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El último 'show' de Michael Jackson

La vida de Michael Jackson siempre ha sido un espectáculo diseñado especialmente para los estadounidenses. El juicio en su contra que acaba de terminar no es una excepción. Columna de Felipe Restrepo, periodista de SEMANA.

Semana
19 de junio de 2005

1.
Estados Unidos es un lugar bastante particular. Allí nada parece imposible: de la noche a la mañana, un niño negro pobre puede terminar convertido en una malvada mujer blanca. Y nadie se sorprende. A los estadounidenses no les parece raro que un músico decadente viva en un grotesco parque de diversiones de varias hectáreas, rodeado de animales y de niños con los que a veces duerme y toma vino. Ni que un hombre de 47 años diga tranquilamente en televisión que es Peter Pan y que nunca va a morir. Y, sobre todo, no se escandalizan de que sea una misma persona la que hace todas estas cosas.

Tal vez algunos sí se escandalizan, pero la  mayoría se divierte. Porque la vida de Michael Jackson siempre ha sido un show especialmente diseñado para el público norteamericano: desde que comenzó, a los 10 años, a cantar música 'disco' con sus hermanos, hasta hoy, cuando se acaba de salvar de pasar varios años en la cárcel. Sus espectaculares conciertos son comparables a sus grandes juicios: entretenimiento para las masas. Y gran entretenimiento, además. Jackson es un engendro que sólo se podría haber desarrollado en un medio en el que los ricos y famosos son semidioses, en el que salir en televisión garantiza la inmortalidad. Por eso, su vida, su éxito y su caída hablan tanto de cómo funciona Estados Unidos. 

Su extenso historial de abuso sexual a menores parece un detalle más en su abrumadora biografía, un pequeño punto en medio de una existencia llena de episodios escabrosos. ¿Por qué estamos obligados a ver a Jackson como un abusador de menores y no como el hombre que una vez le compró un porsche a un simpático chimpancé? ¿Por qué ya nadie recuerda que tiene una lista con los nombres de sus 20 peores enemigos y que una vez le pagó a un chamán de una tribu africana 150.000 dólares para que le hiciera vudú a cada uno de ellos?, ¿O que tiene una serpiente llamada Madonna y una tarántula llamada Spielberg? O, ¿por qué ya nadie habla de lo que realmente es: uno de los grandes genios de la música pop? Desde luego el abuso de menores es su extravagancia más grave. Pero, aceptémoslo de una vez por todas: es la que más publicidad recibe porque, al fin y al cabo, el sexo es lo que más vende.

2.
El juicio que se inició en enero pasado fue digno del 'rey del pop': ni sus fanáticos ni sus enemigos lo olvidarán jamás. El primer día que Jackson compareció ante el tribunal de Santa María, California, se declaró inocente. A la salida ejecutó sus famosos pasos de baile sobre el techo de un auto. Quienes se habían reunido para apoyarlo no pudieron contener la emoción. Porque sus fanáticos no son precisamente normales: algunos estaban disfrazados y otros tenían afiches en los que lo comparaban con Jesús. Del otro lado estaban sus enemigos: los autoproclamados defensores de las víctimas del abuso infantil, grupos racistas y fanáticos religiosos con sus Biblias en las manos. Claro que todos tenían algo en común: todos, sin excepción, se morían por escuchar en cualquier momento las palabras "masturbación", "eyaculación" o "violación".

Además de freaks, morbosos.

El juez -que todavía creía en la seriedad del proceso- prohibió que las cámaras de televisión entraran a su corte. Pero esto no impidió que algunos canales, como E! Entertainment, se las arreglaran para satisfacer a su público y llegaran al extremo ridículo de hacer representaciones actuadas del juicio. No sé quién más las haya visto, pero para mí fueron momentos del más puro placer. Estoy seguro de que el actor que hacía el papel de Jackson tiene un lugar asegurado en la historia de la actuación. Cumplió, a la perfección, la nada fácil tarea de suplantar a un hombre insuplantable, a un ser que está a medio camino entre un autista y un alien.  

Dicen los que presenciaron el juicio que Jackson estuvo a la altura de las circunstancias. Su apariencia, para comenzar, era aterradora: su piel pálida cubierta por una plasta de base contrastaba con su peluca negra -que utiliza desde cuando perdió el pelo en un incendio- y con sus cejas tatuadas. Además, después de tantas cirugías, perdió la nariz y debe utilizar una prótesis que cubre los dos huecos por los que respira. Su ánimo también cambió bastante con el paso de los días: su euforia inicial se transformó, poco a poco, en una intensa depresión. A medida que los testigos pasaban, el ánimo de Jackson decaía: pedía permiso, cada hora, para ir al baño e incluso se ausentó porque fue hospitalizado. Un día no se presentó pues, según su abogado, una araña lo había mordido. Y así siguió: un día llegó a la corte en pijama, y otro, tuvo que ser alzado por un guardia de seguridad, ya que no podía moverse.

La fiscalía presentó a Jackson como un depredador sexual que tenía a su mando una serie de hampones. Sus empleados fueron descritos como delincuentes de primer orden: neonazis, corruptores de menores, ex policías corruptos y secuestradores. Por otro lado, la defensa basó su caso en que la víctima y su familia eran estafadores oportunistas. Lo curioso es que tal vez ambas cosas sean ciertas. Desde los 80 existen testimonios y acusaciones directas sobre las actividades sexuales de Jackson con niños y adolescentes. Maureen Orth, en sus reportajes para la revista Vanity Fair, y el periodista chileno Víctor Gutiérrez -autor del escandaloso libro Michael Jackson fue mi amante- lo han señalado. Según estos dos periodistas, existen pruebas concretas de que Jackson ha tenido contactos sexuales con varios niños menores de 14 años. Uno de ellos, Jordan Chandler, aseguró haber sido amante del cantante por más de dos años. Sin embargo, 'Jordie', como es conocido por los medios, recibió 25 millones de dólares a cambio de no presentar una demanda. Como siempre en el mundo del entretenimiento, el dinero es el que manda.

3.
Esta vez, en cambio, lo que lo salvó fue la pésima imagen de la madre de la víctima. La mujer jamás se quejó de que su hijo compartiera la cama con él mientras le diera suficiente dinero para comprar ropa y viajar. Era un trato bastante siniestro: tú me das dinero y yo te presto a mi hijito. Y es ahí donde está lo más molesto de todo este asunto: todos juzgan a Jackson por su afición a los rubitos, pero nadie juzga a los padres codiciosos que se aprovechan de sus retorcidos gustos sexuales para ganar millones.

Y por eso, creo, el final de esta película es feliz. O al menos justo. No porque esté de acuerdo con la pedofilia, sino porque los más villanos de esta historia son los hipócritas. Los que le tiran piedras a Michael Jackson en la calle, y luego, en la soledad de su casa, se convierten en ávidos testigos de su caída. 

*Periodista de SEMANA