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Empresas urbanamente irresponsables

No basta con que tan solo unos pocos respetemos las reglas mínimas de vida en comunidad, es un ejercicio colectivo donde “todos ponen”.

Rodrigo Lozano Vila , Rodrigo Lozano Vila
9 de octubre de 2017

En sociedades altamente desarrolladas como la japonesa, el orden y la cultura ciudadana son un pilar fundamental de la vida en comunidad, y una pieza clave que contribuye a la tranquilidad, al bienestar y la seguridad con la que se vive en ciudades tan grandes y complejas como Tokio.

Tristemente en Colombia, ninguna de sus ciudades puede calificarse como altamente desarrollada, pero debemos mantener en nuestro imaginario la meta y el reto de realizar acciones cotidianas que nos permitan avanzar hacia mejores condiciones de vida y bienestar.

Los ciudadanos debemos ser urbanamente responsables. Las acciones individuales, como abstenerse de (botar basura) y hacer (recogerla) se constituyen en pequeños gestos que pueden tener gran impacto en los demás y generar las condiciones necesarias para seguir avanzando en la construcción de una mejor ciudad.

A nivel de las empresas que hacen negocios en la ciudad y se lucran al hacerlo, es importante destacar que su obligación no se limita a ser socialmente responsables y a pagar impuestos, se requiere de ellas algo más: ser urbanamente responsables.

Muchas de estas empresas, tienen códigos de buen gobierno y son socialmente responsables, pero lo que se predica se practica. Pueden ser calificadas como urbanamente irresponsables, pues demuestran con sus actuaciones diarias que muy poco o nada les importa el bienestar de los demás.

Para no citar sino algunas, entre las empresas urbanamente irresponsables podemos encontrar: las compañías productoras de tabaco, las compañías productoras y distribuidoras de concreto, las compañías de logística de distribución y las compañías transportadoras de valores.

El cigarrillo: además de matar, dar cáncer y ser un elemento nocivo para la salud tanto de quien lo consume como de quienes nos exponemos a él cerca de quienes lo fuman, sus colillas son el causante de una enorme suciedad urbana que se evidencia con solo mirar el piso de las calles, los paraderos y las aceras de cualquier ciudad. La solución, además de las campañas de cultura general que es imperativo impartir entre quienes viven en comunidad, consistiría en imponer un impuesto local o sobre tasa a la venta de cigarrillos, con el fin de que el dinero recaudado se contribuya a las labores de aseo y cuidado de la ciudad. Esta medida ya se ha puesto en marcha en otras ciudades del mundo.

El concreto: basta con ver las calles de Bogotá, especialmente aquellas que tienen pendientes, para constatar el perjuicio lamentable y difícil de remediar causado por las compañías distribuidoras de concreto que irresponsablemente dejan caer grandes cantidades de material sobre el espacio público, el cual no solo no recogen, sino que permiten que se fragüe y solidifique generando enormes protuberancias que en muchas oportunidades se convierten en obstáculos de alta peligrosidad para vehículos, ciclistas y peatones por igual. Estas compañías deberían comenzar por adelantar campañas voluntarias de reconstrucción de vías, puentes y aceras donde han dejado su huella indeleble. La administración municipal, con criterio y autoridad debería estar en capacidad de suspender sus permisos de circulación y distribución en caso de que sigan arruinando las vías.

Las gaseosas y la cerveza: las compañías de logística y distribución, incluyendo a quienes distribuyen bebidas con sus grandes vallas ambulantes, o camiones de distribución, contribuyen en gran medida a la falta de movilidad de la ciudad pues pareciera como si fijaran sus horarios y rutas de distribución en las horas y rutas por donde más circulan vehículos en la ciudad. Parquean sus vehículos de manera indolente sobre vías principales en las horas más críticas y a sus empleados poco o nada les importa el caos vehicular que generan. Los horarios de distribución de mercancía sobre vías principales deberían no solo estar regulados, sino ser respetados por estas empresas.

Las compañías transportadoras de valores: cierra con broche de oro una categoría que por su especialidad se hace denominar como intocable. A estas como a las demás no les aplican las normas de tránsito ni la urbanidad de Carreño. Se escudan en los retos de la seguridad para poder hacer lo que se les da la gana, donde se les da la gana y como se les da la gana. Tenemos que padecer a diario el espectáculo de ver a los guardas armados bajarse con el revólver desenfundando al mejor estilo del lejano oeste, mientras el carro blindado los espera sobre la vía principal que están obstaculizando.

Nuevamente se impone como referente obligado la cultura Mockusiana que tanto impacto tuvo en Bogotá en alguna época y que tristemente se ha perdido. No basta con que tan solo unos pocos respetemos las reglas mínimas de vida en comunidad, es un ejercicio colectivo donde “todos ponen”.

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