo de 1984.

Esa es la verdad que han buscado ocultar o distraer por años y cuyo fantasma seguirá saliendo, sin importar los intentos de José Obdulio y compañía.

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