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El ideólogo del régimen

Fernando Carrillo, el ministro del Interior, se convirtió en el ideólogo del gobierno santista.

Jaime Jaramillo
6 de abril de 2013

El ministro del Interior, Fernando Carrillo, está convertido en el ideólogo del régimen santista. Los periodistas lo llaman “el escudero” del Presidente y sus compañeros de gabinete se quitan el sombrero al paso del nuevo fenómeno de la ciencia política colombiana. Carrillo dizque es la lumbrera del gobierno, el farol más alto de los asesores del Palacio de Nariño, el intérprete más fiel del pensamiento de quien no tiene pensamiento. 

Los colombianos no nos habíamos dado cuenta de este magnífico ejemplar que pasta en la sabana de Bogotá. Es el descubrimiento más valioso del presente siglo en materia de filosofía política y administración del estado. Es el nuevo Norberto Bobbio con mayores proyecciones. Montesquieu se quedó en palotes. Ni qué decir de Aristóteles y su cofradía peripatética. Carrillo es un magister no comparable con Savater ni con Habermas. Bertrand Rusell es un pío-pío al lado de este cisne del capitolio. El resplandor de su discurso y la celebridad de sus frases llegan hasta los confines de la república y van hasta Caracas, La Habana y Pyongyang. 

Carrillo, para confirmar lo dicho, ha expresado con mayestática entonación, corbata azuleja con estrellitas rutilantes, camisa con mancornas de cristal murano,  un rutilante reloj dorado en la izquierda mano ideológica y una argolla de oro 24 quilates en el dedo anular de la misma mano, para que no quede duda de su estado civil, ha expresado, repito, lo siguiente: como la paz es de izquierda y Colombia se derechizó después de los gobiernos de Pastrana y Uribe, el Presidente  Santos ha cogido el toro por los cuernos enfrentándose a los sectores más reaccionarios y sacar adelante una política progresista. Comentario: está claro, entonces, que Santos y su gobierno es de izquierda. Un país donde la izquierda ha sido cabresteada por las Farc y el Partido Comunista, pone a Santos a su lado precisamente porque es   un aventurero político, indefinido en sus principios, incierto en su programa de prosperidad a debe. Pero las Farc y el P. Comunista no creen en él y menos en el ideólogo del régimen. No es sino leer los comunicados del Secretariado que los trata con los consabidos epítetos de la izquierda armada.

Carrillo, en su espléndido pensamiento de izquierda presunta, en la cima de su sabiduría filosófica agrega: “El Presidente Uribe es una amenaza para el proceso de paz. El proceso está blindado contra extremistas y descalificaciones permanentes”. Comentario: Carrillo está confundido y trata de vendernos un estereotipo de caballero de la docta esperanza y de su misión bondadosa en la tierra. La paz no es la ausencia de guerra, sino la no existencia de organizaciones ilegales armadas que mediante la combinación de todas las formas de lucha, pretenden suprimir la democracia y la libertad. Carrillo quiere darnos una lección de su magistratura inmarcesible que resulta ser, por lo menos, indecorosa y perversa. Por una parte,  lo que Uribe ha dicho es que no puede haber paz a cualquier precio, máxime si el precio es continuar la confrontación, puesto que las Farc han señalado que no entregarán las armas ni se desmovilizarán. Es más: dicen que no pagarán un solo día de cárcel y que no son victimarios, sino víctimas que deben ser indemnizados. Por otra parte, Carrillo predica la paz como una concepción de izquierda. Colegimos por lo tanto que la libertad y la democracia son de derecha. Y entramos a la suerte  final del toro que Santos y Carrillo tienen agarrado por los cachos: ¿la ley y la Constitución son de izquierda o de derecha? En cualquiera de los dos escenarios ideológicos el toro se sale con la suya y no solo embiste al ilustrísimo y nunca bien ponderado Doctor Carrillo, sino a su jefe del Sancta Sanctorum. En ese momento los colombianos que no tragamos entero, seguiremos con las banderas de la libertad y la democracia, el cumplimiento y la defensa de la Constitución y trabajando por la paz, porque no fuimos los ciudadanos comunes y corrientes los que tomamos las armas hace 50 años, sino los guerrilleros que así querían tomarse el poder. 

Para completar el cuadro de los predicadores que señalan de pecadores a quienes no piensan  actúan como ellos, la Semana Santa sirvió de plataforma para que la Iglesia Católica pidiera apoyo para los diálogos en La Habana. Dentro de este mismo tinglado el obispo Nel Beltrán de Sincelejo dijo: si se la jugaron a ocho años de guerra con Uribe, juéguensela por un año y medio por la paz. Monseñor Beltrán fue miembro activo de la Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación, creada por la ley 975, en la era de Uribe, durante cinco años. El actual gobierno oculta el enorme trabajo de la CNRR por la paz, las víctimas y la justicia transicional. 

Y una coda final: esa misma iglesia que llama a apoyar a Santos y a Carrillo, es la que sufrió en su propia carne la afrenta de las FARC al asesinar a Monseñor Isaías Duarte, 2002, el más valeroso jerarca católico de los últimos tiempos. Ahora el Tribunal Superior de Cali absuelve a la cúpula de las Farc. Y es a esa guerrilla a quien debemos creerle su disposición para la paz, sin entrega de armas y sin desmovilización.  Eso no lo hubiera aceptado Monseñor Duarte Cancino. ¿Cómo soportar tantas argucias y tanta indignidad?

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