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EL VASO DE AGUA

Semana
29 de septiembre de 1997

De modo que Antanas, el travieso, tiene ya un truco reiterativo para robarse el show cada vez que deba presentarse en un foro con los restantes candidatos: tirarles un vaso de agua a la cabeza. Rentable operación publicitaria: los medios olvidan lo que allí se haya dicho y sólo registran, excitados, el vaso de agua de Mockus. Es la noticia. Las propuestas para darle otro rumbo al país, para castigar el gasto público o enfrentar a la subversión y la inseguridad, no tienen entre nosotros, definitivamente, mayor interés mediático. Su cubrimiento requeriría un periodismo con cierta capacidad analítica para separar el grano de la paja retórica. El vaso de agua constituye, en cambio, un gesto barato y vistoso, fácilmente registrable y al alcance del más simple de los teleespectadores; de ahí que gane un espacio privilegiado en los noticieros de televisión y en la primera página de El Tiempo. Mockus lo sabe; sabe que el vaso de agua arrojado a los bigotes de Serpa prevalece sobre las propuestas, ideas y conceptos del propio Serpa, de Juan Manuel Santos, de Lleras de la Fuente o de Noemí. Así de simple es la cosa. Se trata de grabar imágenes y no de llegar a latitudes más profundas del cerebro. Las elecciones se ganan hoy con hechos mediáticos, y ya el nuestro no es un país para los Alberto Lleras sino para quienes consigan llamar la atención así sea parándose en la cabeza. De esta clase de frivolidad informativa es responsable ante todo nuestro periodista raso, que es producto de su mediocre formación y de un clima cultural cada vez más precario. Un concepto errado, que comparten editores y facultades de comunicación, le ha impuesto el pobre papel de transcriptor de fuentes; es decir, de simple cargaladrillos sin capacidad de análisis ni de evaluación de los hechos. Ni aclara ni orienta; transcribe. Su único aporte es el de contribuir con ello a la peligrosa desorientación de lectores o televidentes. Pues hablo de la prensa escrita y de la televisión y no de la radio. La radio es una excepción.Si la radio registrara los hechos del mismo modo que la prensa diaria, volveríamos 20 ó 30 años atrás, a la época de los noticieros estilo Orientación, la tribuna de la patria, que se limitaban a engolar la voz para decir el señor Presidente dijo, el Ministro declaró, Zutano afirmó o Mengano sostuvo, etc. Pero ya no es el caso, pues un Juan Gossaín, un Julio Sánchez Cristo, un Yamid Amat, un Mauricio Vargas o un Roberto Pombo están haciendo en radio lo que no hacen la prensa o la televisión. Preguntan, replican, confrontan, acosan, dan una y otra vuelta al tema del día, sacando el bagazo retórico, las explicaciones acomodaticias, los encubrimientos, estereotipos y mentiras que son el pan diario de los otros medios. Aunque sus espacios de opinión son excelentes, nuestros periódicos se han quedado, desde el punto de vista informativo, con un viejo esquema. Nos sirven páginas enteras de declaraciones y noticias crudas sin mayor esfuerzo de esclarecimiento y disección. Se deja, por ejemplo, que el Presidente y los ministros gobiernen una realidad puramente verbal sin relación con la otra, la que padecemos. A un Augusto Ramírez Ocampo se le acepta que pida al gobierno diálogo sin condiciones con la guerrilla a tiempo que ésta exige despeje de zonas o rechaza a las autodefensas como interlocutores políticos. Se registran opiniones a favor y en contra de las Convivir, sin ir más allá en el manejo de este tema tan vital. Todo se registra a la manera casi notarial de los anales del Congreso. Con noticias o convencionales declaraciones, se crea una falsa ilusión de paz sin ponderar las opciones de diálogo, que son mínimas, y sin advertir que, en el mejor de los casos, éste podría ser un recurso táctico de la subversión para obtener ventajas puntuales: zonas sin Ejército o supresión de las Convivir a cambio de poca cosa. En vez de ello, periódicos y noticieros abundan en tontas y cándidas exhortaciones de paz, no precisamente a cargo del 'Mono Jojoy', lo que sería apreciable, sino de dirigentes gremiales que proceden en este caso como las contentas gallinas invitadas a un asado, ignorando que el plato principal del menú es precisamente asado de gallina. Se registran declaraciones de los dirigentes sindicales de Acotv o de Telecom explicando sus movimientos de huelga, sin mostrar debidamente cómo los intereses corporativos de estos sindicatos, o de Fecode, van en contravía de los usuarios. Un periodismo no simplemente transcriptor lo haría en Estados Unidos o en Europa. De este modo, el público apenas registra las protestas contra las privatizaciones sin tomar nota que estas conspiran contra sus propios intereses. Parodiando a Jean Francois Revel, uno podría decir que nunca hubo en Colombia mayor alud informativo acompañado de una más grande desorientación y de un mayor protagonismo de la mentira. Así, dentro de este panorama informativo, los vasos de leche gratis ofrecidos por Moreno de Caro o los vasos de agua que echa Mockus a la cabeza de sus interlocutores, tienen asegurados todos los resplandores mediáticos y, gracias a ellos, opciones de poder. Pues entre nosotros, política, periodismo y farándula se están volviendo la misma cosa.

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