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En materia de inseguridad urbana, Bogotá pretende pasar de agache

No es para nada serio que el Alcalde Mayor de Bogotá contradiga las cifras sobre inseguridad, las cuales revelan la delicada situación que vive la capital del país.

Semana
13 de septiembre de 2010

El Alcalde Mayor de Bogotá, Samuel Moreno Rojas, en su defensa por los resultados poco favorables de los estudios de Bogotá Cómo Vamos, argumentó que “la ciudad capital no puede ser ajena a esos nuevos fenómenos delincuenciales que se presentan en los principales centros urbanos”. Hasta ahí estoy de acuerdo, y creo que acierta. Pero estoy seguro de que el burgomaestre no atina al asegurar que “Bogotá se está consolidando como una de las ciudades más seguras de América Latina y que ha sido notable la reducción de homicidios en lo que va corrido del año”.
 
Observando las cifras de la reciente encuesta del Programa Bogotá Cómo Vamos, puedo concluir que se equivoca Samuel. En primer lugar, porque es claro, según el estudio, que las muertes violentas tuvieron un incremento de 3,3 por ciento con respecto al 2009, al registrarse un total de 2.688 casos. En segundo lugar, se equivoca también al decir que Bogotá no puede ser una ciudad peligrosa porque los delitos de alto impacto se redujeron desde el momento en que se han instalado más cámaras de vigilancia, con una política pública y una estrategia para garantizar la seguridad y la tranquilidad. Aquí la cuestión no es de cámaras, ni de más policías, sino de generación de una política de seguridad urbana que no permita que el crimen organizado y el conflicto armado se tome a la ciudad capital.
 
Estudios, como los de María Victoria Llorente en el año 2000, llegaron a la conclusión de que en Bogotá la violencia no se reproduce como sucede en las ciudades de Cali y Medellín, conclusión que resultó no ser tan cierta en la medida en que actores ilegales que manejan el microtráfico de drogas se disputan territorios de las localidades de Ciudad Bolívar, Bosa, Kennedy, Suba, Usme y San Cristóbal, y ni hablar de Santa Fe, donde los establecimientos de explotación sexual han hecho de esa zona un lugar de difícil control tanto para la Policía como para las mismas autoridades civiles.
 
Es curioso, además, que mientras un gran número de personas que habitan las localidades ya mencionadas saben dónde se ubican y quiénes administran los expendios de droga, ni la policía ni los alcaldes locales dan cuenta de ello.
 
Este panorama, sumado a la necesidad de los ‘narcos’ de aumentar el mercado interno de consumo, ha hecho que menores de edad sirvan de minijíbaros en los colegios, como lo denunció Noticias Caracol en días anteriores, sin que hasta el momento se tomen medidas sobre el asunto.
 
Puede ser que sea cierto lo que dice María Victoria Llorente en sus estudios, de que la violencia letal no se incremente en Bogotá en las mismas proporciones que lo hace en Cali y en Medellín, pero esto no significa que esos actores que están en esas ciudades no hagan presencia en Bogotá. Pienso que estos sí pueden tener operaciones en la capital del país, lo que sucede es que las modalidades en su actuar son distintas por tratarse de una urbe que cuenta con mayor atención de las autoridades, donde no sólo están las principales instituciones del Gobierno nacional, sino también la mayoría de centrales empresariales y financieras del país.
 
Pero, además, tampoco se puede menospreciar la percepción ciudadana como lo hace el Alcalde Mayor de Bogotá, por tratarse de un asunto de sensación de inseguridad, porque es precisamente la ciudadanía quien se ve expuesta todos los días de su vida al atraco callejero y robo de celulares, es decir, delitos menores que en su mayoría no tienen castigo judicial y muchas veces no son denunciados por tratarse de objetos menores.
 
En este punto es necesario un poco más de atención de la administración distrital en sitios específicos como Transmilenio, donde se dan las principales quejas de los bogotanos, porque la inseguridad que hacía presencia en el servicio de buses y colectivos se trasladó en mayor medida a los buses articulados sin que las autoridades lo previeran. En algunos casos los hechos suceden en presencia de la fuerza pública, de la misma forma como pasa con los expendios de drogas en las localidades, es decir, “sin que estos se den cuenta”.
 
No es para nada responsable y serio que el Alcalde Mayor de Bogotá no le preste atención al grave problema de inseguridad en las localidades y que contradiga las cifras, que cada día son más inocultables y que revelan la delicada situación que vive la ciudad, donde la primera autoridad del Distrito con sus declaraciones pretende hacerla pasar de agache.
 
Sevioscar@hotmail.com