Home

Opinión

Artículo

En los zapatos de la familia de Clarita

Confirmada la identidad de Emmanuel, el Presidente quedó a salvo de la que habría sido la peor metida de pata de su vida

Semana
5 de enero de 2008

Yo no sé si los lectores se alegraron tanto como yo cuando el fiscal Mario Iguarán, de manera muy cuidadosa y con las palabras contadas, confirmó que Juan David Gómez es el niño de Clara Rojas.

Y me alegré tanto no sólo porque el niño secuestrado antes de nacer ahora estaba en manos del Estado, sano y salvo y superados sus quebrantos de salud, sino porque confirmada su identidad, el presidente Uribe quedaba a salvo de la que habría podido ser la mayor metida de pata de su vida.

En lugar de quedarse callado con las sospechas que ya manejaba la inteligencia del Estado, a la espera de que las pruebas de ADN dieran el resultado positivo, hizo algo absolutamente audaz: en medio de la comunidad internacional apostada en Villavicencio, soltó la noticia de que las Farc no iban a cumplir su promesa de liberar a sus tres secuestrados, no por el mal clima o la presencia de la tropa, lo que era una mentira, sino porque sencillamente uno de ellos, Emmanuel, ya no estaba en sus manos. A pesar de los serios indicios de que así era, el presidente Uribe no podía estar ciento por ciento seguro. ¡Qué aventón el que se pegó! Hay que aceptarlo: ganó.

Sin saberlo, varios delegados lo culparon de haber saboteado con una cortina de humo la entrega humanitaria. Todos se fueron para sus casas, incluido el director de cine Oliver Stone, que supuso que Uribe se había inventado una historia tan fantástica y que era un monstruo. Los garantes internacionales, Larrea de Ecuador y Llorenti de Bolivia, advirtieron que estos intentos de dilatar la entrega por parte de Uribe podrían empeorar aun más las relaciones entre Colombia y Venezuela. Y en el colmo del cinismo, las Farc advirtieron que a partir de ahora habría dos Emmanueles.

Lo único peor que habrían podido hacer las Farc con ese niño era matarlo. Pero casi lo logran. Se lo arrebataron a su madre, se lo encargaron a un campesino con siete hijos donde la presencia del niño podía pasar inadvertida, muy probablemente ya infectado de leishmaniasis y paludismo, desnutrido, con una lesión de nacimiento en el hombro que jamás le fue tratada profesionalmente, y, desde el punto de vista emocional, muy traumatizado.

Es curiosa la forma como han recuperado la libertad cuatro de los secuestrados de las Farc. El canciller Araújo y el intendente Pinchao se les volaron. Una guerrillera se entregó con el niño que le habían puesto a su cuidado. Y Emmanuel fue descubierto “secuestrado” bajo los cuidados de Bienestar Familiar. Incluso a Emmanuel intentaron “resecuestrarlo” para mostrárselo al mundo físicamente sano, superada la desnutrición con la que llegó al Instituto, haciendo méritos con su supervivencia y su liberación. Qué horror.

Me pongo en los zapatos de la familia de Clara Rojas. ¿Cómo dejar a Emmanuel en un hogar sustituto? La madre de Clara, por su avanzada edad, tendría dificultades en asumir la responsabilidad de su adopción. Seguramente alguno de los hermanos de Clara lo haga, con lo cual el niño comenzará una vez más una nueva etapa de arraigo que se inició con su vida en la selva, pasó por los cuidados de la familia a la cual se lo entregó las Farc, luego por los del Bienestar, enseguida por los del hogar sustituto y ahora por los de su familia materna. Creo que sólo un niño de los campos de concentración nazi habría podido contar una experiencia semejante.

A la hora de escribir esta columna no se sabe si Hugo Chávez y los miembros de su gobierno, que consideraron que el gobierno colombiano mentía con la versión de Emmanuel, así como lo hicieron los países que enviaron delegados a Villavicencio, seguirán defendiendo la “buena fe de las Farc”. Tampoco se sabe si el descubrimiento del niño se convertirá en un motivo para que las Farc reconsideren su decisión de liberar a Clarita y a Consuelo. Es decir, que no se sabe si con la localización del niño, la “operación Emmanuel” de Chávez seguirá su curso ahora dirigida a devolverle al niño su mamá, o Emmanuel se convertirá en un nuevo candado para la libertad de su madre.

Todo corresponde a una gran incógnita que se parece mucho al juego del billar: movida una bola, ¿cómo se moverán las demás? 

ENTRETANTO… ¿Cuál de los dos polos, el saliente o el entrante a la Alcaldía de Bogotá, nos explicará por qué se firmaron 5.112 contratos 48 horas antes de que se terminara el año?