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El polo y los violentos

No basta con sostener que la guerrilla ya no tiene espacio. Se requiere la condena explìcita a la violencia y la ruptura de todo contacto con los guerrilleros.

Semana
2 de diciembre de 2006

Antonio Navarro ha mostrado por estos días, en cuatro ocasiones distintas, la pasta de político moderno de la que está hecho y su compromiso con la democracia.

Primero, se mostró avergonzado por la toma del Palacio de Justicia por el M-19, a diferencia de otros antiguos guerrilleros que dieron toda suerte de espurias explicaciones frente al informe hecho por antiguos magistrados de la Corte.

Después, como secretario general del Polo, puso en marcha una consulta para la elección de delegados al primer congreso de esa organización. Aunque es cierto que los conservadores consiguieron más de un millón con ocasión de la conformación de sus directorios locales, los 500.000 votos polistas, para un movimiento que es aun muy nuevo, son un gran éxito. Un par de días más tarde, frenó en seco a Yesid Arteta, que apenas recién salido de prisión manifestó su intención de asistir al congreso del Polo para luchar contra los sectores que "representan una línea ajena a lo que debe ser una concepción de izquierda". La advertencia de Arteta, ex miembro de las Farc, se refería a Lucho Garzón y los demás miembros de la izquierda democrática, como ellos mismos se identifican para distinguirse de los radicales. Navarro no tuvo reparo en señalarle a Arteta que "no está invitado y si aparece no puede entrar". Y el día de la inauguración del congreso de su partido, Navarro dijo que "continuar alzado en armas (hoy) es una profunda equivocación".

Esa posición de Navarro, claro, no es necesariamente la del Polo, aunque algún jefe de redacción atribuyera a ese partido las palabras de su secretario general. Ese es el punto. Al igual que Navarro, en el Polo hay un número importante de dirigentes de izquierda que, como Garzón, Samuel Moreno, Parmenio Cuéllar o Jorge Robledo, tienen un compromiso sin ambigüedades con la democracia y un rechazo sin esguinces al uso de las armas como herramienta política.

Sin embargo, no todos en el Polo están en lo mismo. Hay algunos que no son claros en la ruptura con los violentos. Aunque por fortuna son cada día menos, hay todavía radicales que en el mejor de los casos no condenan a la guerrilla y en el peor mantienen vínculos con ella. Esa fracción minoritaria hace ruido y tiene fuerza. Y ha conseguido que algunos de quienes no comulgan con la "combinación de las formas de lucha" pasen agachados frente a los violentos, todo ello en aras de la "unidad de la izquierda". Porque no basta con sostener que la guerrilla ya no tiene espacio o que la historia los ha dejado atrás. Se requiere la condena explícita a la violencia y la ruptura de todo contacto con los guerrilleros, excepto que se trate de buscar institucionalmente su desmovilización y desarme.

Si quiere convertirse en alternativa seria de poder, la izquierda democrática necesita neutralizar de manera definitiva a los radicales y obtener que el Polo como partido, y no sólo algunos de sus dirigentes, condene la lucha armada y apueste definitivamente por conseguir el poder por vías democráticas. El congreso de la colectividad de esta semana y la definición de la plataforma ideológica de consenso, son la oportunidad histórica para ello.

A la hora de cierre de esta columna, aún no se sabe si se consiguió tal objetivo. Si así fue, la democracia en Colombia habrá dado un paso fundamental en su consolidación y el Polo será una alternativa seria para 2010. Si no ocurrió, los polistas habrán perdido toda autoridad moral para alzar la voz contra los vínculos de los dirigentes de derecha y los paramilitares y cerrarán los espacios para su triunfo en las próximas presidenciales.

Lo que es bueno para el ganso, lo es para la gansa. El Polo, que con razón condena los vínculos entre paras y políticos, como lo hacemos también quienes desde otras orillas estamos convencidos de que los fines no justifican los medios y que el narcotráfico y los violentos son las lacras que debemos dejar atrás, tiene que conseguir de manera voluntaria lo que habrán de obtener, por vía de las decisiones de la Corte, los partidos de la coalición de gobierno: depurar de sus filas a quienes tienen vínculos con los violentos. ?

Puntilla: es una vergüenza que ahora quieran posar de víctimas algunos de los políticos relacionados con los paras. Víctimas son los asesinados, los que fueron obligados al exilio, los despojados de sus tierras.

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