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El traje del emperador

La hipocresía nos ha llevado a la posición de aceptar negociar con asesinos, secuestradores, extorsionistas, pero no con narcotraficantes

Semana
4 de junio de 2001

Con el asunto de si las Farc estAn metidas o no en el negocio del narcotráfico nos está pasando lo mismo de aquel famoso cuento infantil, El traje del emperador. Erase una vez una corte en la que el sastre real tuvo que superar el reto de coserle al emperador un traje nunca antes visto. El sastre resolvió su problema enviándolo desnudo a las calles, convenciéndolo de que estaba engalanado con inimaginables sedas y brocados. Por temor a decir la verdad, su pueblo le siguió la cuerda al sastre: por donde quiera que el emperador se paseaba, los suspiros de admiración colmaban el ambiente. Hasta que un mocoso se atrevió a decir la verdad: “¡Pero si el emperador va totalmente desnudo!”. A pesar de todas las evidencias, en Colombia todavía no nos hemos atrevido a aceptar oficialmente que las Farc andan metidas hasta el pescuezo en el negocio del narcotráfico, a tal punto que prácticamente todos los países de América Latina tienen instalado con Colombia un mercado negro de armas a cambio de cocaína. Pero la pregunta es: ¿Si partimos de la base real de que las Farc se metieron de lleno en el narcotráfico, significa eso que ya no podremos negociar políticamente con ellas? Porque ese es el temor que adivino en la forma como el gobierno y la comunidad internacional le rehuyen a tal aceptación. Jurídicamente no habría ningún impedimento. La Ley 418 de orden público autoriza al gobierno para reconocerle estatus político, sin ningún matiz, a “organizaciones armadas al margen de la ley”. Pero en cambio, seguir jugando a hacernos los de la vista gorda en el tema de las relaciones Farc-narcotráfico ha llenado el proceso de contradicciones peligrosas. Para comenzar, frente a la negociación con las Farc se han instalado dos lenguajes: el del gobierno, que habla de “subversivos”, y el de los militares, que hablan de “narco-bandoleros”. Eso significa que para el gobierno la negociación se está llevando a cabo con la insurgencia, mientras que para los militares se está llevando a cabo con el narcotráfico. Para poder mantener esta dualidad en el vocabulario, el gobierno hace malabares increíbles para atenuar la responsabilidad de las Farc en contra de las evidencias. En varias oportunidades el Presidente se ha visto obligado a distinguir entre “comerciar”, “cultivar” y “traficar” y “vigilar”. Hemos llegado al punto de aceptar benignamente todo lo anterior siempre y cuando no llegue a demostrarse que las Farc ya son un cartel, porque entonces ahí sí el diálogo político con las Farc se volvería intolerable. Pero, ¿es todavía sostenible asegurar que las Farc no son un “cartel” en el sentido estricto de la palabra porque, a diferencia de los carteles, no están en el narcotráfico solamente para ganar plata, sino para ganar la plata que utilizarán en la compra de armas para tomarse el poder? ¿Existe de verdad diferencia entre poseer cultivos, laboratorios y pistas propios a cambio de un dinero para comprar armas, a cuidar cultivos, laboratorios y pistas ajenos que produzcan el dinero para comprar las mismas armas? Francamente, me parece más peligroso, por las contradicciones que implica, seguir negando las relaciones Farc-narcotráfico que aceptarlas y enfrentarlas en el campo de la negociación política. Cuando Pablo Escobar, en uso pleno de su actividad como narcotraficante, se metió a la política, no se hizo una mejor persona, porque ahora estuviera aspirando no sólo al dinero sino al poder. Cuando las Farc, que asesinan, secuestran y extorsionan, se metieron en el negocio del narcotráfico, no se volvieron peores que cuando no utilizaban la droga para alcanzar el poder. Sin embargo, la gran hipocresía que rodea este tema nos ha llevado a la increíble posición de aceptar negociar con asesinos, secuestradores, extorsionistas, pero no con narcotraficantes. Hasta los propios norteamericanos cayeron en la trampa del traje del emperador. Según el gobierno Bush, la plata del Plan Colombia es para combatir el narcotráfico, pero Estados Unidos tiene la firme intención de no involucrarse jamás en el conflicto interno de Colombia. Ahora que es demasiado evidente que ambos cables están cruzados… ¿qué va a prevalecer? ¿La obsesión por la lucha contra el narcotráfico, o la repugnancia hacia involucrarse en el Vietnam colombiano? ¿Le retirarán su apoyo al proceso de paz ahora que es tan evidente que él implica tener que negociar con una guerrilla-narco? Ha llegado la hora de que cese toda esta hipocresía. Porque no aguanta la farsa de que estamos negociando con quienes dicen que no hacen, para que nosotros creamos que no hacen, lo que ellos sí hacen y nosotros también sabemos que hacen. Entretanto… Qué modelo el de la nueva Comisión de Televisión: ¿será cierto que ahí no hubo trasteo de votos sino de Plazas?

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