Home

Opinión

Artículo

El pacto secreto

Haber dejado en manos de un particular este tipo de acercamientos y de ofrecimientos, es un despropósito del tamaño de una catedral.

María Jimena Duzán
13 de febrero de 2010

El paramilitarismo se acabó, pero sus poderosos herederos –ahora convenientemente rebautizados bandas criminales o ‘bacrim’– tienen en jaque al gobierno de la seguridad democrática después de ocho años en el poder. Esa es la tremenda paradoja que por estos días se palpa con las decisiones erráticas que el gobierno de Uribe ha adoptado a la hora de controlar la violencia y los atropellos producidos por estas bandas en todo el territorio nacional.

Mientras el gobierno intenta minimizar el poder de estas como se llamen y rechaza el informe de Human Wrights Watch, que dice que están vivitas y coleando, y lo califica de escandaloso y sesgado, Uribe ya le había dado vía libre a una comisión en Medellín integrada en su mayoría por personas muy cercanas a su círculo íntimo, para que dialogara con esos asesinos en las cárceles, con el propósito de frenar los altos índices de homicidios que vienen azotando esa ciudad y lograra una tregua con las bandas. El pacto se realizó a espaldas del país y mientras el Presidente salía a los medios a pronunciar sus acostumbradas frases: “Este no es un gobierno que negocia con delincuentes”, “este es un gobierno que siempre está diciéndoles la verdad a los colombianos”, Jorge Gaviria, ex asesor de Alonso Salazar y hermano de José Obdulio, como miembro de dicha comisión visitaba varias cárceles del país haciendo ‘pedagogía’ con los asesinos e instruyéndolos en los beneficios de figuras poco usadas en la justicia como la del principio de oportunidad –un beneficio que sólo puede otorgar el Fiscal General porque significa la cesación de todo proceso contra la persona-. Este beneficio sólo se puede dar a cambio de una información que acabe con una organización delictiva.

Haber dejado en manos de un particular –llámese como se llame– este tipo de acercamientos y de ofrecimientos que ponen en peligro la vigencia del Estado de derecho y el cumplimiento de la justicia, no sólo me parece una generosidad innecesaria que no puede permitirse la seguridad democrática, sino un despropósito del tamaño de una catedral. Pero haberlos dejado además en manos de una persona como Jorge Gaviria, hermano de José Obdulio Gaviria, una persona que tiene una gran influencia sobre el presidente Uribe, muestra que el mandatario quería contar con un hombre de su entera confianza para ese trabajo.

Afortunadamente para el país, estas visitas a las cárceles fueron suspendidas, pero aún no sabemos cuáles fueron sus alcances ni a qué preacuerdos se llegó. Lo único cierto es que nadie cree que estos delincuentes que pactaron la tregua lo hayan hecho por razones patrióticas o por ser seguidores de la seguridad democrática, como dan a entender los miembros de la comisión cuando se les pregunta si hubo alguna retribución a cambio de esas visitas pedagógicas. Tampoco somos tan caídos del zarzo los colombianos como muchos en Palacio piensan.

Cuando la noticia se filtró, la comisión quedó sin oxígeno y todos recularon: el presidente Uribe; el atribulado y confundido comisionado de paz, Frank Pearl, y el alcalde de Medellín, Alonso Salazar, quien salió a decir que él sabía de la comisión pero que no tenía nada que ver con el tema de la tregua. Sí, claro, él no tenía nada que ver, pero era el principal beneficiado. A pesar de que todo el mundo ha querido desvincularse de este pacto fraguado a espaldas del país, hoy sólo quedan los interrogantes: ¿Está el presidente Uribe buscando un nuevo acuerdo con los grupos narcoparamilitares que no se desmovilizaron en Ralito? ¿Por qué primero el gobierno le da el aval a la Iglesia para que hable con ellos, y después les dice que no, que ya nada pueden hacer? ¿Por qué hay un obispo de Cúcuta diciendo que él ya va a hacer un proceso de sometimiento en la frontera colombo-venezolana? ¿Qué les va a ofrecer? Si son tan insignificantes estas bandas, ¿por qué tanto desmadre? ¿Por qué han aumentado los índices de violencia en aquellas zonas que antes poblaban las AUC? Ojalá estos interrogantes tengan respuestas. Los narcoparamilitares de ayer son las bandas de hoy que ocuparon las estructuras de poder que quedaron intactas después de la fracasada desmovilización de Ralito. ¿O es que hay alguna diferencia entre las bandas de 'Don Berna' y la 'Oficina de Envigado'.

Noticias Destacadas