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El rolex de Danilo

No importa que el país se vaya a donde sabemos mientras que recuperamos nuestros relojes de muñeca,

Semana
23 de agosto de 1993


AY QUE RECONOCERLO: VIVA FM, el programa radial que se inventó Julio Sánchez Cristo, y "La Luciérnaga", el programa nocturno radial de Hernán Peláez, llegaron justo a tiempo para desestancar la insoportable monotonía en la que poco a poco han venido sumiéndose los tradicionales programas radiales noticiosos, que hace apenas unos años monopolizaban las audiencias.
Aunque admito que más que esos programas de radio, lo que puede haberse venido estancando es el país. Siempre los mismos, opinando lo mismo, sobre los mismos problemas...
Pero decía que Viva FM y "La Luciérnaga" llegaron a tiempo para meterle un poco de emoción, de humor, de variedad y de irreverencia a las noticias radiales. Se informa lo que el radioescucha necesita saber, pero no se le satura de noticias, sino se le mezcla un poco de música para que las madrugadas y los anocheceres no sean tan tediosos. En el primero de estos programas desfila la opinión nacional auténtica y espontánea, que expone los argumentos más brutos o los más inteligentes (existen los dos extremos) sobre los aconteceres del país. En "La Luciérnaga", por el contrario, se hace periodismo con el mejor - y a veces mas negro- humor que es posible aplicarle al país.
Pero mis comentarios en esta ocasión van más bien dirigidos a un programa de Viva FM la semana pasada, en el que se debatió con el mejor periodismo el caso del conocido actor de televisión Danilo Santos, quien, a cambio de recuperar su reloj, raponeado en una calle de Bogotá, aceptó retirar la denuncia que mantendría al raponero en la carcel durante un buen tiempo.
El programa me impactó, porque yo pensé que en ello no existía dilema. Que sacar a un hampón de la cárcel para que siguiera delinquiendo, a cambio de recuperar un reloj, no ofrecía alternativa. Que un bien material no podia anteponerse al interés colectivo. Que un reloj jamás valía la posibilidad de dejar suelto a un delincuente para que continuara haciéndole daño a los demás.
Pero dcscubrí que para una cantidad de colombianos que esa mañana llamaron a opinar, sí había alternativa, y ameritaba controversia. Se soltaron todo tipo de argumentos. Que mejor era reloj en mano que hampón volando. Que el ladrón era un pobre hombre muerto de hambre, con una familia que sostener, que robaba por necesidad. Que lo que pasa es que las estructuras nacionales están podridas. Que la corrupción va de arriba a abajo, y no de abajo hacia arriba. Que si los concejales quedan libres por devolver la plata, y si el Estado puede negociar con Pablo Escobar, y que si todo el mundo roba, por qué no se puede cambiar un reloj por una denuncia. Que no se debe negociar una denuncia, a menos que el bien robado sea muy caro. Que las denuncias pueden negociarse, dependiendo de si el ladrón es más o menos malo. Sí. Se escucharon todo tipo de opiniones. Desde las más estúpidas, hasta las más inteligentes.
Pero casi todas esas opiniones tenían un común denominador. El terrible desfallecimiento moral de los colombianos. La actitud del actor Danilo Santos es apenas un termómetro de ese desfallecimiento.
De él comenzamos a percatarnos en la peor época del narcoterrorismo, cuando ponían una bomba en cada esquina. Para la mayoría de colombianos, se trataba de una guerra del Gobierno contra los narcotraficantes, en la cual supuestamente los colombianos nada teníamos que ver. Una confrontación ajena en la que habíamos quedado injustamente atrapados. Todavía recuerdo la carta de los habitantes de un barrio de Bogotá al entonces presidente, solicitándole que removiera de su vivienda familiar al general Miguel Alfredo Maza Marquez, porque un hombre tan amenazado no podía ser vecino "de uno .
Pasado el narcoterrorismo, el país, contrariamente a lo que podría pensarse, no se fortaleció sino que continuó desfalleciendo. Mientras podría suponerse que cada vez es más feo, más escandaloso y mas difícil robarse los dineros públicos, porque cada vez hay más organismos de vigilancia y es más fuerte la labor fiscalizadora de la prensa, más roban. Cuando uno cree que el efecto demostrativo de unos concejales que van a la cárcel por robar, o de un Fiscal que ha dado clases de integridad, probidad y valentía, o de un Veedor que ha convocado a la opinión pública a su alrededor por la solidaridad que despertaron sus "excesos" veedores, deberían generar los mejores ejemplos de comportamiento en un país que está renovando sus instituciones, menos ejemplos son los que se imitan. Cuando uno piensa que los riesgos que enfrenta un equipo periodístico para poner a una banda de ladrones tras las rejas debería producir la más alta de las satisfacciones, he aquí que produce la más elevada de las frustraciones.
El desfallecimiento moral que nos circunda se resume, entonces, en una frase: no importa que el país se vaya a donde sabemos, mientras recuperemos nuestros relojes de muñeca.
Pero lo más grave no es que exista un Danilo Santos que trance lo que sea para recuperar su reloj rolex de oro. Sino que existan tantos colombianos que llamen a una emisora radial para asegurar que ellos también habrían recuperado su rolex, porque eso produce una nueva casta de ladrones colombianos que, amparados por la ley, comenzarán a actuar bajo una ecuación perfecta. Si no los cogen, de buenas. Y si los cogen? devuelven el reloj ... -

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