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COLUMNISTA INVITADO

El punto débil de las Fuerzas Militares

Al parecer le hicieron un golpe institucional a los Militares y a la Policía puesto que fue necesario que alguien llegara como su jefe supremo para decirle cómo planear y ejecutar operaciones militares. ¿Dónde está la dignidad?

Semana.Com
10 de junio de 2014

De acuerdo a lo que indican las circunstancias, las Fuerzas Militares y la Policía no han contado con la suficiente autoestima para enfrentar por sus propias capacidades a los bandidos que les ha gustado asediar las instituciones y a los ciudadanos. Esa autoestima es responsabilidad de la dirección.

Siendo la institución que tiene en las encuestas un alto porcentaje de aceptación no es posible que ahora dependan de unas personas con la categoría de civil para poder mantener su dignidad y autoestima. Esas personas ahora juegan con la dignidad y el orgullo militar. Tristemente se sintieron representadas por alguien que fingió ser un soldado pero nunca prestó el servicio militar. Tiene lógica que por amor a las Fuerzas Militares sus hijos (Jerónimo y Tomás) hubiesen prestado el servicio militar no obstante todos los peligros que representa. Pero ello no sucedió. 

Es fácil autocalificarse como un soldado, pero vivir apartado de la sociedad porque el trabajo implica durar la mayor parte del tiempo en la selva, no tiene punto de comparación.

Es inexplicable por qué militares como el coronel Plazas Vega y el almirante Arango Bacci, fueron judicializados en los años que administró aquel que se autocalificó Combatiente. El castigo a estos altos militares, oficiales de notable rendimiento, fue a pesar de encontrarse como jefe supremo, el Combatiente. No sé a qué hora las Fuerzas Militares le dieron la medalla. Lo anterior puede mostrar faltas de competencia de los altos mandos en la organización de operaciones a pesar de ser los militares los profesionales en el asunto. ¿Se necesitó que llegará un civil para organizar las operaciones?

Alguien me comentaba sobre los múltiples secuestros que sucedieron a principio de siglo. Asimismo por mi parte le pregunté por la clase de Fuerza Pública de esa entonces. De igual forma le traté de explicar lo penoso que significa la aparente inoperancia de una fuerza pública dirigida por cuadros que han adelantado todo tipo de cursos de combate pero además han contado con un presupuesto importante con respecto al PIB y ahora resulta que la eficiencia depende de aquellos que nunca se han ganado portar un uniforme de las Fuerzas Militares y de Policía.

¿Por qué la Fuerza Pública en aquella época no operaba eficientemente y permitía múltiples secuestros? Esa respuesta deberá dársela al país todos los altos mandos de la época y, con el fin de comparar, también los de los últimos años. Si la respuesta y la responsabilidad militar están orientadas hacia la voluntad política, estamos en graves problemas en Colombia. La responsabilidad debe ser imparcial. La seguridad ó la paz en un país democrático no deben ser temas que pongan en tela de juicio el futuro de las Fuerzas Militares y a la Policía.

Respetar y dignificar a los militares es darles la confianza para realizar su trabajo y organizar las operaciones independientemente de quién sea el Presidente de la República. Al parecer le hicieron un golpe institucional a los uniformados puesto que fue necesario que alguien llegara como su jefe supremo, se les metiera al racho para decirle cómo planear y ejecutar operaciones militares. ¿Dónde está la dignidad?

Es estúpido pensar que por motivos del proceso de paz se recorte el presupuesto del Ministerio de Defensa. Ello implicaría generación de desempleo y esa no es la política de un país democrático. Un país democrático se preocupa por la generación de empleos que representen un verdadero bienestar y confort. No es empleo aquel que implique tener a las familias separadas por muchos kilómetros o millas (náuticas) de distancia por asuntos del servicio.

Nuestras Fuerzas Militares y la Policía no deben dejar afectar su capital: el orgullo y la dignidad. No creo que el orgullo y la dignidad se alimenten con la guerra. Tampoco debe alimentarse con los comentarios que realiza la población civil que en muchos casos no son más que unos espectadores de los combates y se enteran de ellos sólo a través de los medios.  

Los altos mandos no pueden infundirle a la tropa la sensación de derrota por el hecho de negociar con guerrilleros. Si ellos asumen esa actitud están atropellando y echando por la borda el arduo trabajo de sus subalternos realizado durante toda la historia de las Fuerzas Militares y de la Policía.

*Profesional en Ciencias Navales.

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