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EL OCASO DEL ESCRITOR JOVEN

Semana
14 de marzo de 1983

Estudió ganadería en el SENA. Actualmente combina las labores del campo con la literatura. Publicó ya su primera novela "Tiempo de cometas" y está preparando otra sobre El Cerrejón.
El porvenir literario de la juventud colombiana se encuentra ante un nuevo año cuyas perspectivas parecen tan confusas, si no más, que el año anterior. Gabriel García Márquez se coronó con el Nobel y Colombia entera se llenó de jubilo; bueno, si descontamos a una minoría de escritores cuyas obras permanecen en el olvido y a unos cuantos envidiosos a los que más vale ignorarlos. El problema es más complejo de lo que parece; hoy por hoy es tanto lo que se ha hablado, escrito y dicho del genio Gabo, que podría volverse contraproducente para los nuevos valores. Escribir un libro y llegarlo a terminar, es un mérito que parece que las casas editoriales lo hubieran olvidado. Posiblemente quieran una obra del tamaño similar a la de un Nobel como Gabo, un imposible a corto plazo. Por eso, si antes los requisitos mínimos para coronarse como escritor, eran tan difíciles de llenar, ¿cómo será ahora que la distancia de ese grande de las letras y los nuevos es tan diáfana?
En Colombia se necesitaba ser político para publicar unas memorías, o gozar de una influencia en el medio editorial, o ser un periodista cotizado para llenar parte de esos requisitos. Pero el escritor desconocido que es, sin duda alguna, el que más se sacrifica, tiene que saltar montañas, cruzar abismos y, a pesar de todo, resignarse con el pasar de los días y los años para continuar con sus manuscritos sobre el mismo escritorio de siempre. El mérito del escritor primíparo supera los límites de lo imaginable y eso quizás lo deberían tener en cuenta las casas editoriales; promocionar gente nueva puede ser caro, pero es la única forma de descubrir los futuros valores que algún día honrarán la patria.
Los concursos literarios son una fábula para ilusionar a los escritores inéditos, muchas veces dichos concursos aparecen enredados dentro de sus entrañas y sus creadores se ven obligados a declararlos desiertos. No hay quién ponga en duda la
perfección absoluta en el idioma literario de un cuento o una novela de un señor a quien nadie conoce, lo que es verdaderamente lamentable es que no publiquen, al menos, lo mejor de las obras. Bastante esfuerzo tuvieron que hacer los concursantes como para que un jurado, generalmente compuesto por personas de importancia y cuya ocupación apenas si les resta unos minutos diarios para ojear no un libro, lo declaren desierto.
Otras veces los concursos se ven sujetos a reglas que limitan la capacidad creadora del joven escritor, un escritor es una persona que maneja la fantasía pudiendo mezclarla con la realidad para darle un realismo a su obra, como fue el caso de García Márquez con sus "Cien años de Soledad" y su Macondo imaginario en el lejano Aracataca. Entonces, si esos concursos están sujetos a un reglamento o a una idea específica de fondo, el escritor tiene que limitar su capacidad creadora para darle gusto a unos reglamentos absurdos y poder así concursar.
Por eso es que en este país se ha desarrollado el género del cuento mucho más que el de la novela; las casas literarias patrocinadoras de dichos concursos, les interesa más publicar pequeños cuentos que novelas y es obvio si se tiene encuenta los costos de la edición. Pero es un fenómeno que está mermando el caudal de novelistas o que los está convirtiendo, simplemente, en cuentistas. Qué justo sería que el gobierno, tan interesado ahora en el patrimonio cultural, revise sus políticas proteccionistas y contemple la posibilidad, en combinación con las casas editoriales, de editar un mínimo de autores desconocidos por año. Es la forma para que el grueso de la población colombiana conozca los escritores nuevos y los juzgue; es la única forma para poder cultivar los futuros valores y por qué no, de germinar algún nuevo escritor de renombre internacional.
De los libros editados el año anterior, resaltan las obras completas de García Márquez o sobre García M. la última incursión literaria del gran periodista Castro Caycedo y otros libros de diferentes periodistas; hay además varias memorias de personajes diversos, unos muertos y otros como los políticos, con ganas de seguir viviendo, y algunos cuantos de otros autores conocidos. En un último lugar, aparecemos dos o tres aventureros jóvenes que, de una u otra manera, logramos editarlo. Los mismos concursos literarios, que años anteriores habían tenido cierta importancia, se vieron disminuidos considerablemente. Como vemos, nada nuevo o muy poco; lo que resalta a simple vista es que la literatura colombiana está atravesando una profunda crisis dentro del retoño juvenil con posibles repercusiones en un futuro no muy lejano.

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