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El milagro de la economía chilena

El secreto del éxito chileno es la prevalencia de la inversión en educación y el apego de sus gobiernos a las ciencias económicas por encima de su ideología.

Rafael Rodríguez-Jaraba
5 de abril de 2013

Chile es elocuente ejemplo de avance, y testimonio vivo de la esperanza cierta que deben tener las naciones emergentes de poder alcanzar expansión económica y progreso social.

Con más carencias y menos recursos que Colombia, y con una topografía mayoritariamente montañosa y desértica en donde el ciclo productivo se reduce por efectos de su extrema latitud austral, en menos de 40 años Chile le ha probado al mundo que las naciones jóvenes y pobres tienen posibilidades ciertas de romper el falso atavismo del subdesarrollo.

El secreto a voces del exitoso modelo Chileno ha sido la prevalencia de la inversión en educación y el apego de sus gobernantes a las ciencias económicas por encima de sus ideologías políticas.

En Chile la planeación prospectiva, la mesura fiscal, el aprovechamiento de ventajas nativas, la creación de competitivas y la determinación de lograr un consumo ampliado fruto de la conquista de mercados externos, ha suplantando la miopía propia de las prédicas proteccionistas.

El modelo chileno inspirado en la doctrina libertaria de Milton Friedman, fielmente articulada por sus discípulos y seguidores, los llamados Chicago Boys, tempranamente entendió, que el fundamento del desarrollo es la educación, y que esta debe estar orientada al trabajo, la investigación, la promoción del espíritu empresarial y la adición de valor en los productos.
 
Para la sociedad chilena, el progreso es el triunfo de la ciencia sobre la ideología, y de la disciplina sobre la providencia. La economía chilena se acostumbró a la calidad, y para mantenerla, a comprometer el máximo esfuerzo y no el mínimo necesario.

Gracias a su inserción al comercio mundial, Chile ha ensanchado su plataforma industrial, agroindustrial, pesquera y minera; diversificado su canasta exportadora; modernizado su infraestructura; optimizado sus cadenas productivas; y, mejorado sus niveles de empleo, provocando aumento de la demanda interna, mayor capacidad de compra de su población y por ende, mejor redistribución de la riqueza.

La prosperidad de Chile y el crecimiento sostenido de sus indicadores, es resultado de la estabilidad de su política monetaria y cambiaria; de la seguridad jurídica otorgada a las inversiones extranjeras; del reducido costo del dinero; y de la moderada carga impositiva.
 
Mientras que en Chile la internacionalización es la carta de navegación al progreso, en naciones como Colombia se mantiene la discusión sobre la conveniencia de la inserción al comercio mundial.

Al modelo chileno no le basta el comercio basado en exportaciones; también busca afincar inversiones en otras naciones.

Los chilenos, más que los chinos, son los colonizadores del comercio del Siglo XXI. Basta ver la presencia en Colombia de empresas como LAN, Banco Falabela, Corpobanca, Sodimac, Jumbo, Easy, La Polar, Tiendas Falabela y Mall Plaza, entre otras, o la agresiva oferta de vinos, frutas, pescados, mariscos, saborizantes, químicos e inversiones para comprobarlo.

Ante la miopía de la Federación Nacional de Cafeteros y su obtusa política de seguir exportando el grano en verde, no extrañaría que los chilenos estén considerando la posibilidad de crear una marca internacional de café colombiano listo para el consumo.

Honor a Chile, ejemplo del milagro humano que produce la educación y la integración a la economía mundial. Ojalá que Colombia se contagiara del espíritu empresarial chileno.

* Director de Rodríguez-Jaraba & Asociados. Consultor Jurídico en Derecho Comercial, Financiero y Empresarial. Profesor Universitario.

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