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EL LAVADO DE SAMPER

Semana
16 de febrero de 1998

Nunca he sido partidaria de que los temas relacionados con la salud de las personas se vuelvan noticia. En Estados Unidos y, en general, en las principales potencias europeas, no solamente lo son, sino que los aspirantes al primer cargo del país deben tener una situación médica diáfana en la cual puedan meter las narices hasta los peores enemigos. En Colombia no ha sido así. A quienes piensan que eso es peligroso hay que reconocerles un punto de vista respetable. Según ellos, los pueblos tienen el derecho de saber si sus gobernantes poseen la salud que requiere el cargo que están ejerciendo. Pero yo prefiero que la salud de las personas, así como los asuntos relacionados con su vida privada se mantengan, como hasta ahora en Colombia, en una órbita personal, que no debe ser violada ni por la prensa ni por la política. Perseguir a los gobernantes de turno para descubrirles 'alzhaimers' o tumores cerebrales degrada la política y convierte el ejercicio de la vida pública en un infierno.Sin embargo, así como el respeto por la intimidad de las personas públicas en Colombia todavía es sagrado, también debe serlo el compromiso de esas personas en relación con la responsabilidad que se deriva de las condiciones mínimas de salud requeridas para ejercer un cargo público. Es tan peligroso jugar a ocultar un grave estado de salud como a exagerarlo. Es tan grave ocultarle a un país que no se está en condiciones físicas de gobernar como utilizar la salud para obtener ventajas políticas.Por eso el caso del famoso chequeo del presidente Samper es tan doloroso. Porque en lo que a mí respecta, yo habría sido partidaria de creerle al Presidente todo lo relacionado con su estado de salud, en lugar de someterlo a la ofensa de dudar de su verdadera condición física. A mí me enseñaron que con eso no se juega. Es sagrado. Y por eso todavía prefiero creer que el chequeo de Samper era verdad, y que necesitaba hacérselo urgentemente, ahora, en Canadá y con el doctor Meakings. Caramba. Pero las informaciones sobre este célebre caso no ayudan. Todo indica que Samper inventó la disculpa de su estado de salud para garantizarle la 'palomita' a Carlos Lemos, un hombre digno, inteligente y sobrado para ejercer la Presidencia de la República sin necesidad de pasar por la humillación de que se crea que aceptó la vicepresidencia para eso.Quienes piensan que Samper mintió, y que en lugar de alegar motivos de salud habría debido pedir un descanso, se equivocan. Un presidente con semejantes problemas de legitimidad no podía darse el lujo de tomar ni siquiera vacaciones en Melgar, y menos aún dejando la Presidencia en manos de otro. Supongo que Samper tuvo la misma percepción y por eso inventó lo del chequeo. Pero cuán caro le ha salido. El doctor Meakings le dijo a La FM que "estoy seguro de que voy a encontrar al Presidente en perfecto estado de salud, pero él insiste en que le practiquen algunos exámenes". Según informó El Tiempo la semana pasada en primera página, estos duraron seis horas. Comenzaron con la salud dental, porque una buena higiene bucal lo es todo, o casi todo, en un hombre público. Se descubrieron unas pocas caries, pero el tratamiento parece que aguanta hasta Bogotá. Le hicieron un riguroso examen de ojos, en letras en degradé y números que comienzan pequeños en el ocho y van aumentando gradualmente hasta el 8.000. El examen de agudeza visual no era imprescindible, porque habría sido suficiente con no ver el elefante, pero tampoco sobraba para confirmar que no podía haberlo visto. Luego le hicieron un examen muy delicado: el del martillito en la rodilla, para lo de los reflejos. Pero hasta el momento no habían pasado sino 10 minutos en el consultorio del doctor Meakings. Luego le practicaron una prueba de esfuerzo que habría podido hacerse en el Royal Raquet Club de Bogotá, que ofrece una gratis a cambio de la compra de una acción. Seguida de una radiografía de tórax de las que antiguamente le hacían a uno para sacar el pase. Un electroencefalograma que sirvió para aumentarle 20 minutos más al examen. Un frotis de garganta, un frotis de uña, y finalmente un coprológico seriado que es el único que justifica la ida durante tres días seguidos al hospital con el famoso frasquito estéril en mano. Pero todavía no se completaban las seis horas. Entonces el doctor Cuéllar, médico personal del Presidente, sugirió una resonancia nuclear magnética, cuyo tiempo aproximado puede ser de media hora, pero si se hace con contraste, como se hizo, y si se revisa si el paciente presenta o no alergia a éste, como se hizo, puede prolongarse hasta 45 minutos, y de pronto hasta a una hora, si se le mezcla un tintico después de practicado el examen. Como si la incomodidad de todos estos exámenes fuera poca, mientras éstos se practicaban a Samper le hacían al frente de la clínica una manifestación en pro del respeto por los derechos humanos. Y el frío era de 15 grados bajo cero. Y el doctor Meakings, convencido de que ya había cumplido con su deber, insistía en darlo de alta de una vez, para que no siguieran llamándolo de las emisoras radiales colombianas a las cinco de la mañana para preguntarle si era cierto que el Presidente colombiano estaba enfermo.Como ya no quedaban exámenes por hacer, el doctor Meakings hizo lo único que un galeno serio habría hecho ante un caso semejante. Le practicó un lavado al Presidente, y se completaron así las seis horas que según el periódico El Tiempo duró la exhaustiva revisión médica del presidente Samper en el Canadá.

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