Home

Opinión

Artículo

OPINIÓN

El tono hace la música

Los límites son necesarios, sanos y ayudan a preservar las relaciones, a darle curso a los conflictos de la mejor manera y en menos tiempo.

Ximena Sanz De Santamaria C., Ximena Sanz De Santamaria C.
27 de agosto de 2013

Aprender a poner límites, poder expresar lo que a cada persona le duele o le molesta con relación a otros es algo que no siempre se aprende. De hecho, tiende a pasar lo contrario. Las personas tienen la creencia que quedarse en silencio y no poner límites es mejor porque de esa manera se evita un conflicto. 

Y es verdad que se evita si en el momento de expresarlo hay sentimientos de rabia o dolor porque eso lleva a que se reaccione en forma agresiva y quien se siente agredido generalmente tiende a agredir de vuelta. Por esta razón, es equivocado intentar poner límites cuando los sentimientos están ‘a flor de piel’ y lo que se quiere es hacerle daño al otro como una forma de vengarse. Cuando este es el propósito de decir las cosas y poner límites, el ‘tono’ de quien quiere ponerlos generará más problemas en lugar de lograr poner los límites que se necesitan. 

Cuando alguien siente que otros le están pasando por encima, que se están aprovechando, que no tienen en cuenta su punto de vista, que irrespetan con gritos y groserías y no permiten un diálogo, lo más probable es que le produzca rabia y resentimiento, sentimientos que tienden a intensificarse cuando no es posible manifestar el desacuerdo o la inconformidad con la manera como el otro se manifiesta. Cuando estos sentimientos se salen de control, la reacción de la persona generalmente es equivocada porque termina haciendo lo mismo que han hecho con ella: devuelve los gritos y el maltrato, responde a una agresión con más agresión. 

Hace poco llegó a consulta una adolescente furiosa, no solo porque estaba peleada con su madre, sino porque justamente había sido su madre la que la había obligado a ir donde una psicóloga. “Mi mamá dice que yo tengo un problema para manejar mi genio, que soy histérica. Pero ella no se da cuenta que ella es la que me pone así con sus comentarios, porque yo con mis amigas nunca soy así”, decía furiosa. 

A medida que hablaba y ‘sacaba’ el malestar, empezó a calmarse y pudo reconocer que sí había momentos en los que ella era muy ofensiva con su madre. Sin embargo, no dejaba de argumentar que la madre no era una mujer fácil, que tendía a descalificarla con frecuencia, y que lo peor era que ella lo hacía frente a sus amigas. “Eso me parece humillante y se lo he dicho mil veces, le he pedido de todas las formas que no me regañe y me haga sentir mal frente a mis amigas. Pero cuando se pone brava, vuelve a hacer lo mismo, entonces lo que he empezado a hacer es que yo también le respondo cuando están mis amigas ahí. Y claro, ahí ella se pone histérica porque dice que la hago quedar en ridículo”. 

La pelea entre esta adolescente y su madre había llegado a tal punto que eran cada vez menos los momentos buenos que tenían en su relación. Se había construido entre ellas un brazo de hierro en el que ninguna estaba dispuesta a ceder ni a bajar la cabeza. Como consecuencia, la convivencia se había convertido en una batalla campal en la que cada una estaba dispuesta a mantenerse en su posición hasta que quedara demostrado cuál de las dos era más fuerte. 

Esta situación hizo que para la adolescente fuera  muy difícil darse cuenta de que mientras siguiera por el mismo camino iba a obtener el mismo resultado y que, por lo tanto, si quería que se generara un cambio tenía que empezar por ella. El cambio no significaba que no pudiera ponerle límites a su madre ni que tuviera que abstenerse de manifestarle las cosas que le dolían. 

El cambio tenía que empezar por hacer un esfuerzo para identificar en qué situaciones valía la pena hacerle un reclamo, revisar la manera como se dirigía a ella cuando intentaba ponerle límites y el momento en que era aconsejable hacerlo. 

Fue así como poco a poco esta joven aprendió a no ‘cazar todas las peleas’, es decir, a identificar en qué momentos valía la pena hablar con su madre para manifestarle su inconformidad y en cuáles era mejor dejarlo pasar. Al tener eso claro, empezó a trabajar en la manera de decir las cosas: en las palabras a emplear, en el momento de hablar con su madre y en el tono con el que le decía lo que le dolía o le daba rabia. 

Para lograrlo tuvo que escribir bastante, escribirle cartas diarias a su madre –nunca para entregárselas- con el fin de poder sacar y manifestar la rabia y el resentimiento que llevaba cargando durante años. A medida que lograba canalizar esa rabia, se le facilitó dirigirse a su madre de manera más tranquila. Así ella misma descubrió que la principal condición para poderle poner límites con éxito era no estar ni brava ni molesta. De esta forma fue disminuyendo el conflicto entre ellas y la madre no solo empezó a respetar los límites que le pedía su hija, sino que además ella también comenzó a cambiar en la manera como se los ponía a su hija, sin necesidad de agredirla ni alterarse.

Este tipo de situaciones no solamente se presentan en el campo de las relaciones familiares. También pueden presentarse con la pareja, los amigos, los colegas y los jefes. Son situaciones complejas porque en todas existe el miedo de generar un conflicto tan grande que acabe por dañar la amistad, la relación o por tener consecuencias como perder el puesto. 

El problema está en que dejar de poner límites no evita el conflicto; por el contrario, lo aplaza y lo agranda, sobre todo cuando se genera resentimiento. Los límites son necesarios, sanos, y ayudan a preservar las relaciones y a darle curso a los conflictos de la mejor manera y en el menor tiempo posible. Pero si al poner límites no se tiene en cuenta la manera como se procede para lograrlo, el conflicto se crece y más grave aun, no se logra establecer el límite. Una guerra de agresiones mutuas intensifica el orgullo y la soberbia de ambas partes y las incapacita cada vez más para reconocer los errores propios. Por eso es tan importante tener siempre muy en cuenta que ‘el tono es el que hace la música’.

*Psicóloga-Psicoterapeuta Estratégica
ximena@breveterapia.com
www.breveterapia.com

Noticias Destacadas