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El peor de los tráficos

Semana
8 de octubre de 2001

Por VICTORIA EUGENIA GIRALDO VILLA* Directora de la Fundación Esperanza La trata o tráfico de personas es una forma actual de esclavitud en la que se degradan los seres humanos a la condición de mercancía, se negocian en cadenas mercantiles, se trasladan dentro o fuera del país, y luego en el lugar de destino, se someten a condiciones de explotación. Poderosas redes de traficantes nacionales y transnacionales, que actúan en la impunidad, fijan inicialmente los precios a las personas, dependiendo de su nacionalidad, de su edad, de su condición física, para luego exigir a estas una gran productividad económica en condiciones infrahumanas, que excluyen el derecho a la salud, al descanso, a los servicios sociales, y al producido del trabajo. Este delito, que atenta contra la dignidad del ser humano, es actualmente uno de los negocios más lucrativos en el mundo y ha convertido a Colombia en uno de los países más afectados. Las víctimas, en su mayoría mujeres niñas y niños, se consiguen en países como Colombia, donde su gente está en una constante e infructuosa búsqueda de opciones para satisfacer sus necesidades básicas y las de sus familias. En países en los que la migración es una opción de primera mano, en los que gran parte de su población no tiene acceso a empleo, ni al sistema educativo y en donde las oportunidades para generar proyectos de vida son escasas. En donde la mujer es discriminada y a la vez tiene a su cargo la responsabilidad del sostenimiento familiar y en donde el Estado es débil y en algunos casos hasta ausente. En Colombia somos todos vulnerables, unos por el "sueño de lograr la satisfacción de las necesidades primarias", otros por el "sueño dorado en el extranjero". En uno y otro caso, por ingenuidad, desinformación y necesidad, los colombianos pueden caer en el espejismo de una vida mejor. Este espejismo es creado mediante un cuidadoso diseño de los traficantes para cada una de sus víctimas. Generalmente hacen ofertas de trabajo, de estudio, o de matrimonio, se ganan la confianza de la persona y de su familia para inducir la decisión de aceptar tales ofertas. Proporcionan, además, los recursos necesarios, tiquetes, documentos y dinero, para que la persona pueda asumir su decisión. Luego, casi siempre en el lugar de destino, la persona es consciente del engaño, al descubrir que en cambio del trabajo ofrecido como modelo o cuidando niños, tiene que ejercer la prostitución, y aun si ya se la habían ofrecido, se enfrenta a condiciones inhumanas, sin derecho a decidir sobre su horario, ni a tomar medidas de protección, arriesgando su salud. Así mismo, si le habían ofrecido matrimonio, claro que lo cumplen, pero este es, en muchos casos, de carácter servil, es decir, para explotación sexual, reproductiva o doméstica. En otros casos el país o la región de destino puede ser un engaño, pues, por ejemplo, a la persona se le ha ofrecido viajar a Panamá y puede terminar en Japón o en cualquier otro país. Tarde o temprano las personas traficadas se dan cuenta del engaño. En cambio, en la mayoría de los casos es difícil y hasta imposible que sean conscientes de ser víctimas de un delito. En las condiciones mencionadas, el traslado fuera de su región o de su país, vulnera aun más a la persona. El encontrarse lejos de su familia, en lugares extraños, con cultura e idioma, algunas veces desconocidos, contribuye a generar relaciones de dependencia con los traficantes. Cuando el traslado es fuera del país, los problemas de índole migratoria se confabulan con lo anterior, agravando la situación para la persona traficada, que además tendrá que afrontar problemas legales. Así mismo se crea mayor dependencia cuando los gastos que ocasionó el traslado y acomodación de la persona, generaron una deuda, muchas veces con los traficantes mismos. Esta deuda es cobrada con el producido del trabajo, de manera que deben resignarse a las condiciones impuestas, en medio de amenazas que van desde hacer aún más daño a la persona o a su familia. La falta de conciencia frente al tráfico de personas, el compromiso de enviar dinero a la familia, el desconocimiento de la existencia de organizaciones y personas que las pueden ayudar y el temor a las represalias, son razones que dificultan la salida de esta situación. El regreso a Colombia es frecuente como producto de la deportación que ocurre porque se encuentran en situación irregular, indocumentadas, sin permiso de estadía y mucho menos de trabajo. De esta manera llegan como criminales. En otros casos el retorno se da gracias a que recurren a la ayuda de personas u organizaciones. El tráfico de personas más visible en Colombia es el que ocurre para fines de explotación sexual, de la que hacen parte la prostitución, la pornografía y el turismo sexuales. Esto ocasiona confusiones y actitudes que dejan mucho que desear. Es común que algunos colombianos consideren que esas personas "merecen su suerte" y lejos de ayudarlas, se encargan de estigmatizarlas y señalarlas produciendo para ellas rechazo social. En la mayoría de los casos en Colombia se cae en las redes del trafico por la ilusión de realizar el sueño de mejorar sus condiciones económicas. La gente lo arriesga todo, por un poco de dinero, para mejorar su calidad de vida, o para alimentar y educar a sus hijos. Algunas veces la necesidad o la ingenuidad es de tal magnitud que aun teniendo información preventiva, aseguran: "a mí no me pasará", "yo no me dejaría", "lo importante es estar allá y luego yo soy capaz de defenderme", "no me pasará nada malo porque el que me invita es de mi familia" . Por iniciativa de la Fundación Esperanza, organización de la sociedad civil para prevenir el tráfico de personas, Colombia ha iniciado un trabajo conjunto y coordinado con el gobierno y la comunidad internacional para solucionar este problema. Se adelanta una ambiciosa estrategia de sensibilización del país. Está en ejecución un plan nacional de capacitación a funcionarios del Estado en este tema. Se está dando especial atención a las víctimas del tráfico de personas, por parte de los consulados colombianos. Se adelanta la revisión de la legislación interna para armonizarla con la normatividad internacional. Se investiga el riesgo particular de las poblaciones en situación de desplazamiento en el país. Se enriquece el conocimiento del tema mediante publicaciones que recogen diferentes experiencias y se generan espacios de reflexión y análisis del problema. La comunidad internacional consciente de la gravedad de este delito, y asumiendo la corresponsabilidad del problema, promueve y apoya la puesta en marcha de iniciativas destinadas a su erradicación y a la asistencia para las personas traficadas. Son ejemplo de ello, el constante apoyo económico aportado por el gobierno de Holanda a través de su embajada en Colombia, de NOVIB -agencia holandesa de cooperación al desarrollo, el apoyo del Fondo de las Naciones Unidas para la Mujer- UNIFEM, de la Organización Internacional de las Migraciones - OIM, de Manos Unidas de España, de Terre des Hommes- Alemania, entre otros. Sin embargo, la magnitud del delito, las razones que se confabulan para facilitar su desmesurado crecimiento, las consecuencias devastadoras en las personas y en las sociedades tanto expulsoras como receptoras, demandan el fortalecimiento de las iniciativas existentes; pero, sobre todo, la colaboración de la ciudadanía que está llamada a conocer, reconocer, solidarizarse y actuar frente al delito. Línea de información confidencial y gratuita 9800-919032 Fundación ESPERANZA.

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