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Entre las guerras y la pugnacidad

Hay gobiernos que generan la pugnacidad y el odio cuando la gente espera la tranquilidad y la paz.

Julio Londoño Paredes
1 de marzo de 2024

Todas las guerras son sangrientas y miserables. Ahora, las que “están de moda” son las de Rusia vs. Ucrania, y la de Israel vs. Hamás. Colombia y el mundo están horrorizados. Se dice que los muertos en Gaza son más de 30.000, mientras que Selenzky afirma que han muerto 31.000 soldados ucranianos y miles de civiles.

Sostiene también que al menos 230.000 militares rusos han fallecido. Nadie sabe con precisión las cifras, pero, de todas maneras, las dos confrontaciones siguen su marcha y muchos las observan como si fueran telenovelas que se van alargando indefinidamente.

Sin embargo, el Instituto Internacional de Estudios Estratégicos de Londres afirmó a principios de diciembre del año pasado que había 183 conflictos en el mundo. En África, por ejemplo, en Somalia, Sudán, Mali y Etiopía. La situación es infrahumana y algunas de las grandes potencias por motivaciones geopolíticas tratan de sacar partido de las crisis.

Pero no importa, además de las dos guerras con riesgos nucleares que avanzan, el interés en nuestro medio parece estar en otras cosas: en las crónicas sobre la reina Letizia de España, la enfermedad del rey Carlos, en la vida privada de Shakira y en las lesiones de James Rodríguez.

Ni siquiera se contabiliza la guerra en Colombia, que lleva más años y muchísimos más muertos que los dos grandes conflictos juntos. Nuestro lindo país colombiano, desafortunadamente, se ha ido acostumbrando a convivir con esa condición.

Aquí ha habido, existen y seguirán existiendo todo tipo de modalidades de violencia. Desde la policía de bolsillo sacada de una remota localidad de Boyacá para asolar poblaciones del Huila y el Tolima que descargaba “volquetadas” de cadáveres en los ríos, pasando por grupos armados de diferentes denominaciones, por los paramilitares y por los falsos positivos, hasta llegar a las cuadrillas de bandidos que matan primero y roban después, varias de ellas con participación de “extranjeros”, que están haciendo florecer las entregas a domicilio, porque la gente no quiere arriesgar el pellejo para ir a comer hamburguesas.

Ahora han surgido las guardias campesinas, las guardias indígenas, la primera línea y otros grupos intimidantes que controlan importantes áreas del país, dictan en ellos la ley, maltratan y agreden al Ejército y a la Policía, y están listas a cumplir determinadas consignas.

Como sucedió en Cuba, con los comités de defensa de la revolución; en República Dominicana, con los matones trujillistas; en Haití con ‘los Tonton Macoutes’; con los colectivos chavistas en Venezuela; con las juventudes sandinistas en Nicaragua, y con los ‘batallones de la dignidad’ durante el régimen del dictador Noriega en Panamá.

¿Por qué será que hay gobiernos que alimentan cotidianamente la pugnacidad, la confrontación, el odio y el resentimiento, generando una sensación constante de desasosiego y angustia que hace huir de las noticias diarias para no caer en depresión, especialmente, cuando la gente de todas las edades y condiciones, hastiada de las guerras y arrinconada por la inseguridad rampante y omnipresente, tan solo aspira a un poco de paz y tranquilidad?

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