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ENTRE CATOLICOS

Antonio Caballero
5 de abril de 1999

El Vaticano defiende a Pinochet. La cosa sorprende a algunos. ¿Por qué va a sorprender?
Son iguales. El Vaticano, por boca de sus más altos jerarcas, defiende al feroz dictador chileno Augusto
Pinochet, cuyas manos están todavía encostradas de sangre humana seca. Mal lavada, por mucha agua
bendita que se les eche encima. Y no lo defiende "por razones humanitarias" (su avanzadaedad, etc.), como
alegan los defensores del Vaticano para disculpar esa defensa. Lo defiende por dictador y por feroz, y por
tener las manos sucias de sangre humana. Sangre de comunistas, de ateos; de gente que, de no haber
muerto a tiempo gracias a la ferocidad dictatorial de Pinochet, sin duda le hubiera quitado privilegios a la
Iglesia Católica chilena. El Vaticano defiende a Pinochet porque es uno de los suyos.
Digo que lo defiende "por boca de sus más altos jerarcas", y tal vez se me rebata recordando que el más
alto, el Papa, no ha dicho esta boca es mía. Pero hay que recordar también que hace unos años, cuando
visitó Santiago de Chile, el Papa le dio la comunión al dictador con sus propias manos. ¿Se había confesado
de sus crímenes previamente? No lo sé, y no lo creo. No creía él que fueran crímenes, ni estaba
arrepentido de ellos. Pero había sido absuelto, eso sí, pues tampoco el Papa que le daba la comunión creía
que fueran pecados. Comulgaban los dos en una misma convicción de lo que es bueno y lo que es malo.
Siempre, a todo lo largo de la cruel historia de América, ha habido un cura a mano para absolver al torturador
de turno, desde la época del conquistador Pizarro. Lo de Pinochet no es novedoso: es la reiteración de una
tradición de cinco siglos.
El Vaticano y el Papa no defienden y absuelven a Pinochet porque les parezca que es un buen cristiano. No lo
es, y lo saben de sobra. Esa doctrina del amor al prójimo que predicaba Cristo, tan revolucionaria (tan
antinatural) en su tiempo como en el nuestro o en cualquier otro tiempo de la historia, es por completo ajena
al feroz dictador chileno. Pero Pinochet, que es un pésimo cristiano (y quizás justamente por serlo) es en
cambio un excelente católico: ha defendido a capa y espada (tenía una espada, y se mandó hacer una capa)
los intereses de la Iglesia. Y eso es también lo que son el Papa y los demás jerarcas del Vaticano que
defienden a Pinochet: católicos practicantes, aunque no sean (o porque no son) cristianos creyentes. No les
importa la doctrina de Cristo, sino el poder de la Iglesia que se montó en su nombre. Un poder que desde
hace 15 siglos _desde el emperador Constantino_ ha crecido en estrecha alianza con los poderes
'temporales' de turno. Pues aunque ha habido casos de herejía, reforma o revolución en que el poder
temporal ha roto con la Iglesia, la Iglesia por su parte jamás ha tomado la iniciativa de romper con el poder
temporal. ¿Por qué iba a hacerlo ahora condenando a Pinochet, que fue, y sigue siendo en gran medida, el
poder en Chile? Son compadres. O, por decirlo de un modo que a lo mejor es herético sacramentalmente
hablando: cada uno de los dos es a la vez el padrino y el ahijado del otro, su protector y su protegido. Son
aliados.
Anticlericalismo, me dirán. Pero a mí lo que me extraña es que subsista todavía tanto clericalismo: y la
sorpresa ante el hecho normal de que la Iglesia defienda a Pinochet es una buena muestra de que mucho de
ese clericalismo es de buena fe, y no dictado por el mero interés del poder. Me asombra que haya clericalismo
de buena fe cuando los clérigos de esa Iglesia Católica que hoy defiende a Pinochet han sido causantes de
tantos daños, y cómplices de tantos daños más, no sólo en toda esta martirizada América de los dictadores
militares sino en todo Occidente, y en casi todo el mundo: en este mundo que es su reino.
Entiendo el peso de la educación, siempre clerical. Y entiendo también el peso del ejemplo profético de tantos
clérigos buenos como se han sacrificado para devolverle a la Iglesia de Cristo el crédito y el prestigio que le
quitan sus jerarcas y sus Papas. Son cristianos, ellos sí. Pero nunca he podido explicarme por qué insisten
en seguir perteneciendo a una organización tan evidentemente anticristiana como es la Iglesia Católica.
En fin. Un tema de reflexión para la semana: ¿Por qué los jerarcas de la Iglesia Católica defienden a Pinochet?
¿Porque, aunque crean que es malo él, son buenos ellos? ¿Porque creen que es bueno él? ¿Porque saben que
es malo él, pero creen que esa maldad es buena para ellos? ¿Porque son malos ellos?
No sé. Le cedo la palabra al reverendo Lorenzo Madrigal.

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