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ENCUESTAS COMO ARROZ

A ESTAS ALTURAS, LAS ENCUESTAS REFLEJAN MAS IMAGEN QUE INTENCION DE VOTO

Semana
22 de marzo de 1993

LAS ENCUESTAS, BIEN HECHAS, SE entiende, hay que creerles lo que dicen. Porque si están bien hechas, repito, no mienten. Dicen la verdad. Sin embargo, frente a ellas pueden asumirse dos actitudes equivocadas. Una es la de no creerles. Hace dos o tres años nadie les creía a las encuestas. Ejemplo típico de esta incredulidad fueron las del año 89, dirigidas a averiguar la intención de voto para la consulta popular liberal del año 90, en las que Galán registraba el 68 por ciento de las preferencias, mientras que Durán Dussán solamente el siete por ciento. La frase que pronunció Durán en ese entonces fue tremendamente efectiva, pero obviamente constituía una falacia: "Galán puede ganar las encuestas, pero yo gano las elecciones".
La otra actitud equivocada frente a las encuestas es la de creerles demasiado. La de tragárselas con hueso y todo sin considerar que la principal característica de las encuestas es que son dinámicas, porque permanentemente están retratando sólo un instante de algo tan voluble como la opinión pública.
Como consecuencia, a un año largo de las próximas elecciones presidenciales, en Colombia podríamos estar cayendo en lo que los norteamericanos llaman el "Horse racing", traducido, significa que pesa menos lo que digan los candidatos y mucho más cuál es el caballo que va adelante.
Es tan peligroso desconocer las encuestas como obsesionarse por ellas. Faltan 15 meses para las elecciones presidenciales, que en Colombia son como 15 siglos, y ejemplos famosos, tanto en EE.UU. como en Colombia indican que nada de lo que actualmente parece ser podría terminar ocurriendo en la realidad.
En la campaña electoral norteamericana de Truman contra Dewey (año 48) las encuestas dijeron hasta último momento que ganaba Dewey. También dijeron que Nixon le ganaba a Kennedy, y que Ford le ganaba a Carter. Cuatro meses antes de las elecciones de 1980, las encuestas aseguraban que Dukakis aventajaba a Bush en 17 puntos. Y a un año y medio de estas últimas elecciones, las encuestas decían que Bush tenía sobre Clinton un 89 por ciento de aceptación.
Nada de lo anterior era mentira. Pero las cosas se voltearon a última hora, porque así es la política, así la opinión pública, y así las encuestas.
Y así también es en Colombia. En agosto de 1985, ocho meses antes de las elecciones, las encuestas las encabezaba primero Galán, después Alvaro Gómez, y de último... bien de último, Barco.
Otro ejemplo más reciente: faltando un mes para las elecciones de alcalde, Antonio Galán aventajaba a Jaime Castro en el mes de septiembre.
¿Y acaso en Inglaterra, Kinnock no llegó a aventajar ampliamente en las encuestas al ganador, John Major? En las cifras de inclinación electoral que actualmente barajan los medios de comunicación, y que le dan una ventaja amplia a Andrés Pastrana sobre Ernesto Samper, hay varias variantes que podrían modificar drásticamente el resultado final.
Primero, ni son todos los que están ni están todos los que son. Entre los que no son, hay candidatos a la vicepresidencia que se están dejando contar con los pesos pesados para "descremar" prestigio. Pero entre los que no están, brillan por su ausencia candidatos impajaritables a los que todavía, como es el caso de Samper, la opinión no asocia con una campaña política activa.
De todas maneras, a estas alturas, las encuestas reflejan más imagen que intención de voto. Como no se ha inaugurado realmente la campaña electoral, el encuestado está frío, y cuando responde la pregunta de la encuesta, no está pensando en su intención electoral verdadera.
Por otro lado, pienso que las actuales encuestas están arrojando como resultado quién es el candidato conservador, pero no quién es el liberal. Y la dinámica liberal, lo sabemos los sufridos electores conservadores, aunque actualmente está reflejada en un abanico de candidatos, cuenta con la existencia de un mecanismo unificador que la dispara y altera definitivamente el ánimo de los electores en el momento clave.
En conclusión, pienso que ante las encuestas, como dice el dicho, ni tanto que queme al santo, ni tan poco que no lo alumbre. Hay que creerles, sí, pero como decía mi abuela, "con mañita... ". -