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El olfato político de Peñalosa

Con la renuncia de Carlos Fernando Galán, el aspirante a la alcaldía sufre un severo revés.

Armando Neira
21 de mayo de 2015

Se ha vuelto un lugar común decir que Enrique Peñalosa es un excelente administrador, pero un pésimo político. Lamentablemente para él, los hechos políticos de las últimas horas parecen confirmar tal afirmación. La vida de Equipo por Bogotá, la plataforma desde donde esperaba impulsar su candidatura, fue breve y tuvo un final tan sonoro como inesperado.

Hace apenas unos cuantos días Peñalosa empezó a fotografiarse sonriente con las otras dos figuras de este movimiento: David Luna y Carlos Fernando Galán. Los tres habían participado en las elecciones en las que fueron derrotados por Gustavo Petro, entre otras cosas para presentarse cada uno por su lado.

En esta ocasión, se mostraban juntos al tiempo que argumentaban que no era una unión coyuntural sino una exhibición de unidad por el más altruista y urgente de los propósitos: salvar a Bogotá.

Aunque la imagen era fresca, era difícil de vender ya que no se entendía bien por qué Peñalosa había renunciado a los verdes para ir a abrazar a los jóvenes políticos. De hecho, algunos de sus opositores dijeron que legalmente no podía inscribirse porque violaba las normas electorales ya que había sido aspirante por los verdes. Es decir, podría estar cayendo en la doble militancia. Peñalosa reclamó que en su caso no se le podría aplicar porque él había perdido. Un hecho inédito y sorprendente porque las leyes, en teoría, aplican para los candidatos que se alzan con la victoria como para los que salen derrotados.

De cualquier manera, Galán y Luna salieron a defenderlo en público y anunciaron que irían hasta las últimas consecuencias. Su gesta duró poco porque Luna aceptó ser ministro de las Tecnologías, con lo que automáticamente se marginó de la campaña. Galán trató de atenuar el golpe y dijo que tendrían más bríos para llevar a Peñalosa al Palacio Liévano.

Y aunque de labios para afuera defendía la causa de Peñalosa, en realidad estaba viviendo al interior del partido que presidía, Cambio Radical, una de las crisis más fuertes por cuenta de la entrega de los avales para oscuros personajes en el resto del país. Uno de los más notorios es el de Oneida Pinto, a quien la persigue la sombra del encarcelado y sindicado por homicidio Juan Francisco ‘Kiko’ Gómez, para la Gobernación de La Guajira. Otro es el del controvertido Luis Pérez para la Gobernación de Antioquia. Aunque los casos de estos dos personajes encendieron la chispa que él creyó controlar, terminó renunciando cuando se dio cuenta de que el incendio era inmanejable y amenazaba con quemarlo.

Así, en la fotografía de Equipo por Bogotá, hoy se ve solitario a Peñalosa, víctima de estos movimientos inesperados, dirán sus defensores, y de su escaso olfato político, aseguran sus adversarios.

Ya en esta columna se había escrito que Peñalosa es uno de los casos que más paradojas suscitan en la política nacional. Excelente gestor, dicen los indicadores; pésimo candidato, sentencian las urnas. Basta ver lo que ha sido este año para él: Que si se lanza por los verdes, que ya no; que ese partido del que fue su candidato presidencial, no es suyo; que quiere hacer un equipo por Bogotá pero sin Pardo, Pacho Santos ni Martha Lucía Ramírez, y menos Clara López. Con él como candidato nunca se sabe. Nadie ha sido derrotado una vez tras otra en los últimos años en las urnas. El año pasado, cuando se creía un cadáver político, resurgió arrolladoramente y por poco se convierte en el hombre que le compite de tú a tú al presidente Santos. Y ahora cuando irrumpió para cambiar el ajedrez político de la ciudad, no se habla de él sino de su guardia pretoriana que anda en otras cosas.

Este jueves Galán les dijo a sus allegados que se iba a centrar en la campaña de la ciudad -léase Peñalosa-, pero es difícil saber cómo quedó tras semejante escándalo.


Enrique Peñalosa, Carlos Fernando Galán y David Luna en el lanzamiento Equipo por Bogotá.

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